Ayer tarde el TEA ofreció una nueva tanda de cortometrajes, rompiendo la tónica de las sesiones semanales de los jueves, que por motivos que se me escapan se ven muchas veces interrumpidas. Esta semana, quizás para compensar, el jueves se estrena la última producción del colectivo DIGITAL 104, el corto dirigido esta vez por Domingo González, resultado de la co-producción financiera con Canarias Cultura en Red y que este año, por la dichosa crisis, no se estrena con todos los honores en la sala de cine de los Renor-Price como era habitual, en una copia en 35mm. a partir del kinescopado de la imagen digital, sino que se deja que cada productora se busque la vida para conseguir un estreno en condiciones.
La pequeña sala del TEA, aunque muy confortable y con un sistema de proyección que los cineastas de Gran Canaria nos envidian, no puede compararse en capacidad con los multicines y mucho menos con la excelencia del extinto cine Víctor, aunque recuperado como sala para otros menesteres gracias a la iniciativa privada.
Hasta ahora, la práctica de los estrenos nos había habituado a diferenciar claramente los estrenos con respaldo de dineros públicos (copias en 35 mm. en pantalla grande y la presencia de representantes de las instituciones colaboradoras) y la exhibición de cortometrajes e incluso de largometrajes producidos de manera independiente (es decir, con la natural penuria económica y en condiciones casi siempre heroicas, pues gracias al buen hacer y el entusiasmo de los miembros de los equipos tanto técnicos como artísticos, que trabajan sin compensaciones económicas de ningún tipo, logran a veces unos resultados espectaculares).
Ayer presentaban sus trabajos varios directores que en los últimos años han conseguido en poco tiempo una filmografía considerable. Si bien Rishi Daswani llevaba ya algunos años separado de su pasión por el cine, debido a las obligaciones de su trabajo profesional, el periodista Iván López llegó a rodar 5 cortos en 2010, uno de ellos co-dirigido con el actor Lamberto Guerra (un musical nada menos), gracias quizás a su presencia en el Festivalito de La Palma, capaz de incrementar la adrenalina de los cineastas participantes durante los siete días que dura la estresante competición, que consiste en rodar un corto en unos pocos días y en las condiciones de aislamiento que supone rodar en una isla alejada de los medios de producción habituales (algo así como un París-Dakar).
Uno de los requisitos era la limitación en la duración del corto, que no debía superar los 5 minutos.
Iván López rodó allí Mientras anochece, consiguiendo de sus cuatro actores una interpretación veraz y emotiva, que la cámara registró mediante una planificación nerviosa, muy cercana a sus rostros, atenta a los mínimos gestos, a las miradas y a los silencios de los personajes, intentando desvelar los sentimientos encontrados de dos parejas, una supuestamente feliz, que va a tener un hijo, y que provoca en la otra la emergencia de contradicciones insolubles, abocados a un desenlace que el director nos elude. El corto que se exhibió ayer fue un remontaje del corto original, con el añadido de materiales rodados en la isla, alargando (yo creo que innecesariamente) el monólogo del chico en el coche, mientras ella calla y con su silencio consigue espesar la distancia que los separa.
Iván co-dirige con Rishi Daswani el corto de este, rodado como explicó Iván López en la presentación del acto, a lo largo de una tarde. Rishi, que aporta la idea y el guión, sigue el esquema de la totalidad de sus cortos, que consiste en plantear una única situación y darle la vuelta el final, jugando con las expectativas del espectador y con la ambigüedad en el planteamiento de la situación y con los códigos genéricos. Este guiño final lastra a veces el desarrollo de la historia, al hacerlo depender en exceso del mecanismo del truco.
En Un día cualquiera por ejemplo, la preocupación de unos amigos sentados en un banco por una juventud echada a perder por la droga, y que en el último momento se desvela que son ellos los que la distribuyen, pone a descubierto la hipocresía de una sociedad que tiene una doble moral.
En El resultado, el corto que nos ofreció ayer, el final (in)esperado hace saltar por lo aires retroactivamente el discurso bienintencionado del varón, abrumado por los resultados clínicos que se le ocultan en el interior de un sobre que no se atreve a abrir. Lastrado por unos diálogos en exceso evidentes, Javier Martos, actor incondicional de todos los cortos de Rishi, y Marta Viera, protagonista del corto de Iván López, soportan con su gestualidad y las emociones a flor de piel la difícil e incómoda situación que Rishi plantea, y que Iván fotografía con esta nueva cámara digital que permite el juego de los enfoques y desenfoques del cine de celuloide, y configura una estética distinta, más cercana a los presupuestos e intenciones del cine de "guerrilla" del Festivalito que del cine más reposado de un David Delgado.
Esta estética del primer plano y la utilización del mismo compositor para una banda sonora minimalista a base de piano, hermana ambas cintas.
Mucho más distinta es la última producción de Josué Ramos, que volvió a sorprendernos por sus continuos cambios de registro, de la comedia bufa de "Killing time" a la ciencia ficción en "New order", que presagiaba un director con predilección por las películas de acción, planos percutantes y cámara en mano desenfrenada, y que ahora se presenta con un ejercicio de estilo pausado, donde la palabra es sustituida drásticamente por una banda sonora musical casi permanente, que cambia incluso en el interior de un mismo plano.
Música e imagen centran la atención del espectador, por encima de la historia que se cuenta, una opción que me recuerda el cine nostálgico de Terence Davis, en su querencia por revivir los tiempos de su infancia. Pero Josué Ramos se limita a presentarnos un cuento cruel, una tragedia cuya magia final nos cura de las heridas de lo real, convirtiendo los materiales de base (esos niños que se creen supermán y en su juego saltan por la ventana) en una reflexión metacinematográfica sobre cómo el drama se puede convertir en gozo estético.
Muy atinados comentarios, Josep, con los que estoy muy de acuerdo. Espléndido lo de Josué Ramos.
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