La etiqueta Cine Leve ayuda a darle una imposible coherencia a la reunión de cortos a todas luces disímiles y estrenar juntos en Tenerife o en Gran Canaria asegura para los que juegan fuera un mínimo de público imantado por el equipo local.
Por un motivo u otro el número de espectadores se mantuvo constante respecto al de otras ocasiones, que no llena la sala (y menos mal porque desde las primeras filas ver películas es una tortura), pero que da la impresión de que está llena, superando el síndrome del vaso medio lleno o medio vacío.
En Gran Canaria los directores locales, Daniel y Adrián, se vieron respaldados por algunos de sus actores cuando las presentaciones y aupados por sus fans en la sala, mientras que "Rondó" tuvo la suerte de la presencia de Enzo Scala, profesor de la Escuela de Actores en las sedes de ambas islas, y que ese día le tocaba dar clase en Las Palmas, y aprovechó para invitar a sus alumnos. La sesión acabó con los aplausos pertinentes, ni muy enfervorizados ni tampoco protocolarios, más bien lo justo.
La actriz Acerina Cruz y Adrián González
Enzo Scala inclinándose ante un micrófono demasiado bajo
Esa noche David Delgado me mostró su último trabajo, un poema zen rodado sin moverse de la azotea de sus casa, y otro ensayo sobre la misteriosa e inaprensible esencia de lo cinematográfico, que rescata al personaje trípode al hombro que recorría las calles y plazas de Las Palmas de su "Filmología Imaginaria", para situarlo en esa tierra de nadie que rodea las grandes ciudades, donde el paraje bucólico convive con destartaladas estructuras que ha perdido su razón de ser. Es increible la de rincones que uno puede atrapar con el encuadre de la cámara si sabe uno mirar.
David Delgado ama el silencio y desconfía de las músicas que adormencen los sentidos en los films. En su poema zen recoge y edita los sonidos que le llegan a su casa, desde los más cercanos y reconocibles al rugido lejano de la gran ciudad. Que desde esta perspectiva valore una película con un 90% de música como es "Rondó" es ya un halago en toda regla, aunque lo que más aprecia es la larga secuencia de la casa con sus sonidos diegéticos (el secador, el videojuego, la película en la tele, y los más leves de la respiración o el crujido de la ropa).
En Tenerife se repite el ritual. Van llegando los amigos habituales y aparecen otros desde el túnel del tiempo que han reconocido mi nombre en la entrevista de El Día y corren a saludarme. Entre los que por un motivo u otro esta vez fallan y los de la primera vez el número de espectadores se mantiene constante. Daniel no puede venir porque nadie le paga el viaje y al día siguiente empieza un nuevo trabajo en la hostelería, no sea que llegue tarde el primer día. Adrián aparece con su disco duro conteniendo su corto en HD (en Las Palmas lo proyectaron así y menuda la diferencia con los de los demás) pero en el TEA la proyección es impecable con los cortos comprimidos en un dvd y se decide por proyectarlo así.
Otro asunto es el del sonido. René se disgusta al escuchar los primeros compases de prueba y dice que el local, que todos sabemos que se diseñó para conferencias y no para la proyección de películas, no tiene dinámica. Podríamos traer cartones de huevos y forrar las paredes, bromeamos. Me acuerdo del enorme teatro de Vecindario, sede de la muestra San Rafael en Corto, que tuvo que reformarse porque no reunía las adecuadas condiciones acústicas, con la instalación de grandes paneles en el techo y en las paredes que absorbieran el sonido.
René ha ido añadiendo instrumentos en su composición, desde la primera maqueta que me entregó nada más terminar el primer montaje y que ya entonces me entusiasmó, hasta la definitiva banda sonora que dos días antes del estreno me trajo a casa. Hay ahí toda una orquesta de cámara y algunos instrumentos no se escuchan en la sala del TEA, me dice compungido.
No obstante el público valora la música, no sé si por encima de la película o integrada en ella como era la intención, pero una música a fin y al cabo que está ahí para ser escuchada. Tampoco un rondó como yo le había pedido y que en un momento dado abandonó porque le limitaba en su trabajo de adecuación con la imagen. Juan Puelles, antes musicólogo que cineasta, ya tomándonos unas cervezas y celebrando el estreno en la plaza de la Madera como otras veces, le da el visto bueno (y eso que unos meses antes y en el facebook había puesto el grito en el cielo, ¡cómo no sea un rondó…!)
La foto familiar a la salida del TEA, con los integrantes del equipo de Rondó (no todos)
Daniel León Lacave colma las expectativas con su manera de contar historias con la cámara en sus dos piezas breves (es ya la tercera muestra de cine leve en el TEA). A mí me gusta mucho "Ruido", con la presencia telúrica de Cathy Pulido en este primer plano con el que se abre el film. Me parece muy conseguida en su brevedad la concordancia de la problemática personal y social con la que a veces accedemos a una manifestación de protesta, una polémica que levantó ampollas en el lejano mayo del 68, cuando se discutía con ardor cual era prioritaria, si la revolución personal o la social. La expresividad de los actores, ayudados por el ágil montaje de unos planos tomados sin preparación en medio de la multitud, configura una pequeña historia personal que se desarrolla sin palabras, con el ruido amplificado de los gritos de los manifestantes.
Todos nos nutrimos de algunas partes de nuestro yo cuando desarrollamos una historia, pero sabemos enmascararla para que ni siquiera nosotros mismo nos demos cuenta, pero hay otros creadores para quienes el cine o la literatura es un psicoanálisis que se pretende liberador.
Dani tiene una gran habilidad en dirigir a los actores, de un modo intuitivo pone en práctica esa levedad preconizada por esta filosofía de rodaje, que consiste en soltar el sedal y dejar una gran libertad al equipo, pero manteniendo siempre el control sobre todos los aspectos creativos, en relación a su idea del film. Borja está impecable como marido y padre, componiendo un personaje en las antípodas del comediante de “Una puta crítica” pero igual de convincente junto a Penélope Acín, así como Cathy Pulido y Ragüel Santana en “Ruido”.
En la presentación, Dani afirmaba que "Ruido" es un film experimental, hecho sin guión. Creo que Dani no se ha dado cuenta que esa sensación de vértigo ante su obra es la del actor de teatro antes de salir a escena, o la del trapecista al que le han quitado la red. Dani, que se inició con unos storyboards de hierro, por su pasado como historietista, dio un vuelco en su manera de hacer cine cuando abrazó el Cine Leve. Le ha llegado el momento en que uno ha interiorizado el guión y le parece que no existe.
Adrián González, en cambio, aterriza y no se lo cree con lo del Cine leve y presenta "Silvia", un ejercicio de estilo que le ayuda a desentumecer los músculos creativos en su trabajo como publicista gráfico (así lo cuenta en la presentación). Para ello mezcla texturas, planos desenfocados, planos en blanco y negro y planos en blanco y negro que de repente adquieren color, poniendo en escena un triángulo trágico cuyo desenlace despeja las incógnitas de los diversos planos narrativos que se suceden. Se nota, quizás demasiado, su procedencia como director de fotografía, por encima de una dirección de actores que adolece de credibilidad, quizás por no haberles dedicado la misma atención que a la composición de los planos. Los planos de la playa son hermosos y retrata a sus actores con mimo y preciosismo.
En una entrevista publicada en El Día previa al estreno de "Rondó" en el TEA, en Santa Cruz de Tenerife, José Andrés Dulce me preguntaba si Ophuls o Renoir habían sido fuente de inspiración para el corto. Renoir, sin duda, ya estaba en la primera escaleta del guión, cuando señalaba para la primera secuencia un paseo por el jardín a la manera de "La comida sobre la hierba". Me interesaba reflejar esa joie de vivre de los personajes en contacto con la naturaleza, solo que en Rondó es una naturaleza artificial. La secuencia resultó muy colorista, con los rojos y los verdes predominantes y la deslumbrante belleza de los primeros planos de Leonor y Winslow, con el allegro de la música y los minimalistas pases de baile de la pareja joven, una secuencia que cautivó al público.
Pero la influencia renoirana del primer movimiento deja paso al misterio lyncheano de la desaparición de una de las parejas, que no por casualidad se inicia con la escena del teatro. Ya en Nube9 intenté poner en escena una escena similar, con el viajero penetrando en un pequeño teatro donde también como único espectador presencia la sensual danza de una misteriosa bailarina. Como en "Mulholland Drive", el espectáculo que presencian propiciará un viaje sin retorno hacia el otro lado, donde reina el imaginario que cada uno se fabrica, y así una de las parejas acaba transmutada en la otra, la que posee los atributos que ellos han perdido hace tiempo y ahora desean.