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YAIZA BORGES, ¿UN ESPEJISMO?
Josep M. Vilageliu
A pesar de que el cierre del Cinematógrafo Yaiza Borges supuso para los integrantes del colectivo una cruda sensación de fracaso, los años han convertido aquella iniciativa cultural en una referencia ineludible, no sólo para una generación de espectadores cuya afición fraguó en la asistencia más o menos esporádica a los ciclos y sesiones con películas a descubrir, sino para la generación actual de aficionados al cine y de jóvenes cineastas involucrados, también ellos, en proyectos imposibles, que han oído hablar y quizás magnifican unos tiempos de sequía cultural en la que Yaiza Borges navegaba a contracorriente, proponiendo a unos agentes políticos y culturales de una miopía histórica inimaginable proyectos de todo índole relacionados con la didáctica, la difusión y la producción cinematográfica, germen de actuaciones que, algunas como la propia existencia de la Filmoteca Canaria que YB propugnaba, han cristalizado en la actualidad, junto a otras que todavía no han encontrado su espacio.

Encuentro de Historiadores: En torno al Cine Aficionado
GUADALAJARA 17-18 NOVIEMBRE 2005

DEL SUPER8 A LA IMAGEN DIGITAL: NORMATIVOS Y HETERODOXOS FRENTE A LA REVOLUCIÓN TECNOLÓGICA
Josep M. Vilageliu
La bonanza del cortometraje, que configura una nueva edad de oro para el cine en pequeño formato, propiciada por las nuevas tecnologías que han democratizado el cine como nunca antes había ocurrido, ha favorecido una avalancha de nuevos cineastas cuyas obras circulan por la cada vez mayor cantidad de con- cursos, muestras y festivales dedicados al cortometraje en todo el mundo. A pesar de que en la red empiezan a encontrarse cortos en formato digital, la ausencia de otros canales para el visionado de estas películas, grabadas en todos los formatos que la industria va poniendo a disposición de los cineastas, hacen muy complicado abordar la ingente cantidad de trabajos que se presentan anualmente. Esta situación recuerda otra edad de oro del cine aficionado, un movimiento que tuvo lugar en Canarias en la década de los setenta alrededor del cine rodado en el for- mato Super-8. Este trabajo pretende indagar en las causas, desarrollo y posibles consecuencias de ambos fenómenos en el archipiélago canario. Analizar el contexto sociocultural y político en que se desarrollaron, la influencia de las nuevas tecnologías y su abaratamiento, las relaciones que se establecen entre los cineastas y el público al que van destinadas sus obras, la respuesta de las corporaciones y de la prensa y, muy especialmente, ver las diferencias y similitudes de los textos cinematográficos que los creadores abordaron en aquella época y en la actuali- dad respecto al corpus normativo imperante en cada momento.
Para ello, en la primera parte se expondrá de una manera detallada el desarrollo del cine en Super8 en Tenerife, durante los años 73 al 76, fecha en la que empezó a desprestigiarse la palabra amateur, sustituida por la de cine no profesional, aunque un pequeño reducto de cineístas siguiera apegado a la primigénea consideración. Para esta exposición he retomado los materiales que me sirvieron de base para una ponencia sobre el cine de los 70 en uno de los cursos organizados por el Departamento de Historia del Arte de la Universidad de La Laguna, el Ayuntamiento de La Laguna y los multicines Aguere de la misma ciudad, con el nombre de Cien años de Cine en Canarias, en mayo de 1997, y que se publicó en forma de dossier en el número 182 de la Revista de Historia Canaria en el año 2001. En esta operación, los recortes de prensa de la época, los programas de mano y algunos apuntes de mi puño y letra me han ayudado a complementar lo que mi memoria me ha permitido recuperar de aquellos años. También he recurrido a las entrevistas que Javier Gómez y yo hicimos a algunos cineastas y que nunca fueron publicadas. En otras ocasiones he apelado a los testimonios de compañeros que compartieron nuestra afición por las pequeñas cámaras de cine, aprovechando los encuentros que nuestro pequeño territorio propicia.
En la segunda parte trataré de rescatar, de la imprecisa marea de cortos que emergen a diario, alguna característica que pueda configurar un suficiente corpus de estudio, que me permita establecer los posibles paralelismos y/o divergencias con el movimiento anterior, a partir igualmente del seguimiento de certámenes y muestras y del análisis de los cortos de ficción y documentales que se presentan. Para acotar de alguna manera el desbordamiento actual de acontecimientos en relación al cine, me centraré en la primera muestra de cortos de CajaCanarias en Santa Cruz de Tenerife, celebrada en mayo de 2002, que recogía obras producidas en los dos últimos años, extendiéndome hasta el momento presente. Para ello, no me atendré a escurridizos parámetros de calidad, siempre muy discutibles, sino a la emergencia de temas y formas de narrar recurrentes. Para la elaboración de este estudio, me apoyaré igualmente en el análisis de las obras presentadas en aquel certamen que realicé en su día para la revista Cuadernos del Ateneo de La Laguna

De la comparación de estos dos momentos del cine canario, enumero una serie de conclusiones que espero iluminen medianamente esta zona de penumbra en la que los actuales cineastas desarrollan su labor creativa, y de la que emerge de tanto en cuando alguna obra interesante en los certámenes y muestras de cine, tanto dentro como fuera del archipiélago canario, y a la que regresa indefectiblemente una vez que las luces se apagan.
 

LOS AÑOS 70: LA DÉCADA DEL SUPER8


Los primeros certámenes.
Los amateurs se agrupan.
Caminos divergentes frente a la ortodoxia y primeros coletazos de la censura. Expansión del cine amateur.
El público de las sesiones del Círculo.
El falso boom del cine canario.
1976: Se plantea la batalla final.
Final de una década prodigiosa.
HOY.
La nueva generación de cineastas.
Las ayudas al audiovisual.
Los certámenes.
La difusión y conservación del cine canario.
La temática en el cine aficionado actual.
Un repaso por las películas.
La violencia.
Los documentalistas canarios.
Criterios de selección: una forma de control.
El Festivalito.

ALGUNAS CONCLUSIONES (en 2004)


No podríamos asegurar quien aparece antes, si los cineastas con sus cortoso los certámenes que los estimulan, pero los encontramos caminando indisolublemente juntos. Antes o después, CajaCanarias hace su entrada en escena. Cuando la inscripción de cortos fue disminuyendo, en los primeros años ochenta, la institución se retiró cautamente de escena, tras probar otros modelos de certamen.

A diferencia de otras regiones del estado español, en Canarias los movimientos
de cine amateur caminaban desligados del ambiente cineclubista, siendo su formación cinematográfica muy pobre. En la actualidad, los cineastas canarios tienen una sólida formación técnica (escuelas de cine, formación profesional, cursos, etc.) y/o pertenecen al aula de cine de la Universidad de La Laguna.

En la actualidad se rueda más cine de ficción que documentales, inversamente que en los años 70. Los superochistas canarios no se atrevían con la ficción, pues carecían de los medios y de los conocimientos necesarios para contar una historia de manera convincente, así como del trabajo conjuntado de profesionales, que en aquella época trabajaban en la TV en Canarias y no estaban para veleidades artísticas rodando cortometrajes.

La Televisión Autónoma ha sustituido de alguna forma la labor de los documentalistas aficionados en su labor de fotografiar el paisaje insular y recuperar las pocas tradiciones que subsisten. Los documentalistas de ahora, liberados de esta carga, han podido mirar a su alrededor buscando nuevos motivos, pero no han sabido distanciarse lo suficiente para ejercitar una nueva mirada sobre las islas. En todo caso, ha surgido una nueva generación de documentalistas jóvenes que tratan de rescatar del olvido aspectos silenciados de la historia más reciente, en especial la represión que generó la guerra civil y su continuación en la posguerra.

La gran producción de cortos no se corresponde con la creación de una corriente de opinión respecto al cine canario. Ni se publican críticas puntuales ni se expresan opiniones de uno u otro signo en la prensa, ni estallan polémicas sobre determinas películas o directores o respecto a la canariedad del cine que se hace o debería hacerse como en los 70. Todo lo más, en la prensa se publican noticias puntuales de los estrenos, galardones y ciclos, acompañadas de pequeñas biofilmografías de los autores.

Los cineastas no se agrupan como los superochistas en asociaciones de cineastas aficionados, sino que trabajan en pequeñas productoras y se ayudan entre sí al realizar los cortos, a diferencia de aquellos que eran más individualistas a la hora de hacer cine.

A pesar del abaratamiento de costes, los cortometrajistas siguen solicitando ayudas al cine, en especial para la posproducción y el hinchado a 35 mm. En los 70, los cineastas se costeaban de su bolsillo los rollos y el revelado en los laboratorios de Madrid. No había posproducción.

Mientras que en los 70 existía claramente un cine aficionado, que más adelante pasó a denominarse cine no profesional, ahora los cineastas aficionados no quieren ser conocidos como amateurs (término que entrañaría impericia e inexperiencia) y mucho menos como no profesionales (pues pretenden llegar a serlo). Para enredar más la cuestión, todos aspiran a las ayudas al corto de los organismos oficiales, para así poder pagar a los jóvenes técnicos formados en la formación profesional que van a componer los equipos de rodaje.

Si bien en los certámenes de cine amateur convivían cintas en 8mm, sigle8 y super8 con cintas en 16mm, que era un formato considerado profesional, las películas presentadas estaban realizadas con los medios económicos de cada cineasta y no existía límite en la duración de las mismas. En la actualidad, en los certámenes de cortos pueden presentarse cintas rodadas en todo tipo de formatos, conviviendo en general cine y vídeo, y en igualdad de condiciones tanto los rodados de forma autosuficiente como los subvencionados, siempre que no superen los 30 minutos.

En los años 70 se discutía la canariedad de las películas que se rodaban, mientras que en la actualidad este discurso ha perdido validez, al entrar en juego factores comerciales y de mercado que focalizan las políticas oficiales respecto a las ayudas y la difusión del cine canario, priorizándose la calidad técnica y artística de los cortos, independientemente de su temática. En este sentido, se considera canaria aquella película cuyo director o productor sea canario, independientemente del lugar donde se haya producido.

La situación de los cineastas canarios respecto al discurso oficial del aparato cinematográfico español tampoco ha variado. Aunque situados al margen del cine comercial, tanto los cineastas de los 70 como los cortometrajistas de ahora siguen haciendo un cine que no se replantea los estándares de cada momento, sino que buscan el reconocimiento fácil, acomodándose a los gustos más generales y a los criterios que marcan los jurados en la concesión de los premios.

Los miembros de los jurados son ahora especialistas de cine y no personalidades de la cultura como en los 70, cuando no existían estudios universitarios de cine y eran los periodistas y personas aficionadas al cine los que escribían sobre él en la prensa local. Tal como entonces, los criterios de los jurados condicionan de alguna forma el devenir del cine canario, determinando una manera de hacer y entender el cine y desalentando en los creadores otros caminos. En los certámenes celebrados en la década de los 70, empezaron a premiarse películas de fondo social al modificarse la constitución de los jurados, lo que animó a los creadores a producir películas de este tipo.

A pesar de que sólo existían copias únicas de las películas, en los 70 el cine canario llegó a ser parte de la cultura de las islas, llegando a su destinatario gracias a la multitud de ciclos de películas que se organizaban como parte de las fiestas de pueblos y barrios. En la actualidad, a pesar de la facilidad del copiado de las cintas, el canario ignora la existencia de un cine propio, más allá de un reducido
círculo de especialistas, dada la inexistencia de circuitos de distribución de los cortos, que sólo pueden verse excepcionalmente en los certámenes y muestras de cine.