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Seguimos
con nuestros rodajes acelerados, dos días y medio para un cortometraje de 28
minutos, a la estela de los rodajes de Roger Corman de una semana para sus
adaptaciones de Edgar Alan Poe. ¿La fórmula? Ni idea. Quizás un equipo
reducido, aunque en esta ocasión ni siquiera experimentado, pues contábamos con
gente que no había pisado un rodaje. Un equipo compenetrado, entusiasta, un
plan de rodaje sin fisuras, quizás demasiado estresante, sin apenas pausas para comer,
pero que se demostró realista, pues el sábado terminábamos antes de las once de
la noche y el domingo a las siete de la tarde rodábamos el último plano.
Tras
varios retrasos se pudo fijar el rodaje de “No te mentiré” para el último fin
de semana de noviembre, debido a los continuos compromisos teatrales de la actriz Idaira
Santana. Por el camino habíamos rodado dos cortometrajes, un verdadero record.
A
Doris la conocíamos desde hacía varios años a través del productor Ángel
Falcón, compañero de la Telefónica donde habíamos trabajado. En una ocasión nos
llevó de jurado a un festival de Cine Submarino, pues una de mis actividades
más curiosas ha sido la de ayudar a unos aficionados a la fotografía
subacuática para que pudieran contar una pequeña historia filmando peces y algas bajo el
agua.
Doris es una periodista de un pueblo de León que lleva una agencia de noticias en Tenerife. Había colaborado en la figuración cuando rodamos “Modelos” y siempre decía que le gustaban mis películas. Así que cuando presentó su primera novela en el Círculo de Bellas Artes y nos dedicó el libro, aprovechó para sugerir que sería estupendo que hiciéramos un corto con su historia.
Doris es una periodista de un pueblo de León que lleva una agencia de noticias en Tenerife. Había colaborado en la figuración cuando rodamos “Modelos” y siempre decía que le gustaban mis películas. Así que cuando presentó su primera novela en el Círculo de Bellas Artes y nos dedicó el libro, aprovechó para sugerir que sería estupendo que hiciéramos un corto con su historia.
Le
di unas cuantas vueltas a la novela y vi que había algunas cosas en ella que me
interesaban. De modo que Laly Díaz le envió un mensaje y yo me apresuré a decirle
que en todo caso haría una versión muy libre y muy mía de su libro y que una de
las primeras cosas que haría sería suprimir por completo la presencia del
amante en el film, y que lo reduciría a la relación de las dos mujeres, a lo
que ella dijo que sí, que de acuerdo, y yo me puse a escribir el guión.
el guión de una novela donde una novelista escribe una novela
La
novela está contada a través de una periodista que, como la propia Doris, acaba
de escribir su primera novela, pero la protagonista es Lucía, una mujer que ha
escrito un diario sobre su relación con un hombre casado. De alguna forma, la
novela habla de la identificación de las personas, sean hombres o mujeres, con
los personajes de un relato, se trate de una novela, una película o un diario
íntimo, un tema que estaba ya en “Teatro de sombras”.
Compuse el guión como una muñeca rusa, Doris presenta una novela, dentro de la cual hay una novelista que a su vez lee un diario íntimo, y se iba a desarrollar mediante la alternancia de dos voces, la de la novelista, más objetiva, y la de Lucía, más doliente, de la misma manera que en la novela, de la cual yo extraje una serie de pasajes que sintetizasen todo el relato y este pudiera contenerse en un cortometraje. Tras la lectura, Doris me dio el visto bueno, sentenciando que había dejado la esencia de la novela.
Compuse el guión como una muñeca rusa, Doris presenta una novela, dentro de la cual hay una novelista que a su vez lee un diario íntimo, y se iba a desarrollar mediante la alternancia de dos voces, la de la novelista, más objetiva, y la de Lucía, más doliente, de la misma manera que en la novela, de la cual yo extraje una serie de pasajes que sintetizasen todo el relato y este pudiera contenerse en un cortometraje. Tras la lectura, Doris me dio el visto bueno, sentenciando que había dejado la esencia de la novela.
Doris Martínez presentando su novela en el Equipo Para
Me
enfrentaba de nuevo al problema de las adaptaciones cinematográficas de un
texto literario, el paso de un medio a otro muy distinto, que exige la
corporeización de los elementos sugeridos por la escritura. Ya lo había
intentado en “Página 45”, contando tan solo lo narrado en la página 45 de la
novela “La llave de cristal”, o el experimento que supuso el corto colectivo
“La tarjeta de crédito”, donde la voz en over leía el cuento al completo. En
este caso el texto de Doris Martínez es muy introspectivo y abstracto y apenas
hay acción.
Me
decidí por realizar un cortometraje muy literario, de las misma forma que en
otras ocasiones me he dejado seducir por la teatralidad, como en "Iballa", a
pesar de que en aquel caso no procedía de ningún texto previo. Lo literario iba
a impregnar la puesta en escena, dejando que las voces en over comentaran o se
enfrentaran a las imágenes, buscando en todo momento la confusión del punto de
vista, pues lo que en el fondo se narraba era la identificación de las dos
mujeres en sus respectivas renuncias, de tal manera que el texto de una
resonara en la otra.
Idaira Santana en un momento del rodaje
Tuve
claro desde el principio que idaira Santana iba ser Lucía. Para el personaje
de la escritora nos decidimos por Cathy Pulido, que ya había trabajado con nosotros
en “Teatro de sombras”, apenas unos meses atrás. Acompañando el estreno de “Página en blanco” en el TEA, se proyectó otro corto
leve de Daniel León Lacave, cuya protagonista era Cathy Pulido. Cathy se vino con Dani
desde Las Palmas y cuando Doris la vio nos dijo que siempre se había imaginado
el personaje de la novelista como ella, de modo que Laly aprovechó para
ficharla para nuestro corto.
Una
noche fuimos con Doris a ver restaurantes de la zona aledaña a la plaza de
España para ir viendo localizaciones. Ya no podíamos rodar en la sala de actos
del Círculo de Bellas Artes, donde había presentado la novela, porque el
Ayuntamiento había hecho cerrar este emblemático espacio cultural por falta de
permisos.
Doris sugirió el Equipo Para, del que también era socia, ubicado en uno de los escasos edificios supervivientes de la desastrosa transformación urbanística de Santa Cruz de Tenerife frente a la zona portuaria.
Por cuestiones logísticas, era conveniente rodar el máximo de secuencias por la misma zona, y Doris, que vivía al lado, conocía a mucha gente. Necesitábamos una terraza en la avenida Anaga, frente al muelle, y nos dirigimos al pub Lone Star. Cuando vi el local, con su mesa de billar al fondo, enseguida supe que iba a rodar algo allí, de modo que añadí una secuencia que no estaba prevista y que iba a ser fundamental dentro de la historia.
Doris sugirió el Equipo Para, del que también era socia, ubicado en uno de los escasos edificios supervivientes de la desastrosa transformación urbanística de Santa Cruz de Tenerife frente a la zona portuaria.
Por cuestiones logísticas, era conveniente rodar el máximo de secuencias por la misma zona, y Doris, que vivía al lado, conocía a mucha gente. Necesitábamos una terraza en la avenida Anaga, frente al muelle, y nos dirigimos al pub Lone Star. Cuando vi el local, con su mesa de billar al fondo, enseguida supe que iba a rodar algo allí, de modo que añadí una secuencia que no estaba prevista y que iba a ser fundamental dentro de la historia.
Cristina Piñero, Idaira Santana y Cathy Pulido
Me
había dado cuenta de que el final de la historia, con la renuncia de la
novelista al amor de Lucía, no se podía entender sin mostrar que era una
lesbiana sexualmente activa, por lo que decidí incluir un ligue de la novelista
con una chica que trabajaba en una boutique y a la que conocía por casualidad.
La secuencia en el Lone Star, que no estaba en la novela, iba a ser reveladora de las tensiones sexuales entre las tres mujeres. Pensé enseguida en Cristina Piñero para ese papel, a la que había pedido ayuda en la dirección y nos iba a acompañar durante todo el rodaje.
La secuencia en el Lone Star, que no estaba en la novela, iba a ser reveladora de las tensiones sexuales entre las tres mujeres. Pensé enseguida en Cristina Piñero para ese papel, a la que había pedido ayuda en la dirección y nos iba a acompañar durante todo el rodaje.
También
añadí la escena de la piscina, pues siguiendo los postulados del cine leve hay
que aprovechar aquello que el azar nos ponía delante, y el chalet construido en
una de las laderas de La Matanza sobre el mar, que pertenecía a un conocido de
Doris, disponía de piscina.
Hay
muchas cosas que no están en la novela. Me interesaba, y al mismo tiempo me
preocupaba, la relación del texto, las voces en over, y la imagen. Ya lo
habíamos experimentado en los aós 70 de una manera radical cuando de manera
colectiva rodamos “La tarjeta de crédito”, en la que yo mismo leía el texto del
cuento que adoptábamos en su integridad, a veces sobre la imagen en negro y
otras con imágenes que el texto nos sugerían, dejándolas en su más pura
significación.
Cathy Pulido grabando la voz en over
Al
comienzo de “No te mentiré” se escucha el murmullo de varias voces en un
espacio que no se desvelará hasta varios minutos después, y sobre las imágenes
de alguien que enciende la lámpara de noche para responder a una entrada de
wasapp se escucha una voz narrando una escena que no se corresponde
estrictamente con lo que se ve, sino que existe un desplazamiento. Tras estas
imágenes, descubriremos que la voz corresponde a Doris que se halla en una sala
frente a un auditorio leyendo un pasaje de la novela que presenta.
Más
adelante, la escritora invita a una de sus oyentes más entusiastas a tomar unos
vinos y esta le cuenta su historia con un hombre casado. Ambas recorren el
espacio de aquel primer encuentro, de tal manera que en la pareja de las dos
mujeres recorriendo los senderos más recóndidos del parque resuena aquel primer
paseo con el hombre casado, y la secuencia del hotel que se narra en el libro
tan solo se sugiere mediante planos del hotel vacío, los pasillos, el ascensor,
la puerta de la habitación, la amplia cama todavía sin deshacer.
Por
una de estas casualidades de la vida, Cathy Pulido apareció por Tenerife una
semana antes del comienzo previsto para el rodaje, contratada para una de las escenas de una película internacional que se
estaba rodando en la isla, de modo que tuvimos tiempo de hablar con ella,
probar vestuario y grabar su voz en over en casa de Facun, que se había
construido una cabina de grabación para sus reportajes.
Establecimos
que el vestuario de Idaira y de Cathy iría en consonancia con el desarrollo de
la relación entre ambas: opuesto al principio (negro para Idaria y el rojo para
Cathy en la presentación del libro), un vestuario similar en el tramo donde salen juntas y más oscuro en la secuencia final. Cada una de ellas se traía de casa la ropa
apropiada y sobre la marcha iríamos decidiendo, en consonancia con los tonos de
cada una de las localizaciones.
Daniel
León Lacave no podía esta vez ayudarme en la dirección porque estaba con otro
rodaje en Las Palmas, una historia ambientada durante la posguerra. Se lo pedí
a Joaquín Ayala, teórico del cine sin la experiencia de los rodajes, que ya me
había echado una mano una noche en Tegueste con “Del amor y otras necesidades”.
Pensaba que unos ojos analíticos en el set de rodaje podían serme de más ayuda
que en la fase final, ya con la película editada, pues su criterio siempre bien
fundamentado en el análisis y degustación del cine que ambos compartimos, me
ha ayudado a desprenderme de algunos planos y acortar otros.
Tampoco
podía contar con René Martín en el sonido, pues estaba metido en otros rodajes.
René nos puso en contacto con Mike Espino, que nos había echado una mano en un
par de planos cuando rodamos la escena de la salida del cine en “Página en
blanco”, y con él formamos enseguida un buen equipo.
Establecí
un plan de rodaje de dos fines de semana, con un inicio el sábado por la tarde
en el Para, seguido por el rodaje de dos secuencias en dos restaurantes, la
secuencia en el Lone Star y el paseo por el parque ya entrada la noche. Estaba todo muy cerca, podíamos ir
caminando de un sitio a otro, en una de los restaurantes podíamos incluso tomar
algo.
Confiaba
en la factibilidad de este plan de hierro que me había forjado, la experiencia
del rodaje improvisado y ultrarrápido de “Página en blanco”, como un
entrenamiento para este rodaje, me había dado la confianza necesaria. Contaba
con el buen hacer de Laly en la producción y la rapidez de Facun y de Mike y la experiencia de
las actrices, que casi te hacen la película ellas solas sin necesidad de
llevarlas de la mano, plano a plano. El resultado me dio la razón, porque una
vez montada la película ahí estaban los personajes, todos muy vivos, y sin
ellos la película no podría sostenerse, hubiera sido un ejercicio estéril y sin
alma.
Finalmente estos dos fines de semana se redujeron a uno solo, pues a Idaira se le
complicaron las cosas al surgirle más funciones con su espectáculo teatral, el
mes de diciembre parece ser un buen mes para los teatreros. De modo que en el
tiempo de rodar una escena se rodaban dos, aprovechando un mismo escenario.
El
sábado por la mañana, mientras preparábamos el set de rodaje en el Para, decidí
adelantar ya algo y rodar una secuencia con Cathy prevista para la semana siguiente
en la terraza del Para, ubicada en la parte superior del edificio, desde el
cual se podía contemplar el puerto con sus buques, grúas y animación A Facun se
le ocurrió montar la cámara en la grúa y hacer un plano que subrayase la idea
de la lejanía, los pensamientos de la novelista cuya lectura del diario de Lucía
la llevan a su pasado.
Con
este plano, el buque que hace el recorrido entre Las Palmas y Tenerife ocupando
la centralidad del encuadre, hacía innecesario el plano previsto de un barco
alejándose. Se trataría de nuevo de estas indicaciones de guión, muy explícitas
en cuanto a intenciones, pero que constituyen tan solo una guía para el
encuentro del plano definitivo durante la puesta en escena.
Ya
avanzada la noche nos dirigimos al Parque García Sanabria llevando el pequeño brazo articulado
de la grúa para hacer un plano que se me había ocurrido de una de las ninfas de
piedra que bordean uno de los senderos, mientras una de las actrices se aleja,
como si la estatua la siguiese con la mirada, un plano de reminiscencias
oníricas que siempre ayuda a la narración a alejarse de lo anecdótico para
entrar en regiones más indefinibles.
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