martes, 6 de mayo de 2014

QUÉDATE CONMIGO O MUERE. LA VIOLENCIA DE GÉNERO EN MI CINE

Repaso la prensa. Las muertes violentas de mujeres a manos de sus parejas sigue imparable. Cuando creíamos que el problema, con la educación y el cambio generacional, estaba en vías de solución, resulta que los comportamientos machistas renacen con mayor virulencia si cabe en los más jóvenes.

Hace unos años rodamos un corto sobre la violencia de género. Creo que el film sigue manteniendo su actualidad. Lo subo a youtube para que pueda ser visto.



Esta preocupación ha estado en el centro de muchos de mis trabajos, en Trajectoria, un corto que rodé en Barcelona en 1970 en 8mm., o en Diagrama, el primer cortometraje que rodé en Tenerife en 1974.



Títulos de crédito de Diagrama

En Trajectoria, un grupo de hombres, alrededor de una mesa, tratan de condicionar el comportamiento de una chica, en su trayecto por una gran ciudad, mediante el poder de sus mentes.

En Diagrama, ponía en escena la violencia normativa que rige el comportamiento social, mediante el contraste de la visión idealizada de la pareja (los paseos diurnos por el parque amenizados por el Allegro de Vivaldi), con el pánico nocturno de la mujer en el cumplimiento de sus deberes conyugales.

Este poder del macho “en la sombra” volvía a ser el tema de Fantasmas, el mediometraje que rodé en el Puerto de La Cruz en 2006, con Javier Martos y Fátima Hernández.



Después de un parón de varios años, en 2006 me incorporé de nuevo y de una manera activa a la realización de cortos, medios y largos, gracias al impulso que nos dio participar en una de las ediciones del Festivalito, donde conocimos a un montón de gente interesante, entre ellos a Javier Martos y a Fátima Hernández.

Poco después me pareció urgente realizar una película más explícita sobre la violencia de género.

Un día, paseando por Madrid, me atrajo el el contenido de un escaparate de una pequeña tienda de santería. Entre muchos cachivaches e imágenes de santos, sobresalía una colección de pequeños tarros con sustancias milagrosas, entre ellas, cómo no, los elíxeres del amor. “Quédate conmigo”, exhortaba uno de ellos. Quédate conmigo, conmina el compañero sentimental, “sé mía ahora y para siempre”. 

La mayoría de las películas que abordan la violencia de género se centran en las discusiones de la pareja, en el deterioro de la relación, en la sucesión de reconciliaciones que llevan a nuevas peleas por fútiles motivos. Los celos como prueba de amor. Violencia para hablar de la violencia.

Yo quería centrarme en este instante de incertidumbre que vive la mujer cuando está sola. En el instante previo y decisivo que ignoramos o queremos ignorar pero que sabemos que está ahí, a la vuelta de la esquina.



Cuando suena el teléfono, una y otra vez, y la mujer no se atreve a descolgar porque sabe que es él quien llama. O cuando se mira en el espejo del cuarto de baño, y descubre olvidada la maquinilla de afeitar. O cuando, totalmente desquiciada, trata de dar de comer a sus hijos mientras habla por teléfono con su madre que se preocupa por ella. O cuando una amiga la ha ido a visitar, pero no sabe qué decirle ni cómo aconsejarla. O cuando ha dejado a su novio, un compañero de instituto que le repetía cada noche quédate conmigo. O cuando le cierra la puerta a la mujer policía y duda. O cuando ha retirado la denuncia ante la alarma de su familia, solo por el recién nacido. Son pequeñas historias que reunidas conforman una única historia.



El cortometraje se estructura a base de 8 planos secuencia. La cámara, inmóvil durante la totalidad del plano, fija su encuadre frente a los diversos espacios domésticos. En cada escena se muestran fragmentos de espacio tiempo de la vida de una mujer distinta, sometida a un estado de violencia en el ámbito de su vida doméstica.

La idea me la sugirió un reportaje aparecido en El País sobre ocho mujeres víctimas de la violencia de género. Su título toma prestado el nombre del aceite milagroso que doblega la voluntad de una de las partes y genera una relación posesiva.

Cada una de las secuencias refleja algunas de las situaciones que se dan en la vida real: la amenaza (siempre incierta), el estrés añadido de los hijos pequeños, la impotencia de las personas de su entorno (que no saben qué hacer), la autoestima dañada o la protección institucional.

En el corto se elude la presencia de personajes masculinos (a excepción de los niños), que se hallan siempre fuera de campo, sugeridos al otro lado de llamadas telefónicas sin respuesta o fuera del espacio doméstico, donde la mujer acaba refugiándose.



La intención era que la inmovilidad de la cámara, testigo del drama que ocurre en el interior de las viviendas, agudizase la sensación de claustrofobia y de encierro involuntario de estas mujeres.

La idea era que la combinación de estos microrrelatos, aparentemente aislados entre sí, pudiese generar un relato de violencia de género, tal como lo sufren tantas mujeres.

Inicialmente la puesta en escena debía ser naturalista, casi documental, recreando situaciones cotidianas. La inmovilidad limitadora del punto de vista de la cámara obligó a un trabajo de puesta en escena muy estilizado, jugando con la profundidad de campo del escenario propuesto y la salida y entrada de los personajes dentro del campo visual (hacia otros puntos de la vivienda), potenciando el espacio off.



Un buen sonido directo era fundamental Para conseguirlo fue decisiva la incorporación de René Martín, que aportó un artilugio digital que recogía una conversación a varios metros de distancia, respetando la profundidad de campo sonora.

Esta decisión condicionó las localizaciones, pues se precisaban viviendas espaciosas que permitiesen visualizar partes de casa en profundidad, conectadas entre sí.

En cada encuadre están presentes dos espacios a la vez (por ejemplo: el cuarto de baño y el dormitorio), divididos por un elemento arquitectónico, con la presencia de una puerta o una ventana, jugando con la profundidad de campo en la disposición de los personajes.

Natalia Ruíz
Parte del corto se rodó en nuestra casa, los otros escenarios se localizaron en La Laguna (en la casa de mi hija Emma) y en Añaza (la casa de Fátima Hernández).

En este corto quise desarrollar el procedimiento narrativo ya ensayado en Luna Park, a base de largos planos secuencia con la cámara inmóvil, y que había admirado en películas vistas recientemente, como en La soledad (2006), de Jaime Rosales, o en Un couple parfait (2005) del cineasta nipón Nabuhiro Suwa en su rodaje en Francia.


En el casting mezclé actrices de procedencia diversa. Actrices con experiencia en el cine y en el teatro como Sory (Delirium Teatro),  Fátima Luzardo y Fátima Hernández,  que ya habían trabajado conmigo anteriormente, y mujeres sin experiencia delante de la cámara, como las dos adolescentes Faina y Laura, del grupo de teatro del IES Domingo Pérez Minik, o Nancy, May o Argelia, amigas de mis hijas.

Los diálogos se improvisaron en el momento de rodar, a partir de las situaciones planteadas, trabajando principalmente sobre las emociones.

Se rodó en un fin de semana, en octubre de 2007.

Ficha del cortometraje
Año de producción: 2008; Producción: Josep Vilageliu, Productora Integral Multimedia. Producción ejecutiva: Laly Díaz, Ángel Falcón. Guión y Dirección: Josep Vilageliu.  Fotografía: Jaime Ramos Friend; Sonido directo: René Martín. Edición digital: Aitor Padilla. Ayte. dirección: Nuria Vilageliu. Foto fija: Emma Vilageliu, Ángel Falcón, Fátima Luzardo. Aux. cámara: Claudio Sánchez.  DVCAM. Formato: 16/9. Duración: 24 min.

Intérpretes: Soraya del Rosario, Natalia Ruiz, Faina González, Laura Herrera, May Zárate, Fátima Luzardo, Argelia Álvarez, Liliana Ferreiroa, Nancy Batista, Fátima Hernández, Elena Hernández, Teresa Fernández, y los niños Lourdes María García Zárate, Tomás García Zárate y Irene Martos. Lugares de rodaje: La Laguna, Santa Cruz de Tenerife (Añaza). Fecha de rodaje: 20 y 21 de octubre de 2007.