¿Por qué están unas películas y otras no? La selección de las películas de la sección oficial es la que confiere carta de naturaleza a un festival, lo que lo define y lo diferencia de otros festivales de cine. Responde a una línea programática, como la línea editorial de un periódico, pero también a una determinada sensibilidad hacia el hecho artístico y cinematográfico.
En el Festival Internacional de cine de las Palmas de Gran Canaria, las personas que deciden los ciclos y las películas de las diferentes secciones, son las mismas que seleccionan aquellas películas que se alguna manera representan lo más interesante del cine hecho en Canarias o por canarios en el mundo durante el último año.
El Festival de Las Palmas se ha ido definiendo por la radicalidad de sus propuestas. Era lógico, que además de un cine narrativo más convencional, entrasen en la selección del Foro Canario cortometrajes y largometrajes que rompiesen moldes, en los bordes del cine poesía o del cine ensayo, en la indefinición de los géneros (cerca del vídeoarte o del vídeoclip, mezclando el artificio y lo autobiográfico), o en el estiramiento del metraje capaz de poner en cuestión la propia normativa que rige el festival.
¿Por qué el año anterior no entraron en la selección cortometrajes tan interesantes como El viaje del árbol de Pedro García o Ridícula de Domingo J. González? ¿Por qué resultan a veces tan distintas las selecciones en los festivales de Las Palmas y en Lanzarote, cuando son casi las mismas obras las que se presentan?
Si en una anterior edición del Foro Canario dos fueron los cortos que causaron más estupor entre los asistentes, y llevaron la polémica a los foros digitales de la red con más aspavientos que análisis, en la cosecha de este año también se colaron varias extravagancias, aunque quedaron eclipsadas por el resto de los cortometrajes, de narrativa más convencional.
Como en la anterior ocasión, al tratar de mirar con más atención El extraño de Víctor Moreno, o la hipnótica Belanglos de David Pantaleón, también ahora me estimula darle la vuelta a los cortos más desconcertante del Foro Canario de este año. Siempre me ha parecido un reto estimulante enfrentarme a rarezas como las que aquí voy a comentar.
Rafael Navarro y David Pantaleón
Alpha/X/Z, de Rafael Navarro Miñón, arquitecto responsable de la existencia de Belanglos, consiste en una sucesión deslavazada de fotografías con la voz en off de un presunto narrador, cuya función parece ser un intento de cohesionar las imágenes. El corto remite directamente a La Jetée de Chris Marker. En la presentación, el director comentó con su sorna característica que no entendía cómo esta su primera incursión en el cine, tan defectuosa, hubiera pasado la criba de la selección. Tras la ironía de sus palabras y su alegato contra “los poderes que dominan el mundo”, escondía un artefacto inteligente y punzante en su radicalidad.
Alpha/X/Z simula ser un corto de género, y, como Amaury Santana con su corto Luces, reduce la narratividad al mínimo. Si Chris Marker optaba por una historia de ciencia ficción para comentar el mundo, Rafael Navarro no precisa ya de ninguna historia para conseguir su propósito. Lo único que queda es su referencialidad cinéfila.
También dejó boquiabierta a la concurrencia el corto de Gino Macanti “Playa de las Canteras”, porque parecía una acuarela perdida en medio de una exposición sobre las vanguardias. Pertenece a este tipo de elecciones que nos permiten dudar del estado mental del comité seleccionador. O sospechar de razones espurias, más allá de la bondad de la cinta, un espectáculo grandilocuente que ofrece una mirada operística sobre la playa, mediante filtros, aceleración y ralentización de las imágenes, movimientos y encuadres imposibles del mar, las nubes y el skyline de la ciudad de Las Palmas.
Proyectadas juntas, Alpha/X/Y y Playa de Las Canteras, ofrecen dos miradas opuestas, dos maneras radicalmente distintas de encarar el hecho cinematográfico, aunque coincidentes en su barroquismo visual, la una para resaltar lo opaco del mundo y la otra para hacer más transparente su apariencia.
Iván López y José Cabrera
Más barroco si cabe en su estructura, el último trabajo de José Cabrera Betancor, When in Bucharest, que no pudo proyectarse en el formato original por problemas técnicos, desconcertó con su mezcla de materiales robados, documentos de archivo y diario personal, que se pretendía una reflexión en clave política sobre el estado de Europa, desde la caída de Nicolae Ceausescu en Bucarest en 1989 hasta los movimientos antisistema en Italia de los últimos años, todo ello servido mediante unas imágenes confusas, encuadres vacilantes y la utilización radical del teleobjetivo para la captura de imágenes lejanas, que llegan a resultar desagradables a la vista en su movimiento descontrolado.
El desconcierto surge en el choque de las imágenes de José Cabrera con la idea convencional de que el documental debe ser diáfano y comprensible en su discurso. El mundo es opaco, parece decirnos Cabrera, y las imágenes de que disponemos engañosas. La cámara puede ser una herramienta para entender el mundo, pero para que pueda surgir la verdad hay que retorcer las imágenes capturadas en la sala de montaje.
Mientras escribía esta crónica, estuve viendo A idade da terra, la última película rodada por Glauber Rocha en 1980. Un film extraño que fue muy criticado en el Festival de Venecia por el uso desaforado de la cámara, con movimientos incesantes, fundidos en medio del plano, la puesta en escena carnavalesca, el collage y el distanciamiento brechtiano, tan de moda en el cine político de los setenta, y de los que José Cabrera toma nota en su reflexión calidoscópica y personal del mundo.
Otra valiosa reflexión sobre el cine y una verdadera sorpresa en el Foro Canario ha sido la proyección de El hijo Pasolini, de Pedro García, una luminosa miniatura en la que desde el fervor cinéfilo se ha querido homenajear la polifacética y esencial contribución de Pier Paolo Pasolini a la historia de la Humanidad.
Así, en vez de la esperada voz en off y la utilización de fragmentos de su cine, Pedro García ha optado por traducir en imágenes, captadas por el ojo de David Delgado, la manera de hacer y de entender el cine de Pasolini.
En unos pocos planos, en el trabajo sobre la luz y el encuadre, en el movimiento coreografiado de los actores, el corto capta la esencia pasoliniana, el gozoso deambular de Ninetto Davoli en Pajaritos y pajarracos, que se funde en la relación incestuosa con la madre y la muerte sugerida del propio Pasolini, resueltos en un mismo plano secuencia. La lectura de un par de poemas en italiano, sobre un travelling que discurre a lo largo de un muro de piedra, relaciona el trabajo de Pasolini como escritor y como cineasta, con una sintética y sugeridora imagen de su imaginario fílmico.