jueves, 20 de febrero de 2014

LOS CINEASTAS CANARIOS Y LA TRANSICIÓN

Me llama el periodista y cineasta Iván López para una entrevista sobre cosas del pasado. Hace muy poco que pasé de ser un “joven cineasta” a persona mayor. Ahora me llaman por ser mayor, para que ponga en valor mis experiencias personales. Mis recuerdos son ahora testimonio de acontecimientos históricos de los cuales las nuevas generaciones apenas han oído hablar de ellas.

Es curioso, los recuerdos de cada período de la vida de uno se van guardando en habitaciones estancas. Hay que saber dónde uno ha guardado la llave.

La Transición. ¿Fue tan ejemplar la Transición Española como nos la quieren vender ahora?

¿Qué hicieron ustedes, los cineastas? ¿cómo se organizaron?, inquiere Iván López desde detrás de la cámara.

Benalmádena. Esta es la imagen nítida que se enciende en algún punto de mi cerebro. La llave.

Benalmádena fue también la llave de aquel momento concreto: el festival de Cine de Benalmádena, un festival internacional de programación arriesgada: nuevos lenguajes, contenidos acuciantes.



Y fue allí donde nos encontramos, cineastas amateurs canarios y críticos de cine de Tenerife y Gran Canaria, reunidos allí por diferentes motivos. Los primeros, invitados por Julio Diamante, el director del Festival, para presentar un mediometraje dirigido por el equipo Neura que había ganado el IV Certamen Regional de Cortometrajes organizado por la Caja General de Ahorros, en el que habíamos participado Laly y yo.



Y allí estaba el equipo Neura en peso, Juan Puelles, su hermano Fernando y Alberto Delgado, y también estábamos Laly y yo que habíamos acudido desde Barcelona. Una reunión urgente de la junta de la Asociación Tinerfeña de Cineístas Amateurs, la A.T.C.A., que tenía su sede en el Círculo de Bellas Artes en la calle Castillo, decidió enviar al festival a Santi Ríos con una selección de las diversas tendencias del cine que ellos hacían, para que no fuese una sola película la que representase al cine canario.

En uno de los pasillos del complejo hotelero que albergaba el festival, y cuando íbamos hacia el comedor, nos topamos un día con Julio Diamante y nos comentó con extrañeza qué hacíamos tantos canarios con una película en super8 cuando para presentar un ciclo de catorce largometrajes de cine árabe solo había acudido uno de los directores. Lo cierto es que éramos muchos, recuerdo que Laly y yo nos habíamos autoinvitado y los demás nos metieron de “estranquis” en una de las habitaciones. 


Entonces se murió Franco. Hubo una corriente de júbilo más o menos soterrado y el Festival se interrumpió.

Laly convenció a unos cuantos críticos, abandonados a sus suerte por los pasillos, para que acudieran aquella noche a nuestra habitación para ver “nuestra” película. Creo que Santi, además de las películas, se había traído un proyector de super8. Sentamos a lo más granado de la crítica nacional en el suelo y contemplaron la película, que a nosotros nos hacía mucha gracia, en un gélido silencio. Al terminar la proyección (duraba casi una hora), se levantaron todos con la excusa de que era la hora de la cena, nos prometieron regresar para ver el resto de los cortometrajes y al cabo de una hora solo estaba con nosotros Julio Pérez Perucha, que estaba documentándose para un libro sobre los cines nacionales. 

Cada vez que terminaba la proyección de un corto, Perucha preguntaba, ¿los demás son así?, y Santi, sin perder la compostura, recitaba como un mantra, “hay otras tendencias”, y Perucha decía entonces, “ponme otra tendencia”. Yo sentía vergüenza ajena, me dolía la cabeza y seguí las proyecciones tumbado en la cama desde el cuarto contiguo. Aquello fue muy duro.

Hubo mucho tiempo para hablar. Discutíamos mucho pero también disfrutábamos con los juegos de palabras a los que los Neura eran muy aficionados. Nos juntamos con Fernando Gabriel, Javier Gómez Tarín y Antonio José Bolaños, que habían acudido como críticos de cine, y empezamos a discurrir cómo debería ser el cine que se tenía que hacer. Se avecinaban nuevos tiempos, y el cine que habíamos hecho hasta ahora no servía.

Es curioso, casi todos los que nos juntamos aquellos días, alrededor de unas cuantas birras, acabamos en el colectivo Yaiza Borges, constituido cuatro años más tarde, después de haber formado parte de otros muchos colectivos de exigua vida, que se hacían y deshacían en pocos meses, en una realidad cambiante.

¿Qué fue la Tansición?, ¿cómo la vivieron? La vivimos en una euforia constante. El ayer había desaparecido como llevado por un temporal, un mal sueño, el de la dictadura, que se acaba, y el mañana seguía siendo una entelequia.

Solo existía el presente, el día a día, la discusión constante y renovada, una autocrítica feroz que nos llevaba a invalidar lo que un día antes habíamos celebrado, y la escritura de manifiestos, documentos, propuestas y contrapropuestas que todos refrendábamos, imbuidos de una fe en el futuro (la Democracia, tan esperada, los aires de Libertad que había que conquistar), y en la capacidad del Cine para cambiar el mundo.

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