jueves, 7 de diciembre de 2017

PÁGINA 45: CINE DE GÉNERO O CINE DE AUTOR

Este año se cumplen 50 años desde que realicé mi primera incursión en el cine, rodando un cortometraje con una cámara de 8 mm. Luego me estallé con una adaptación de un cuento de Cortázar en 16mm. que no logré terminar. En 1973 aterricé en Tenerife y los canarios me adoptaron como uno más de los cineastas amateurs que en aquella década pululaban por aquí. Ahora estas cintas han obtenido una curiosidad inusitada, y me piden que las vaya proyectando como complemento cuando estreno mis últimas producciones. “Página 45”, rodada en 1979, se proyectará en los Multicines Tenerife el martes 19 de diciembre, junto a “Del amor y otras necesidades”.





Lo malo de estas proyecciones es que se valoran más aquellas cintas ahora digitalizadas que mis últimas películas, como si los años nos hubieran borrado las aristas y dulcificado las formas y contenidos, por culpa de la facilidad de los nuevos fomatos y la tecnología digital. Es cierto que quizás éramos más atrevidos, o más inconscientes, y nos lanzábamos a rodar todo aquello que se nos pasaba por la cabeza, resolviendo los problemas a golpe de ingenio y de imaginación, como meter a fumar a todo el equipo para crear la atmósfera de humo adecuada a un garito nocturno o colocar frente al objetivo una bolsa de plástico con agua o papeles de celofán de colores para crear texturas en la imagen.

Página 45 fue premiada en la IV Muestra de Cine Canario organizada por la Caja General de Ahorros, junto a Creándose así el pueblo guanche de Félix González de la Huerta y Anabel off side, primera producción de Yaiza Borges, en la que también había colaborado. Cambios en la composición del jurado, en el que figura el futuro catedrático de cine Fernando Gabriel Martín, el técnico de sonido Diego García Soto (responsable del sonido de las películas de Fernando H. Guzmán), o el dramaturgo y director de escena Pascual Arroyo, influyeron en una nueva percepción del cine, alejada de la perfección técnica y el amateurismo de las muestras anteriores, donde siempre ganaban los hermanos Ríos o Roberto Rodríguez.

No sé si sería por estas razones o porque en el jurado figuraba Fernando Gabriel, que sería uno de los diez fundadores del colectivo Yaiza Borges en la siguiente década, pero lo cierto es que el premio me sorprendió, porque siempre me había mantenido en un modesto segundo plano dentro del movimiento del cine amateur de estos años (apenas se me cita en el libro de Carlos Platero “El cine en Canarias”).

La sinopsis que acompañaba la bobina de Super-8 decía lo siguiente: Tras una noche de borrachera, un tipo se despierta al día siguiente junto a una mujer que apenas conoce.

El guión se basa en la página 45 de la novela “La llave de cristal” de Dashiell Hammett (Alianza Editorial) que estaba leyendo aquellos días,  mientras le daba al coco para ver qué se me ocurría para un nuevo corto. Después de unos años convulsos me había comprometido con un grupo de cineastas que se constituyeron en Asociación y se autodenominaron Yaiza Borges, con el propósito de cultivar un tipo de cine diferente. Habíamos rodado dos cortometrajes en plan colectivo, sin que se supiera muy bien quien dirigía, por aquello de que había que acabar con la política del Autor, y ya también esta etapa se estaba cerrando, pues éramos especialistas en quemar etapas, y pensaba de nuevo en dirigir algo por mi cuenta.

Me pareció que lo que se narraba en la página 45 era suficiente para un cortometraje, pero como no quería desaprovechar el contenido del libro, se me ocurrió que el protagonista resumiese toda la novela en un monólogo frente a la cámara, dirigiéndose al espectador. La idea era trasladar una historia de gansters al ambiente sórdido de los ligones en una zona turística de la isla de Tenerife. Esa era la relectura que me interesaba.



La estructura del corto rompe con todas las convenciones narrativas y de verosimilitud, alternando los etílicos monólogos de los ligones con las conversaciones de las chicas en el baño, donde se entretienen realizando actividades extravagantes. Además me permití romper una de las reglas más sagradas de la profesión, que es el llamado salto de raccord o de continuidad, sustituyendo un pañuelo de color rojo por otro blanco al pasar de un plano medio a un primer plano. No recuerdo si lo hice ex profeso para provocar a los academicistas del Círculo de Bellas Artes donde proyectábamos los cortos o porque ya estaba más que harto de la enfermiza vigilancia de la ortodoxia que se ejerce durante el rodaje para no incumplir las normas. Se supone que la continuidad es el gran invento del cine para sumerger al espectador en la ficción, pero nosotros lo que queríamos era desapegarlo de la pantalla (la famosa distanciación brechtiana).

Página 45 supuso también la primera colaboración con el director de fotografía Juan Antonio Castaño, que estaba haciendo la mili en Tenerife y apareció por mi casa unos días antes del rodaje porque se había enterado de que había unos chicos que estaban haciendo cine. Estos chicos eran los del Yaiza Borges y enseguida se sumó al colectivo, primero como director de fotografía, que era lo suyo, y después, cuando se puso en marcha la sala de cine, como proyeccionista, entre otras muchas cosas.



Para descargo de Mengue tengo que decir que las secuencias del apartamento, que quedaron muy oscuras, las tuve que rodar yo mismo, pues los militares no le dejaron salir ese día.

La Asociación Cultural de la Telefónica estaba ubicada, creo recordar, en un piso de la Rambla Pulido. Disponía de un rincón con la pared pintada de un fuerte color verde y rojo, que no tenía más de dos metros, suficiente para rodar varios planos que diesen el pego de un night club, así son los trucos del cine minimalista. 





Una caja de cartón recortada con la palabra SEX, junto a la puerta de entrada de una vivienda cercana al campo de aviación de los Rodeos, era suficiente para crear el ambiente nocturno. Cambiamos la caja de cartón por otra y ya teníamos la entrada de otro bareto idéntico al anterior. Dos focos acercándose a ras de suelo y ya teníamos el taxi. Allí es donde fumamos todos para crear la viciosa atmósfera de humo que uno imagina en una adaptación de Hammett.

Como en otros cortos de la época no llamé a actores sino que utilicé amigos que se prestaban a salir en un corto. Los actores que había en Tenerife pertenecían a grupos de teatro amateurs y en el cine sobreactuaban. A Emilio López, que tenía una vis cómica envidiable, le dejé solo frente a la cámara y más tarde le di un papel importante en el largometraje “Bajo la noche verde”. Luis Callejo trabajaba conmigo en el departamento de Ingeniería de la Telefónica y había hecho algo de teatro en Segovia. Loli Puelles era la hermana de Juan Puelles (equipo Neira), Tinot Caixal era el seudónimo que se puso el aparejador que luego dirigiría las obras de nuestra nueva casa, Trini Bartolomé su cuñada,  y Ángel Falcón (productor) y Aurelio Carnero (director de cine) tienen un breve cameo.



Rodamos en los baños de las nuevas instalaciones deportivas de Santa Cruz (la futura “Hamburguesa”), todavía sin inaugurar, gracias a que el aparejador que interpretaba a uno de los borrachos trabajaba en la empresa de construcción Huarte. Las escenas del baño intentaban responder a la pregunta que uno se hace cuando comprueba que las mujeres siempre van juntas al baño.



Tuve la suerte de que Página 45 fuera seleccionada para ser emitida en un programa pionero de cine canario de TVE en Canarias. Este programa, una idea del periodista Javier Jordán, iba a tener dos fases. En la primera se emitían cortos ya rodados y luego estos realizadores podían presentar el proyecto de un nuevo cortometraje que, si era seleccionado por un comité, iba a ser coproducido por la cadena.  Gracias a esto pude rodar “Iballa” unos años después en 16mm., que muchos de mis amigos creen que es mi mejor película. 

El programa se grababa en los estudios de las Palmas de Gran Canaria, ubicados en una zona industrial. Fuimos Laly  y yo. En el muelle nos recibieron dos azafatas y nos acompañaron al hotel. Primero se nos invitaba a un almuerzo en un buen restaurante, me imagino para que fuéramos conociendo a las personas invitadas que a lo largo del coloquio iban a destripar la película. En el restaurante, en un televisor, se proyectó la película. Nadie comentó nada.  Luego nos llevaron a los estudios para grabar el coloquio.

A mí me parecía que hacer este programa iba a costar, como mínimo, diez veces más que lo que nos costó rodar el corto. Pensábamos que con este dinero podríamos haber rodado otros dos o tres cortometrajes.

El escritor Alberto Omar, autor del libreto de “La estatua y el perro”, la obra de teatro que había adaptado al cine unos años antes, era el presentador del programa y dirigía el coloquio. Entre los invitados estaba el crítico de cine Claudio Utrera, el director de cine y crítico cinematográfico Josep Luis Seguí y el crítico de cine del Diario de Las Palmas Antonio Rosado, quien también llegó a realizar algunos cortometrajes en super8.

Antonio Rosado afirmó de sopetón que no había entendido nada de la película (no del argumento, me imagino, que era muy sencillo, sino del por qué de la existencia de un corto como aquel, sin pies ni cabeza, sin estructura y sin casi personajes) y la criticó de arriba abajo.

Seguí, autor de una obra vanguardista, ensalzó el corto y dio varias claves para su entendimiento, como por ejemplo el desenfoque del plano final que iba acorde con la deriva del personaje. Ese día empecé a entender la labor de los analistas, que ayudan a esclarecer significados ocultos bajo la superficie del film, incluso para los autores del mismo. Laly, siempre tan vehemente, salió disgustada y no quiso compartir el taxi con el autor de tan malas críticas. 

 

Fecha de producción: 1979. Producción: Josep Vilageliu, Laly Díaz.

Dirección: Josep Vilageliu.  Guíón: Josep Vilageliu, a partir de La llave de cristal de Dashiell Hammett. Fotografía: Juan Antonio Castaño y Josep Vilageliu (secuencia hotel). Ayte. fotografía: Antonio Jarque. Maquillaje: Laly Díaz.

Lugares de rodaje: La Laguna, Santa Cruz de Tenerife, Puerto de La Cruz.

Duración: 29 min. Paso: S-8, 24 imag/seg. Color: Kodak

Intérpretes: Emilio López, Loli Puelles, Luis Callejo, Trini Bartolomé, Tinot Caixal, Angel Falcón, Manolo Pérez, Aurelio Carnero.
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lunes, 4 de diciembre de 2017

YAIZA BORGES: LA EDAD DE LOS HOMENAJES

Hace unos días me llama Jairo López por teléfono, lo cual ya es una novedad, pues en la era del whatsapp a quién se le ocurre llamar por teléfono, y me dice que han decidido darnos el premio que su asociación concede anualmente. ¿Darnos?, ¿a quién? Al colectivo Yaiza Borges en el cual milité en los años 80 y del que hace poco celebramos los 25 años de su creación, en 1987. Jairo López es ahora presidente de la Asociación de Cineastas de Canarias Microclima, una asociación que comienza su difícil andadura (se creó a principios de 2016), siguiendo los pasos de sus antecesoras, o más bien rehaciendo un camino abandonado tantas veces y empezado de nuevo por la voluntad de cineastas en pro de unas metas comunes a lo largo del siglo pasado.

Hace apenas un año, la Asociación Microclima acordaba conceder su primer galardón, destinado a reconocer el esfuerzo individual o colectivo a favor del cine,  a la Asociación de cine Vértigo, “por su extenso y riguroso trabajo en pos de la promoción y la difusión de la actividad cinematográfica en el  contexto insular de Gran Canaria”.
Algunos miembros de la Asociación Microclima
El premio de este año al colectivo pionero Yaiza Borges “quiere destacar la intensa labor desplegada por los miembros de aquella asociación y luego cooperativa, tanto en el terreno de la producción, como la exhibición, divulgación, distribución, formación y también en el debate de las políticas audiovisuales en los años de formación de la Comunidad Autónoma de Canarias”.
Vértigo es una asociación viva, fecunda en proyectos cinematográficos, como la Muestra de Cine Iberoamericano Ibértigo o la imaginativa muestra de cortos de un minuto y medio de duración, en relación al concepto de ciudad, Muestra Visionaria.
Yaiza Borges, por el contrario, pertenece ya a la historia del cine canario, y se halla embalsamada en publicaciones, tesinas y todo tipo de reseñas, y sus restos de naufragio (boletines, hojillas, propuestas, libro negro, revista Barrido, películas, carteles y sueños), metidas en cajas depositadas en algún rincón oscuro del fondo documental y audiovisual de la Filmoteca Canaria, recientemente traspasado al archivo provincial.


La otra noche, a la entrada de una de las sesiones del Festival Internacional de cortometrajes Tenerife Shorts, alguien me felicitó. ¿Y eso? le dije. Por el premio, el premio a YB, es que el premio es a los miembros del colectivo y no tanto a esa Yaiza Borges, con nombre de mujer misteriosa (un nombre que llevó a mucha gente a la confusión, pues pensaban que esa mujer existía), a los diez fundadores, aquellos cuyos nombres se grabaron en las escuetas páginas del Libro Negro, fundidos con las proclamas y propuestas que constituyeron su manifiesto por un cine posible (e imposible).
Reflexionando más tarde, advertí el paso de los tiempos, cómo en aquellos años pasábamos de los premios (nos contentábamos con que salieran los proyectos, los miembros del colectivo eran muy radicales, ya se sabe), y ahora la sensibilidad es otra (se mide el éxito en el número de festivales en que has sido seleccionado).
Juan Antonio Castaño, Fernando Gabriel Martín, Lales Alonso, Josep Vilageliu, Aurelio Carnero
La tarde del sábado 16 de diciembre, en la sala del TEA, se proyectarán las dos bobinas de super8, único testimonio de la inauguración del Cinematógrafo Yaiza Borges una noche lluviosa del mes de octubre de 1981 (y que siguió lloviendo en cada uno de los siguientes aniversarios), en una sala de cine cerrada de la calle General Mola (ahora avenida de las Islas Canarias) que el ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife utilizaba para mítines político y es en la actualidad un gimnasio.

Dos bobinas que rodó por su cuenta Antonio Jarque, un compañero de Telefónica que nos ayudaba en los rodajes, intentando obtener una perspectiva adecuada para encuadrar a tanta gente que desbordaba el hall de entrada y se perdía por los pasillos y demás espacios de la sala de cine, con su nuevo look en blanco y negro, que hacía juego con “Solo ante el peligro”, el western de título alegórico con el que se inauguraba una inacabable (eso esperábamos) sucesión de estrenos de películas clásicas y modernas que atraería a los amantes de cine de la isla, ahítos de tantos títulos que se les habían escamoteado y que empresarios apegados a lo seguro no se atrevían a programar.

El comienzo y el final. La proyección de las dos bobinas y la de “The end”, la inclasificable película que rodaron los miembros del colectivo tras el cierre de la sala, obligados por la deuda que se iba acumulando, y que constituye un climax emotivo, la constatación de un fracaso, la suma de una serie sketchs individuales que pretendían ser una reflexión sobre los casi seis años de lucha (dos primeros años espléndidos y luego un ir perdiendo espectadores e ilusiones), dominados por una pasión casi enfermiza que los mantenía unidos en la adversidad (las películas que les hubiera gustado hacer, los proyectos que los gobiernos de turno, de izquierda o de derecha, fueron rechazando)


¿Qué fue de Yaiza Borges? Tras el cierre del cine volvieron a juntarse en un proyecto colectivo, que se pretendía por un lado pedagógico y por otro remontar la deuda y cerrar la hipoteca sobre unas tierras. Una oportunidad en forma de cursos para parados de 440 horas, dos de Producción de Vídeo y otras dos de Animación de cine-clubs, pues ingenuamente se pensaba que las salas de los pueblos, una vez cerrados los cines y abiertos de nuevo como salas de cultura de los diversos ayuntamientos, se pondrían en marcha nuevos cine-clubs cuyos animadores se necesitaba formar, para organizar los ciclos, confeccionar las hojillas y conducir los coloquios.
Y luego unos se marcharon (Fernando Gabriel Martín a Brasil, tras su jubilación como catedrático de Cine, Bolaños a Marruecos, Javier Gómez a Valencia,  Pep a Argentina) y otros nos quedamos, cada uno en su historia, mientras los años han ido trayendo a nuevas generaciones de cineastas, que apenas saben ya nada de Yaiza Borges ni falta que les hace.




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