Hace unos días me llama Jairo López por teléfono, lo cual ya
es una novedad, pues en la era del whatsapp a quién se le ocurre llamar por
teléfono, y me dice que han decidido darnos el premio que su asociación concede
anualmente. ¿Darnos?, ¿a quién? Al colectivo Yaiza Borges en el cual milité en
los años 80 y del que hace poco celebramos los 25 años de su creación, en 1987.
Jairo López es ahora presidente de la Asociación de Cineastas de Canarias
Microclima, una asociación que comienza su difícil andadura (se creó a
principios de 2016), siguiendo los pasos de sus antecesoras, o más bien
rehaciendo un camino abandonado tantas veces y empezado de nuevo por la
voluntad de cineastas en pro de unas metas comunes a lo largo del siglo pasado.
Hace apenas un año, la Asociación Microclima acordaba conceder su primer galardón, destinado a reconocer el esfuerzo individual o
colectivo a favor del cine, a la
Asociación de cine Vértigo, “por su extenso y riguroso trabajo en pos de la
promoción y la difusión de la actividad cinematográfica en el contexto insular de Gran Canaria”.
Algunos miembros de la Asociación Microclima
El premio de este año al colectivo pionero Yaiza Borges “quiere
destacar la intensa labor desplegada por los miembros de aquella asociación y
luego cooperativa, tanto en el terreno de la producción, como la exhibición,
divulgación, distribución, formación y también en el debate de las políticas
audiovisuales en los años de formación de la Comunidad Autónoma de Canarias”.
Vértigo es una asociación viva, fecunda en proyectos
cinematográficos, como la Muestra de Cine Iberoamericano Ibértigo o la
imaginativa muestra de cortos de un minuto y medio de duración, en relación al
concepto de ciudad, Muestra Visionaria.
Yaiza Borges, por el contrario, pertenece ya a la historia
del cine canario, y se halla embalsamada en publicaciones, tesinas y todo tipo
de reseñas, y sus restos de naufragio (boletines, hojillas, propuestas, libro
negro, revista Barrido, películas, carteles y sueños), metidas en cajas depositadas
en algún rincón oscuro del fondo documental y audiovisual de la Filmoteca
Canaria, recientemente traspasado al archivo provincial.
La otra noche, a la entrada de una de las sesiones del
Festival Internacional de cortometrajes Tenerife Shorts, alguien me felicitó.
¿Y eso? le dije. Por el premio, el premio a YB, es que el premio es a los
miembros del colectivo y no tanto a esa Yaiza Borges, con nombre de mujer
misteriosa (un nombre que llevó a mucha gente a la confusión, pues pensaban que
esa mujer existía), a los diez fundadores, aquellos cuyos nombres se grabaron
en las escuetas páginas del Libro Negro, fundidos con las proclamas y
propuestas que constituyeron su manifiesto por un cine posible (e imposible).
Reflexionando más tarde, advertí el paso de los tiempos, cómo en aquellos años
pasábamos de los premios (nos contentábamos con que salieran los proyectos, los
miembros del colectivo eran muy radicales, ya se sabe), y ahora la sensibilidad
es otra (se mide el éxito en el número de festivales en que has sido
seleccionado).
Juan Antonio Castaño, Fernando Gabriel Martín, Lales Alonso, Josep Vilageliu, Aurelio Carnero
La tarde del sábado 16 de diciembre, en la sala del TEA, se
proyectarán las dos bobinas de super8, único testimonio de la inauguración del
Cinematógrafo Yaiza Borges una noche lluviosa del mes de octubre de 1981 (y que
siguió lloviendo en cada uno de los siguientes aniversarios), en una sala de
cine cerrada de la calle General Mola (ahora avenida de las Islas Canarias) que
el ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife utilizaba para mítines político y es
en la actualidad un gimnasio.
Dos bobinas que rodó por su cuenta Antonio Jarque, un
compañero de Telefónica que nos ayudaba en los rodajes, intentando obtener una
perspectiva adecuada para encuadrar a tanta gente que desbordaba el hall de
entrada y se perdía por los pasillos y demás espacios de la sala de cine, con
su nuevo look en blanco y negro, que hacía juego con “Solo ante el peligro”, el
western de título alegórico con el que se inauguraba una inacabable (eso esperábamos)
sucesión de estrenos de películas clásicas y modernas que atraería a los
amantes de cine de la isla, ahítos de tantos títulos que se les habían
escamoteado y que empresarios apegados a lo seguro no se atrevían a programar.
El comienzo y el final. La proyección de las dos bobinas y
la de “The end”, la inclasificable película que rodaron los miembros del
colectivo tras el cierre de la sala, obligados por la deuda que se iba
acumulando, y que constituye un climax emotivo, la constatación de un fracaso,
la suma de una serie sketchs individuales que pretendían ser una reflexión
sobre los casi seis años de lucha (dos primeros años espléndidos y luego un ir
perdiendo espectadores e ilusiones), dominados por una pasión casi enfermiza que
los mantenía unidos en la adversidad (las películas que les hubiera gustado
hacer, los proyectos que los gobiernos de turno, de izquierda o de derecha,
fueron rechazando)
¿Qué fue de Yaiza Borges? Tras el cierre del cine volvieron
a juntarse en un proyecto colectivo, que se pretendía por un lado pedagógico y
por otro remontar la deuda y cerrar la hipoteca sobre unas tierras. Una
oportunidad en forma de cursos para parados de 440 horas, dos de Producción de
Vídeo y otras dos de Animación de cine-clubs, pues ingenuamente se pensaba que
las salas de los pueblos, una vez cerrados los cines y abiertos de nuevo como
salas de cultura de los diversos ayuntamientos, se pondrían en marcha nuevos
cine-clubs cuyos animadores se necesitaba formar, para organizar los ciclos,
confeccionar las hojillas y conducir los coloquios.
Y luego unos se marcharon (Fernando Gabriel Martín a Brasil,
tras su jubilación como catedrático de Cine, Bolaños a Marruecos, Javier Gómez
a Valencia, Pep a Argentina) y
otros nos quedamos, cada uno en su historia, mientras los años han ido trayendo
a nuevas generaciones de cineastas, que apenas saben ya nada de Yaiza Borges ni
falta que les hace.
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