viernes, 8 de marzo de 2013

Ruido, Silvia y Rondó en el CICCA y en el TEA

"Rondó se estrena simultáneamente en Gran Canaria (día 5 de marzo, en el CICCA) y en Tenerife (7 de marzo en el TEA), junto a otros tres cortometrajes, “Ruido” y “Mirando hacia atrás” de Daniel León Lacave, y “Silvia” de Adrián González, que es por un lado una muestra de Cine Leve y por otra una muy útil combinación de cortos de una isla y la de enfrente.



La etiqueta Cine Leve ayuda a darle una imposible coherencia a la reunión de cortos a todas luces disímiles y estrenar juntos en Tenerife o en Gran Canaria asegura para los que juegan fuera un mínimo de público imantado por el equipo local.

Por un motivo u otro el número de espectadores se mantuvo constante respecto al de otras ocasiones, que no llena la sala (y menos mal porque desde las primeras filas ver películas es una tortura), pero que da la impresión de que está llena, superando el síndrome del vaso medio lleno o medio vacío.

En Gran Canaria los directores locales, Daniel y Adrián, se vieron respaldados por algunos de sus actores cuando las presentaciones y aupados por sus fans en la sala, mientras que "Rondó" tuvo la suerte de la presencia de Enzo Scala, profesor de la Escuela de Actores en las sedes de ambas islas, y que ese día le tocaba dar clase en Las Palmas, y aprovechó para invitar a sus alumnos. La sesión acabó con los aplausos pertinentes, ni muy enfervorizados ni tampoco protocolarios, más bien lo justo.

La actriz Acerina Cruz y Adrián González

Enzo Scala inclinándose ante un micrófono demasiado bajo

Imposible calibrar el efecto de los cortos, los jóvenes alumnos de la escuela rodearon a su profesor y lo llenaron de elogios y con el grupito de incondicionales nos fuimos a tomar algo, de modo que tampoco por ahí se sacó nada en claro, más allá de que "Rondó" les parecía lo mejor de mi última cosecha o por lo menos lo más redondo (que es una cualidad de un rondó).



Esa noche David Delgado me mostró su último trabajo, un poema zen rodado sin moverse de la azotea de sus casa, y otro ensayo sobre la misteriosa e inaprensible esencia de lo cinematográfico, que rescata al personaje trípode al hombro que recorría las calles y plazas de Las Palmas de su "Filmología Imaginaria", para situarlo en esa tierra de nadie que rodea las grandes ciudades, donde el paraje bucólico convive con destartaladas estructuras que ha perdido su razón de ser. Es increible la de rincones que uno puede atrapar con el encuadre de la cámara si sabe uno mirar.

David Delgado ama el silencio y desconfía de las músicas que adormencen los sentidos en los films. En su poema zen recoge y edita los sonidos que le llegan a su casa, desde los más cercanos y reconocibles al rugido lejano de la gran ciudad. Que desde esta perspectiva valore una película con un 90% de música como es "Rondó" es ya un halago en toda regla, aunque lo que más aprecia es la larga secuencia de la casa con sus sonidos diegéticos (el secador, el videojuego, la película en la tele, y los más leves de la respiración o el crujido de la ropa).

En Tenerife se repite el ritual. Van llegando los amigos habituales y aparecen otros desde el túnel del tiempo que han reconocido mi nombre en la entrevista de El Día y corren a saludarme. Entre los que por un motivo u otro esta vez fallan y los de la primera vez el número de espectadores se mantiene constante. Daniel no puede venir porque nadie le paga el viaje y al día siguiente empieza un nuevo trabajo en la hostelería, no sea que llegue tarde el primer día. Adrián aparece con su disco duro conteniendo su corto en HD (en Las Palmas lo proyectaron así y menuda la diferencia con los de los demás) pero en el TEA la proyección es impecable con los cortos comprimidos en un dvd y se decide por proyectarlo así.

Otro asunto es el del sonido. René se disgusta al escuchar los primeros compases de prueba y dice que el local, que todos sabemos que se diseñó para conferencias y no para la proyección de películas, no tiene dinámica. Podríamos traer cartones de huevos y forrar las paredes, bromeamos. Me acuerdo del enorme teatro de Vecindario, sede de la muestra San Rafael en Corto, que tuvo que reformarse porque no reunía las adecuadas condiciones acústicas, con la instalación de grandes paneles en el techo y en las paredes que absorbieran el sonido.

René ha ido añadiendo instrumentos en su composición, desde la primera maqueta que me entregó nada más terminar el primer montaje y que ya entonces me entusiasmó, hasta la definitiva banda sonora que dos días antes del estreno me trajo a casa. Hay ahí toda una orquesta de cámara y algunos instrumentos no se escuchan en la sala del TEA, me dice compungido.

No obstante el público valora la música, no sé si por encima de la película o integrada en ella como era la intención, pero una música a fin y al cabo que está ahí para ser escuchada. Tampoco un rondó como yo le había pedido y que en un momento dado abandonó porque le limitaba en su trabajo de adecuación con la imagen. Juan Puelles, antes musicólogo que cineasta, ya tomándonos unas cervezas y celebrando el estreno en la plaza de la Madera como otras veces, le da el visto bueno (y eso que unos meses antes y en el facebook había puesto el grito en el cielo, ¡cómo no sea un rondó…!)

La foto familiar a la salida del TEA, con los integrantes del equipo de Rondó (no todos)

Daniel León Lacave colma las expectativas con su manera de contar historias con la cámara en sus dos piezas breves (es ya la tercera muestra de cine leve en el TEA). A mí me gusta mucho "Ruido", con la presencia telúrica de Cathy Pulido en este primer plano con el que se abre el film. Me parece muy conseguida en su brevedad la concordancia de la problemática personal y social con la que a veces accedemos a una manifestación de protesta, una polémica que levantó ampollas en el lejano mayo del 68, cuando se discutía con ardor cual era prioritaria, si la revolución personal o la social. La expresividad de los actores, ayudados por el ágil montaje de unos planos tomados sin preparación en medio de la multitud, configura una pequeña historia personal que se desarrolla sin palabras, con el ruido amplificado de los gritos de los manifestantes.


"Mirando hacia atrás" es un ejercicio masoquista y Dani lo sabe, porque pone en boca del personaje interpretado por Penélope Acín unas frases dirigidas a sí mismo, afirmando que disfruta con el requemor que le producen los recuerdos. El hijo de la pareja separada es interpretado por el propio hijo de Dani y éste termina el corto con imágenes en super8 del niño cuando era pequeño y jugaba en el parque.

Todos nos nutrimos de algunas partes de nuestro yo cuando desarrollamos una historia, pero sabemos enmascararla para que ni siquiera nosotros mismo nos demos cuenta, pero hay otros creadores para quienes el cine o la literatura es un psicoanálisis que se pretende liberador.



Dani tiene una gran habilidad en dirigir a los actores, de un modo intuitivo pone en práctica esa levedad preconizada por esta filosofía de rodaje, que consiste en soltar el sedal y dejar una gran libertad al equipo, pero manteniendo siempre el control sobre todos los aspectos creativos, en relación a su idea del film. Borja está impecable como marido y padre, componiendo un personaje en las antípodas del comediante de “Una puta crítica” pero igual de convincente junto a Penélope Acín, así como Cathy Pulido y Ragüel Santana en “Ruido”.

En la presentación, Dani afirmaba que "Ruido" es un film experimental, hecho sin guión. Creo que Dani no se ha dado cuenta que esa sensación de vértigo ante su obra es la del actor de teatro antes de salir a escena, o la del trapecista al que le han quitado la red. Dani, que se inició con unos storyboards de hierro, por su pasado como historietista, dio un vuelco en su manera de hacer cine cuando abrazó el Cine Leve.  Le ha llegado el momento en que uno ha interiorizado el guión y le parece que no existe.

Adrián González, en cambio, aterriza y no se lo cree con lo del Cine leve y presenta "Silvia", un ejercicio de estilo que le ayuda a desentumecer los músculos creativos en su trabajo como publicista gráfico (así lo cuenta en la presentación). Para ello mezcla texturas, planos desenfocados, planos en blanco y negro y planos en blanco y negro que de repente adquieren color, poniendo en escena un triángulo trágico cuyo desenlace despeja las incógnitas de los diversos planos narrativos que se suceden. Se nota, quizás demasiado, su procedencia como director de fotografía, por encima de una dirección de actores que adolece de credibilidad, quizás por no haberles dedicado la misma atención que a la composición de los planos. Los planos de la playa son hermosos y retrata a sus actores con mimo y preciosismo.



En una entrevista publicada en El Día previa al estreno de "Rondó" en el TEA, en Santa Cruz de Tenerife, José Andrés Dulce me preguntaba si Ophuls o Renoir habían sido fuente de inspiración para el corto. Renoir, sin duda, ya estaba en la primera escaleta del guión, cuando señalaba para la primera secuencia un paseo por el jardín a la manera de "La comida sobre la hierba". Me interesaba reflejar esa joie de vivre de los personajes en contacto con la naturaleza, solo que en Rondó es una naturaleza artificial. La secuencia resultó muy colorista, con los rojos y los verdes predominantes y la deslumbrante belleza de los primeros planos de Leonor y Winslow, con el allegro de la música y los minimalistas pases de baile de la pareja joven, una secuencia que cautivó al público.


Pero la influencia renoirana del primer movimiento deja paso al misterio lyncheano de la desaparición de una de las parejas, que no por casualidad se inicia con la escena del teatro. Ya en Nube9 intenté poner en escena una escena similar, con el viajero penetrando en un pequeño teatro donde también como único espectador presencia la sensual danza de una misteriosa bailarina. Como en "Mulholland Drive", el espectáculo que presencian propiciará un viaje sin retorno hacia el otro lado, donde reina el imaginario que cada uno se fabrica, y así una de las parejas acaba transmutada en la otra, la que posee los atributos que ellos han perdido hace tiempo y ahora desean.





viernes, 1 de marzo de 2013

CÓMO SURGE RONDÓ

La feliz ocurrencia de Miguel Ángel Rábade con lo del Cine Leve tuvo sus repercusiones en la red y se organizaron varios ciclos de cine leve en el TEA, que incluían algunos cortos rodados por un grupo de cineastas de Las Palmas que solían hacer sus cortos ayudándose entre sí.

Aunque el excelente director de fotografía David Delgado, más individualista y renuente a que le encasillen de una forma u otra, se desprendió de la etiqueta a la primera de cambio, Daniel León Lacave terminó identificando sus cortos posteriores como cine Leve ya desde los títulos de crédito, tras dar un giro radical en su forma de entender y practicar el cine.

El hecho fue que procurábamos estrenar juntos en el TEA y Eduardo García Rojas, en su blog El Escobillón, empezó a preguntarse qué era eso del cine leve hasta terminar siendo uno de los más encendidos defensores de aquel cine independiente y sin medios que, de una manera periódica, proyectábamos aquí y allá sin dar tregua al espectador, conformando una nueva mirada.

Como además compartíamos cinefilia, en cada ocasión que nos veíamos, a cuenta de alguna proyección, conversábamos hasta altas horas de la noche. Yo me moría de ganas de rodar algo con ellos en la isla de enfrente y ellos, a su vez, se planteaban venir a Tenerife y rodar algo conmigo. Lo intenté con Nube9, ir a Las Palmas y rodar un par de secuencias del corto, lo hablé con ellos y con Lamberto Guerra, incluso estuvimos a punto de ir un fin de semana, pero pasaban los días y lo vi muy complicado.

Fue con Pedro García con quien me comprometí a enviarle un guión para rodar allí, ellos harían la producción, contaba con David Delgado en la fotografía, Pedro o Dani me ayudarían en la dirección. Me pusieron en contacto a través de facebook con algunos actores que solían trabajar con ellos. Yo había visto “El hijo Pasolini” de Pedro y me gustaron los dos protagonistas. Pensé en ellos, al ir visualizando el corto, para una de las parejas. Para la otra pensaba en Lamberto Guerra y en Penélope Acín, que me había deslumbrado en los últimos cortos de Dani, tanto en comedia como en papeles dramáticos.


Tanto el título, Rondó, como la historia, me vinieron solos. Suelo imaginar primero la historia, la voy visualizando en mi cabeza como si estuviera viendo ya el corto terminado, antes de sentarme a escribir la primera palabra. Cuando tengo claro el comienzo, el desarrollo de las secuencias y el final, es entonces cuando lo voy transcribiendo y le doy forma literaria. La primera escritura es una simple descripción de los hechos, buscando cada palabra para que quien lo lea pueda visualizarlo de alguna manera, sin terminología técnica. Incluso el diálogo está abocetado.

Escribí Rondó para unos determinados actores y en unas localizaciones precisas de Gran Canaria, la playa de Las Canteras y el Jardín Botánico de Tafira, que se extiende en el fondo de un barranco, cerca de la ciudad de Las Palmas que Laly y yo visitamos en una ocación.

Decidimos rodar durante el mes de julio, el tiempo es bueno y la gente suele tener más tiempo libre.  Pero los actores empezaron a desdecirse uno a uno, por diversas circunstancias. Simplemente no podían comprometerse para estas fechas. Creamos un grupo de trabajo en facebook, como ya venía siendo habitual, donde colgábamos las sucesivas versiones del guión y Dani fue añadiendo posibles actores para que lo leyeran y comentaran, pero tan solo Penélope Acín respondió, residía en Madrid pero en julio regresaba a Las Palmas para estar con la familia y ver a los amigos, de modo que las fechas coincidían. En vista de cómo iban cayendo las fichas, y la dificultad de encontrar las localizaciones de interiores en Las Palmas, tomé la decisión de traer el proyecto a casa, con Dani, Pedro y Penélope, y completar el equipo con actores y técnicos locales. A última hora Penélope también se descolgó, Pedro tenía otros compromisos y Dani se desanimó.

De modo que Laly y yo nos quedamos solos con el proyecto, sin saber si valía la pena llevarlo a cabo y meter le guión en el cajón con todos los demás guiones que se habían quedado en propuestas por un motivo u otro.

Hacía tiempo que quería rodar con Enzo Scala, al que conocíamos desde hacía muchos años y siempre lo hablábamos. Enzo era además uno de los habituales espectadores de mis cortos y le gustaba mi manera de hacer cine. Le había visto en algunas comedias y sus personajes siempre me habían parecido un poco excesivos, quizás por su propia manera de ser o por una errónea dirección de actores, pero yo quería llevarlo a mi terreno, hacia un minimalismo expresivo. Enzo se extrañó que para esta ocasión no hubiera contado con Miguel Ángel Rábade, pero en este caso confluían necesidades especiales, necesitaba a un experto en la Comedia del Arte.

 Cristina López maquillando a Enzo Scala y a Idaira Santana

Enzo me sugirió a Idaira Santana. La llamó por el móvil y al poco rato allí estaba ella. Le conté el proyecto y se mostró dispuesta. En aquellos momentos se encontraba rodando algo muy experimental con Óscar Martínez. Me pareció raro, porque a Óscar lo conocía por sus incursiones en el cine de género. Poco después aquella experiencia de rodar sin guión en el bosque, buscando en su interior determinadas emocciones, dio lugar al episodio piloto de la web serie Extinción, que sigue una marcha expansiva imparable, fruto de entusiastas colaboraciones.



Es curioso, nuestro cine se ha vuelto tan familiar que nos cuesta introducir gente nueva en el equipo. Contábamos ya con Leonor Cifuentes y con Winslow Iwaki, ambos habían tenido últimamente diversas experiencias como modelos para publicidad y esa experiencia (saber posar frente a la cámara fotográfica) les iba muy bien para construir sus personajes en el film. Para Leonor iba a ser el tercer corto con nosotros, con Win el segundo. Ambos sabían cómo dirijo y lo que espero de ellos.

Rondó iba a ser de nuevo un corto sin diálogos (a excepción de la obra de teatro y una discusión en un momento dado), como lo había sido "A la deriva" o las Naturalezas muertas. Los actores tenían que trabajar sus personajes apoyándose en las miradas, los mínimos gestos que dejarían traslucir sentimientos y emociones.

En cuanto al equipo técnico, repetían Laly Díaz como eficaz productora, Ramón Santos en la fotografía y René Martín en el sonido y en la creación de una música que esta vez iba a tener una importancia mayor que en otras producciones. También contábamos, como en otrras ocasiones, con Elena de Vera en la elección del vestuario, pues el color, el diseño, debían estar acorde a los personajes, conseguir una diferenciación clara de las dos parejas protagonistas tanto en su manera de vestir como en el aspecto visual.

Se incorporaban Eduardo Gorostiza en la fotografía (Ramón rodó los interiores y Edu los exteriores), Chantal Rodríguez, esta vez detrás de la cámara, y Mac (Macario García), que en un principio debía ayudar a René en el sonido y al final acabó involucrándose en todo tipo de labores. Cristina López, eficaz colaboradora de Eduardo Gorostiza, fue otro de los fichajes de la película, así como la fotofija de Françoise Mascaraque y el cameo de Chema Menéndez, guionista de “Otros tiempos otras vidas”, esta vez como el pintor que con su primera pincelada abre el film y lo cierra con su mirada.




(izq-dcha) Winslow Iwaki, Macario García, Laly Díaz y Josep Vilageliu