viernes, 6 de julio de 2018

A VUELTAS CON EL CINE LEVE


Teníamos un tanto aparcado lo del Cine Leve. Aunque Daniel León Lacave seguía subrayando que su corto era un corto leve en los títulos de crédito, las polémicas del principio han prácticamente desaparecido, cuando desde las redes sociales se nos increpaba, cada vez que en El Escobillón Eduardo García Rojas comentaba algunas de las sesiones de cine leve en el TEA, y siempre había alguien amparado en el anonimato que acusaba a los leves de no saber hacer cine, aún sin haber visto ninguna de sus películas.


Cristina Piñero, en "Página en blanco", foto de Facundo Pérez


Los tiempos han cambiado, pero la maledicencia sigue corriendo por las redes como sangre derramada. Desde que Eduardo decidió tener el control de los comentarios, estos han irradiado todo el espectro de la nube como un cáncer desbocado.

De modo que ahora me encuentro diseñando con Daniel León Lacave la puesta en escena de los últimos planos de nuestro último cortometraje. Estamos en la Sala 2 de los antiguos multicines Aguere, reconvertido en espacio cultural y por unos instantes lo hemos convertido en una sala de cine alternativa, con la proyección de clásicos en versión original. Sabedores de que este cine no tiene mucho predicamento hemos distribuido a los amigos que han acudido como figurantes para que se acomoden aleatoriamente en la sala escalonada que tantas alegrías nos dio hace casi dos décadas y les hacemos mirar a un punto fijo de la pantalla.
Rodaje "Página en blanco, foto de attua Alegre
A la salida, la pareja protagonista se acerca al proyector de cine que se yergue en el vestíbulo como una escultura y le rinde un íntimo homenaje. Él se acuerda de una película de Godard donde Jean Paul Belmondo  iba una fiesta y se encontraba con un hombre tanto o más aburrido que él, era Samuel Fuller que estaba por casualidad en París rodando una película y Godard, que lo admiraba, por boca de Belmondo le pregunta qué es el cine. “El cine es un campo de batalla, le dice (nos dice), amor, odio, acción, violencia, muerte, en resumen, emoción”.
Rodaje de Página en blanco, foto de Attua Alegre
Luego instalamos un cartel de la película de Wim Wenders “El amigo americano”, una reliquia del antiguo Cinematógrafo Yaiza Borges, en un rincón de la sala y la pareja nos ofrece un beso de amor al cine, un plano que me recuerda a Godard, en el sentido que esta manera de hacer cine ha quedado fijada en mi inconsciente.

De modo que yo digo acción y todo se desencadena, yo sé que algunos directores opinan que mandar acción ejerce una especie de violencia y que los actores se estresan, y entonces dicen adelante o cuando tu quieras y cosas así, pero decir Acción es cumplir con un ritual sagrado, se trata de la acción que preconiza Fuller como la esencia del cine. A veces dices acción y no se mueve nada, o parece que no se mueve nada. Una vez se me ocurrió decir “No acción” a Miguel Ángel Rábade y se quedaron petrificados, nadie sabía qué hacer y yo vi cumplido mi propósito.

Pero estábamos hablando del Cine Leve y de Daniel León Lacave, o mejor dicho, de Daniel León Lacave y de mí, levistas convencidos, y de una experiencia enriquecedora que ha elevado lo leve al cuadrado.

Todo empezó cuando se frustró un proyecto que teníamos Laly y yo, que a mí me apetecía acometer. Me encontraba de nuevo en estos finales de ciclo que aquellos que llevan tiempo en proyectos de todo tipo conocen, esos momentos en que uno se encuentra al borde del precipicio,  los guiones se van amontonando mientras otros acometen proyectos de envergadura un día sí y otro también (lo de envergadura es relativo, dado el estado del cine canario), y los compañeros de siempre andan metidos en sus propios berenjenales.

Cuando esto ocurre siempre digo, hagamos una de cine leve, o sea, dejémonos de falsas expectativas y proyectos demasiado ambiciosos y pongámonos a trabajar. Hace unos días Laly y yo planeábamos ir a Barcelona o visitar alguna de las islas, y lo que hemos hecho es una película. Y es que a veces el viento se pone de cola y hay que decidirse. Daniel estaba en el paro y se ofreció venir a ayudarme, a René se le retrasó un rodaje en Lanzarote,  Facu Pérez disponía de una cámara de nueva tecnología con la que podíamos rodar de noche y hacer planos imposibles.

Dani llevaba tiempo insistiendo en que llamase a Cristina Piñero, con la que ya llevaba tres películas, y a Norberto Trujillo, que lo veía en todas partes, y siempre le decía que había rodado con todo el mundo menos conmigo. Así que nos reunimos un lunes, yo con un guión apresurado de menos de dos folios, y allí mismo decidimos empezar a rodar al día siguiente. Quiero decir que Dani tuvo que coger un avión casi con lo puesto y llegó al set de rodaje cuando ya teníamos el plano preparado.

Pero la cuestión más peliaguda era que mi intención no era que Dani me ayudase, sino que asumiese la autoría conmigo, digamos que mi propuesta era poner en action todas estas cuestiones sobre la filosofía de rodaje que ventilábamos en las redes, contrastando dos maneras de encarar la puesta en escena.

Otro problemas con el que nos enfrentábamos era una complicada producción, pues en el guión figuraban varias escenas con mucha gente, dos presentaciones de libros de poesía y público para una sesión de cine. Laly empezó a moverse y al poco tiempo (unas horas) ya contábamos con los dos poetas, confirmadas las localizaciones y comprometidas a unas cuantas personas.
Ernesto Suárez y Carlos Bruno habían presentado sendos poemarios hacía poco y les pedí que repitieran la jugada para la cámara, estaban a punto de marcharse de vacaciones y esta fue una de las razones para adelantar el rodaje en el Ateneo de La Laguna. Nos faltaba alguien que con una guitarra, como suele hacerse, acompañara el recital. Javier Marrero nos contestó desde Méjico, pero Damián Hernández, pareja de la actriz, también era músico y tocó una par de composiciones suyas. Sobre la marcha nos dimos cuenta de la potencia de la música de Damián y de su presencia, y entonces se nos ocurrió que Damián y su música fuese llevando y comentando la acción como una balada.

En el Cine Leve las películas van madurando a medida que se van haciendo, en un ambiente de trabajo muy satisfactorio para todo el mundo (es primordial generar una buena sinergia), aunque tenso (el factor tiempo siempre prima pero hay que saber gestionarlo). El Cine Leve parte de lo mínimo para alcanzar lo máximo, René nos lo recordaba el otro día, sacarle el máximo provecho de lo que tenemos delante, como si los actores y los espacios en los que disponemos la cámara guardaran en su interior, agazapadas, posibilidades asombrosas.

Qué parte de la película es mía y cuál es de Dani es algo que dejo para los estudiosos, o para los curiosos. Solo diré que algunos planos, de los mejores, son obra de Dani, como el de Cristina decidiendo qué vestido ponerse, pero la mayoría fueron pensados y diseñados a dúo, pues el Cine Leve tiene mucho de alquimia y de jazz y de cómo varios instrumentos se van turnando para ir tejiendo una pieza, inspirándose unos a los otros para ir depurando la composición o el plano hasta dejarlos a la satisfacción de todos los que han intervenido.

Solo cuatro tardes han sido necesarias para dejar listo un cortometraje de 26 minutos, a partir de un guión que iba modificándose a medida que la película iba adquiriendo densidad en el montaje y los personajes iban quedando definidos, gracias a la plasticidad de los rostros de unos actores en estado de gracia, en los que iban aflorando las emociones encuadre a encuadre mediante una gestualidad minimalista, muy bien medida, que no necesitaba rectificación alguna, y nos permitía a veces hacer una única toma, en una historia que se cuenta casi sin palabras, que yo había pensado en blanco y negro y que la suave paleta de colores que Facun me ofreció me hizo cambiar de opinión.

Veinticuatro horas más tarde de escribir este post, Daniel León Lacave publicaba en su blog "Algo que se parece a cine" su propio relato de la experiencia. Afirma que "el Cine Leve es un arte colectivo, donde la suma de las creatividades del director de fotografía, el sonidista, el músico o los actores dan un resultado que era incierto antes de empezar".

Terminado el rodaje, ya oscurecido, Dani aprovechó para acometer otro corto leve en la misma localización, el mismo equipo y casi los mismos actores, lo que me ofreció la posibilidad de presenciar en vivo una de las proezas del cine canario, cómo se iba construyendo una historia de bares y palabras no dichas en medio de la algarabía de un bar real y la salida, ajena al rodaje, de los espectadores de una obra de teatro (música, voces, risas y tintineo de vasos) a pocos pasos, mientras Ana Cristina maquillaba, René manejaba “su caña de pescar” (¡qué esfuerzo, vaya técnica la de embocar el micro a las bocas de los actores a cuatro metros de distancia!), y Facun se acercaba y se alejaba de los actores con su cámara flotante o perseguía a uno de ellos por todo el pasadizo de los Aguere hasta la calle, cómo alguien podía aclararse con tanto ruido, y qué ensayado parecía que lo tenían los actores (luego me enteré que Dani se los llevaba a un rincón y les pedía que contasen una anécdota graciosa y se riesen)
 Rodaje de "Entre amigos"





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