El super8 debe estar de moda. Primero fue la proyección en el TEA. Con la excusa de proyectar en pantalla grande el corto que grabé en La Palma con mi móvil, se me ocurrió acompañarlo con dos de mis cortos más antiguos. En el homenaje a Juan Puelles y el equipo Neura, también se proyectaron dos cortos míos de los años 70. Ahora, con la retrospectiva que la Asociación de Cine Vértigo me ha dedicado, en la primera sesión se han seleccionado cuatro cortos de aquella época. También en el TEA están preparando una exposición y me han pedido dos de los cortos de Super8 que todavía no se habían visto.
La retrospectiva que han programado los de Vértigo ha supuesto una grata sorpresa, acostumbrado como estoy a ir buscando espacios donde proyectar las películas a medida que las vamos haciendo y no a que me las pidan. David Delgado San Ginés, conocedor de mi obra, les fue poniendo tras mi pista, pero seguramente mi blog, con las referencias a todas mis películas y el enlace para poder visionarlas, han ayudado a la difícil selección entre más de 50 obras rodadas en el lapso de seis décadas, para poder encajarlas en tres únicas sesiones, que es más de lo que podría desear. Desde aquí agradezco a Jesús, a Vicky a al resto de los compañeros de la asociación el haberme acogido con tal desvelo.
De la etapa barcelonesa eligieron Trajectòria (1970), la más misteriosa. Allí intenté rodar cinco películas, pero solo conseguí terminar dos, ésta y Más vale pájaro en mano (1968), la que Daniel León Lacave y otros amigos me ayudaron a rehacer el sonido. El doblaje de las voces (ahora a quienes escuchamos es a a Cathy Pulido y a Borja Texeira), hizo exclamar a Luis Sánchez Gijón: "qué buen canario se habla en Tarragona". De las otras tres, una no llegó a sonorizarse, otra ni siquiera terminé de rodarla, y la última, un intento de rodar en 16mm la adaptación de un cuento de Cortázar, en la que traté de convertir la ciudad en París y sus alrededores en una isla griega, y conseguí montar el material. No la he vuelto a ver, pues solo disponía de un copión que entregué a la Filmoteca para su custodia en sus primeros tiempos y no se sabe dónde está. Las demás permanecieron durante años en una estantería, a la espera de poder disponer de un proyector de 8mm, hasta que finalmente me las digitalizaron, entre un laboratorio de Barcelona y la filmoteca canaria.
Proyectadas en la enorme pantalla del CICCA, en Las Palmas de Gran Canaria, tanto Trajectòria, hablada en catalán, y las tres canarias, Preludio (1974), Los barrancos afortunados (1976) y Página 45 (1979), que nunca había visto juntas, conforman cuatro trabajos muy distintos entre sí, que quizás ilustran una cierta actitud rompedora, un modesto intento de hacer algo distinto en aquellos primeros años, siempre teniendo como guía el cine que en aquella época me gustaba, los nuevos cines que en los años 60 revolucionaron el panorama cinematográfico europeo.
La segunda sesión reúne otros tres trabajos muy distintos entre sí, representativos de tres décadas consecutivas: Iballa (1987), rodada en 16 mm, una compleja coproducción de Yaiza Borges y TVE en Canarias; La ciudad interior (1993), uno de los tres mediometrajes que rodé en los 90 con guión de Manolo Chinea y la extraordinaria música de Enrique Guimerá; y A la deriva (1910), una producción de Ángel Falcón. Tres películas realizadas con el apoyo de varias productoras: Para la primera, TVE en Canarias aportó el material de 16mm. y su revelado, un sonidista y el montaje en la sede tinerfeña del ente. Para La ciudad interior, Océano Producciones consiguió una ayuda económica para pagar el alquiler del estudio de edición durante varios meses. A la deriva obtuvo una subvención de Canarias Cultura en Red, pero nos obligaron a hacer un kinescopado a 35mm que se llevó la mayor parte del presupuesto, justo en el año 2010, cuando ya empezaron a admitirse películas grabadas en digital.
Fueron estos trabajos los únicos que he podido realizar con un mínimo de presupuesto. A partir de ahí, Laly Díaz y yo tuvimos que buscarnos la vida y descubrir por necesidad que se podían realizar películas de otra manera, llámese cine leve o cine posible, como lo denomina David Delgado.
La tercera sesión reúne pues tres ejemplos de este cine que se hace haciéndose. Paraísos pertenece a la serie de las "naturalezas muertas", que algún día podrían proyectarse juntas: Naturaleza muerta (2009), Naturaleza viva (2011), Paraísos (2014) y Aguavivas (2021), y que se construyen a partir de una pareja y una manzana. En Reflejo en rojo, grabada en un solo día en el museo de Historia de La Laguna, hay una escena de sexo que según algunos es la más larga de la historia del cine canario, rodada en un plano secuencia. Finalmente, se proyecta el largometraje Mujer Gato. Seleccionado en el Festivalito del año pasado, proyectado dentro del Festival de Cine de Autor e Independiente de La Laguna fuera de concurso, se estrena en Las Palmas, donde se rodaron algunas escenas con un equipo de la isla. Se trata de una película que se ha dado en llamar metacinematográfica, pues el argumento gira alrededor de un director de cine en busca de una actriz inspiradora, que le guíe en la consecución de su próxima película, a falta de un guión. Cine sobre cine, a partir de unas ideas que Alain Bergala desarrolla en varios artículos recopilados en "El acto de creación en el Cine", pero también cine sobre nuestra propia manera de entender el cine. Es una película que habla de ese cine que se ha podido ver en la retrospectiva, como un perfecto colofón que lo cierra y al mismo tiempo reflexiona sobre lo visto.
Las actrices Cristina Piñero y Cathy Pulido hacen de sí mismas, hablan de sus experiencias a partir de un guión que las recoge tal como en alguna ocasión me las contaron, en una especie de trayecto de ida y vuelta, un espejo que nos devuelve una imagen deformada. Y hay escondidas anécdotas reales, llamadas telefónicas que tuvieron lugar entre Daniel León Lacave y yo (en el film representados desde una distancia irónica por David Santana y Miguel Ángel Rábade) y conversaciones sobre las películas que nos gustan y en especial sobre las actrices que nos sedujeron en las salas oscuras de los cines, como Jeanne Moreau o Monica Vitti, a las que ahora tendría que añadir a Bulle Ogier y a Juliette Berto, las actrices de Jacques Rivette que he redescubierto recientemente al mismo tiempo que a este director de la Nouvelle vague, uno de los cuatro directores más representativos de este movimiento revolucionario junto a Truffaut, Godard y Rhomer, en su periplo desde la cinefilia, la crítica y la realización de películas. Y mientras que de estos hemos ido viendo todas sus películas, el cine de Rivette ha quedado extrañamente eclipsado, a pesar de su monumental obra Out 1 (1971) post mayo del 68, de 13 horas, o quizás precisamente por la excesiva duración de sus obras, y a pesar de que fue él quien desarrolló la idea del cine de autor y de la puesta en escena. Esa idea de que el director es el autor de las películas ha sido tergiversada y magnificada, de tal manera que todavía hoy se hacen retrospectivas de directores de cine y no de actrices o directores de arte, por poner dos ejemplos. Rivette, por lo contrario, pensaba que el autor de una obra era coral, y en sus títulos de crédito comprobamos que él mismo se colocaba junto a sus actores como coautores de la puesta en escena.
Rivette desarrolló todo su trabajo a partir de las improvisaciones de los actores. En Out 1 les preguntaba si debía poner un rollo grande o pequeño en la cámara pues no sabía muy bien qué iban a hacer y cuánto duraría su actuación. En Mujer Gato no llegué tan lejos, pero tampoco sabía muy bien cuánto iban a durar los planos. Dejaba a los actores, sin ningún tipo de ensayo, con los textos del guión apenas aprendidos, y en algunas ocasiones tan solo rodaba una sola toma, observando a una cierta distancia gestos y actitudes y no tanto el recitado de los textos que yo quería naturalizados. Pedro García me dijo hace poco que mi cine era el del cuerpo. No he entendido muy bien qué quería decir con esto, pero es verdad que he realizado muchas películas donde no se habla, y en aquellas donde hay mucho texto no me interesan tanto las palabras como cómo se dicen. Lo que me interesa de verdad es la fuerza telúrica de las emociones que circulan por debajo.
Pero esta retrospectiva es también un homenaje a todas aquellas personas que han intervenido durante este dilatado tiempo de actividad cinematográfica. El cine es un trabajo de equipo y a lo largo de los años fui quemando etapas, con gente que desaparecía porque se marchaba de la isla o bien dejaba el cine por otra actividad más alimenticia o se hacían profesionales y el cine era para ellos otra cosa, y eran sustituidos por otras personas con ganas de hacer algo diferente y que se unían a nuestro pequeño grupo con alegría. Tras unos inicios en solitario me integré en colectivos cuya fuerza integradora se suponía que nos ayudaría a crecer y poder realizar obras más ambiciosas, pero también aquella etapa agridulce de los 80 y 90 pasó a la historia y nos desperdigamos. Los años me han enseñado que el cine es también una vivencia, un regalo, y que lo mejor es transitar por ella con los amigos. Rodar una película es una fiesta donde lo importante es pasarlo bien, no importa tanto el resultado como la sensación de crear algo juntos.
No sé si es casualidad, pero por las mismas fechas se ha presentado el libro Paisajes del alma, donde el periodista y bloguero Eduardo García Rojas ha entrevistado a 24 realizadores canarios, entre ellos a mí. Es la primera vez que en una publicación se permite a los directores que hablen de su cine, a partir de una reflexión sobre el paisaje canario y su imaginario. La lectura de este libro y la retrospectiva se complementan. Ojalá se organicen más retrospectivas con otros cineastas, que nos permitan conocerles mejor.