jueves, 17 de diciembre de 2015

UNA NUEVA GENERACIÓN DE CINEASTAS SE ESTÁ GESTANDO

Me encuentro con la sala grande del espacio cultural Aguere llena hasta los topes de chicos y chicas con los nervios a flor de piel. En pocos minutos, después de ver una selección de los cortos que han realizado durante este trimestre, se sabrá quienes son los ganadores. Sergio González, maestro de ceremonias, no deja de repetir, micrófono en mano, que el premio es estar ya allí, poder ver los cortos en una pantalla grande, en una pantalla de cine.


Me llama Fernando del Espacio Cultural Aguere para que participe como jurado en un concurso de cortometrajes para escolares que ellos organizan. Fernando pertenece al mundo de la música pero es un entusiasta de lo audiovisual y nos echa una mano a  todos aquellos que intentamos hacer cine, poniendo a nuestra disposición la sala de cine para proyectar nuestros cortos.

No se trata de un festival en sí, sino de poner en valor el trabajo de un montón de chicos y chicas de centros escolares de Santa Cruz de Tenerife y La Laguna, y proyectar una selección de los mejores cortos producidos a lo largo del curso, resultado de las charlas y talleres de cine que el periodista Sergio Negrín, de Centrífuga Producciones, puso en marcha hace ya tres años, con el nombre de Educar los Sentidos.

El objetivo de Despertares es inyectar el virus del cine en los chicos y chicas a edades tempranas. Este tipo de iniciativas es el semillero de la nueva generación de cineastas canarios. Los cortometrajistas que irrumpirán con fuerza en la próxima década.

Centrífuga Producciones puso en marcha una multitud de proyectos relacionados con el cine en la ciudad de La Laguna, el Festival de Cine Gastronómico (CineEsCena) y el Festival de Cine de la Naturaleza y el Hombre (Naturman), que tuvieron varias ediciones, así como el festival de Cine exprés La Laguna Plató de Cine, que atrajo a un montón de actores y cineastas, algunos se desplazaron desde Las Palmas de Gran Canaria,  y llenaron la sala de Aguere Cultural con sus gritos y aplausos en la sesión de cierre del festival.

Pero Centrífuga Producciones no ha podido hacer frente a la rémora de las administraciones en el pago de los dineros comprometidos para la organización de los eventos y ha tenido que colgar el cierre, espero que provisional, incapaz de llevar adelante los nuevos proyectos con las garantías necesarias.

Así se ha quedado huérfano el festival de cine exprés y el proyecto Despertares de realización de cortos en los centros escolares. Por cierto, el nombre procede de una experiencia didáctica que llevamos a cabo hace varios años, promovida por CajaCanarias y que nosotros organizábamos, y cuyo recuerdo Sergio Negrín quiso preservar, dándole continuidad (un proyecto más bien teórico, donde enseñábamos a mirar).

Así que, cuando me llamó Fernando, me encontré algo así como regresando a los orígenes de un proyecto didáctico absolutamente necesario que David Arias, profesor del colegio La Salle de La Laguna, ha seguido organizando, esta vez en solitario.

Me veo de un tirón los 36 cortos, tres como máximo para los 14 centros participantes, resultado de una primera criba pues alguno de los centros llegó a presentar cuatro o cinco cortos, hasta siete uno de ellos, tal fue el entusiasmo, donde algunos grupos ya habían realizado cortos en las anteriores ediciones del festival y se presentaban con ventaja sobre otros grupos de alumnos que se atrevían con su primer corto.

No me gusta eso de seleccionar cortometrajes, menos premiar unos trabajos en detrimento de otros, y menos aún ponerles notas en una planilla que contemplaba varios aspectos y que, de modo automático, hace la media y da los ganadores sin que uno haya podido analizar los cortos de una manera global. Siempre hay un factor subjetivo. Y una responsabilidad. Porque los premios conforman un modelo de cine que los chicos y chicas interiorizan, un modelo a imitar en los próximos certámenes, una manera de entender el cine y no otra.

Pantalla partida en "30 derechos"

Desconozco las enseñanzas que han recibido, la duración de las sesiones teóricas o los fragmentos de películas que analizarían, pero descubro en estos cortos multitud de soluciones expresivas que van desde experimentar diversos formatos (incluido el vertical de los móviles), texturas (alternar el blanco y negro con el color, saturación de colores) y multipantallas a servirse sin reparo alguno de la diversidad de cortinillas que los programas de edición ponen a su disposición.

formato vertical en "Otra salida"
formato vertical en "Es justo y necesario"

Al principio me incomodaba este frenesí con las cortinillas (que el pop heredó del cine mudo) sin una lógica que justificase una solución u otra. Pero también me hizo pensar que experimentar es precisamente eso, dejarse llevar por el trazo y los colores como hacen los niños al agarrar unos rotuladores y llenar la página de garabatos.

Sus modelos son otros, pienso, distintos al cine que yo veía a su edad, a los modelos vigentes en aquel momento, siempre en constante cambio. El cine es mutante por naturaleza. Han sido otros factores los que le llevaron a consolidar un modelo de representación en detrimento de otros caminos que algunos francotiradores habían explorado.

Y todo para poder contar una pequeña historia de menos de 4 minutos, relacionada con los derechos humanos. El cine como expresión de sus dilemas, de su manera tan diversa de enfrentarse al mundo. Y así aparecía el bullying como la temática más repetida, el acoso a la diferencia, a aquello que es nuevo y no entendemos, al raro, al indefenso. Y también, pero en menor medida, la solidaridad o la insolidaridad frente al inmigrante ilegal, la violencia contra las mujeres y cómo afecta al entorno del niño, el embarazo no deseado, la transexualidad, los desahucios, el acoso cibernético o la bulimia (vista como una consecuencia del acoso escolar).

El acoso en "Es justo y necesario"

Encuadre con profundidad de campo en "Es justo y necesario"

Respecto a otros años, los finales violentos y dramáticos superaban a los finales felices y poco creíbles. Se vieron toda clase de suicidios, palizas sin cuento y una muerte por disparo, como si la pulsión genérica (el cine de terror, el thriller) hubiera encontrado un resquicio dentro de los contenidos políticamente correctos que se les pedía (y que algunos confundieron con un spot institucional).

Reminiscencias del cine negro en "Obsesión"

Una de las cosas que más me sorprendió fue la utilización del off en muchos de los cortos, en especial el uso expresivo del espacio sonoro. En “El diario de Max Confield”, uno de los cortos más originales, el protagonista es un chico que inicia un diario grabándose a sí mismo. Nos muestra su cuarto, a una amiga (la única), la clase, el patio. Poco a poco elementos fuera de cuadro van irrumpiendo con una violencia que va en aumento. Al final, al desconectar el aparato, escuchamos unas voces llamándolo, los golpes a la puerta y de inmediato la sirena de una ambulancia, todo contado en pocos segundos de oscuridad.




En “Mi refugio” casi todo ocurre fuera de plano. Un travelling de alejamiento en una habitación vacía, al inicio del corto, se llena con las voces airadas de un hombre y una mujer. Luego vemos al niño en su cuarto, intentando leer un comic de Tintín, intentando no escuchar la discusión interminable de sus padres. Un montaje percutante de planos cortos expresa el agobio.



En “Miradas cruzadas” se recurre al montaje diacrónico de sonido e imagen. Un grupo de chicos y chicas se reúnen para ver un partido de fútbol, pero lo que ve el espectador, como si lo estuvieran dando en la tele, son imágenes de un grupo de inmigrantes en una patera, con el sonido del partido de fondo y los vítores de los chicos animando a su equipo.

En algunos cortos destaca la elección de los lugares donde ocurre la acción, la angosta escalera de paredes de color rojo chillón por la que asciende uno de los chicos en “Otra salida” o los muros llenos de grafitis de “Vive los dos lados”.

 colores y texturas en "Otra salida"
localizaciones adecuadas en "Vive los dos lados"

En “No tengas miedo” veo una sabia utilización de la cámara en movimiento, donde cada plano narra una situación sin necesidad del contraplano, acercándose o alejándose de algún personaje o siguiendo al grupo mientras se establece un protocolo para atajar una situación de acoso escolar.


Más clásica a nivel narrativo es “El otro” (que se llevó el primer premio). Se apoya en la voz en over de la protagonista, en busca de una explicación convincente (para su madre y para sí misma) del hecho de sentirse un chico encerrado en el cuerpo de una chica. Comienza con un plano de la protagonista vista de espaldas, caminando por la calle en dirección a su casa. El siguiente plano encuadra sus botas al caminar y el tercer plano se fija en cómo viste. Todavía no le hemos visto la cara, pero las imágenes ya nos están diciendo que la manera de vestirse va a tener una importancia crucial en el corto.





miércoles, 9 de diciembre de 2015

DOCUMENTAR LA LAGUNA: IMÁGENES RECUPERADAS

En Aguere Espacio Cultural proyectan imágenes de La Laguna que la Filmoteca Canaria ha ido recopilando durante años. Son fragmentos de películas de cineastas amateurs que rodaron sus películas en 8mm. en los años 50 y 60, o de películas más antiguas, como la ya célebre “El ladrón de guantes blancos” del año 1926.


Hay una arqueología de las cosas y una arqueología de la imagen de las cosas. Cuanto más atrás en el tiempo las imágenes son más desvaídas. El paso del tiempo actúa también en ellas, desgastándolas. Al mismo tiempo, el recuerdo que guardamos de ellas se hace más brillante. Todos podemos imaginarnos el esplendor de las antiguas pirámides, a pesar de no haberlas visitado nunca, cerrando por un momento los ojos.

Pues de esto se trata. Las imágenes van destilando en nuestra mente, fotograma a fotograma, la imagen de un mundo, un imaginario, que se contrapone a lo real.

El ojo mecánico de las cámaras de cine se ha paseado por las calles y fachadas de los edificios emblemáticos de la ciudad de La Laguna, dejando una huella indeleble. La Laguna celebra este año su decimosexto aniversario por haber sido destacada como Patrimonio de La Humanidad, gracias al trabajo de María Isabel Navarro, al descifrar el original diseño del trazado de sus calles (“La Laguna 1500: la ciudad –república. Una utopía insular según las leyes de Platón”)

Y sin embargo, mirando ahora estos retazos de películas antiguas, comprobamos que los hombres de cine han fijado una y otra vez los mismos edificios (la Catedral, la torre de La Concepción, el Obispado), fachadas que no han cambiado su aspecto durante décadas, definiendo una ciudad anclada en el tiempo, un tiempo inmemorial.

imágenes cedidas por la Filmoteca Canaria

Parte de la responsabilidad de esta mirada ideologizada se encuentra en el proyecto cultural franquista, a través del Departamento de Cinematografía de la Vicesecretaría de Educación Popular, que en 1943 instituyó el NO-DO con el lema “el mundo al alcance de los españoles” con la prohibición, a partir de entonces, de rodar películas de no ficción sin el permiso pertinente.

Con esa idea de colocar un velo ante la mirada de los españoles (como lo hace ahora mismo Tele5, por poner un ejemplo), los reporteros del NO-DO se acercaron al municipio de La Laguna para rodar un claro ejemplo de “lo más característico y peculiar” de cada pueblo, la ejecución de una paella gargantuesca en Bajamar, el barrio costero de La Laguna, donde el cocinero, especialista en romper guinnes, dirigía la operación subido a una grúa.

Un año antes, el cineasta Rafael Gil, autor de renombrados largometrajes del cine español de la época, se vino a Canarias para rodar varios cortometrajes (“Islas de Gran Canaria”, “Islas de Tenerife”, “Fiesta Canaria” y “Tierra Canaria”), dentro de una vasto proyecto inconcluso, con motivo de la Exposición de las Islas Canarias de 1941.

Cuando Rafael Gil se acerca a La Laguna, se encuentra con una ciudad que le recuerda las viejas ciudades castellanas, y planta la cámara tan solo ante aquellos edificios que más se lo recuerdan. Edificios que, sin duda alguna, representan los valores morales de su proyecto de dominio ideológico (en el mismo cortometraje escuchamos que Candelaria es “el hogar de la fe católica de todo el archipiélago”, Santa Cruz de Tenerife le parece ”el gran faro de España en la ruta de las Américas”).

Curioso que en los documentales de los cineastas locales de las siguientes décadas volvamos a encontrar las mismas imágenes. Al documentar la celebración de la romería de San Benito o las procesiones de la Semana Santa, dos de los eventos más representativos de La Laguna, los camarógrafos enfilan la misma embocadura de calles con la torre de la Concepción al fondo.





Puestos a documentar más eventos de la ciudad, se fijan los actos de la inauguración de la escultura del padre Anchieta o el entierro multitudinario del obispo Pérez Cáceres, donde vemos la profusión de curas y militares que tanto marcó el devenir de los plúmbeos años del franquismo.



Otra imagen que define muy bien aquellos años es la celebración de una Primera Comunión en la iglesia de Tejina, donde un numeroso grupo de niñas, con sus primorosos vestidos de novia, posa en la escalera de la iglesia para la foto rememorativa. En la plaza, largas mesas se aprovisionan para el banquete.

Me interesan los grupos humanos, los rostros entrevistos en medio de las aglomeraciones en la inauguración de la flamante plaza del Cristo,  o la familia que admira con curiosidad un ejemplar cuatrimotor de líneas aerodinámicas aparcado en el aeropuerto de Los Rodeos.



O los camareros que demuestran sus habilidades cuasicircenses al atravesar toda clase de obstáculos en la calle de La Carrera, sin que se les derrame ni una gota sobre la bandeja que llevan en equilibrio, en un insólito concurso de camareros, ante el regocijo general.




Hay otro tipo de eventos que llevan a los cineastas aficionados a salir con lo puesto para recogerlos con sus cámaras. Son los sucesos luctuosos, las catástrofes naturales, los incendios fortuitos, todo aquello que atrae de manera irremediable la atención de la gente. Constituyeron, casi desde el principio del cinematógrafo, y siguen siéndolo en las noticias de los telediarios, objetivos prioritarios de los camarógrafos, que convierten en espectáculo para satisfacer la necesidad morbosa del espectador.

Ya sabemos que las primeras y más ricas imágenes del archipiélago corresponden a un operador anónimo de la empresa Gaumont (hay otras más anteriores, las de Lumière, de las que solo conocemos por las noticias), que atraído por la efímera erupción del volcán Chinyero, en la falda norte del Teide, aprovechó para capturar imágenes de un Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria ya desaparecidas.

El incendio de la llamada Casa del Miedo, donde fueron asesinadas varias personas y posteriormente asaltada por escuadrones de falange, ofrece imágenes bellas e impactantes, con la casa y su entorno envueltos en una espesa nube de humo.




Otro incendio memorable fue el de la iglesia de San Agustín, de la que todavía se conserva su esqueleto, con las columnas y los arcos devorados por el fuego, justo en el punto cero de la ciudad (en el centro de la circunferencia del trazado de la primitiva ciudad).

Yo conocía de oídas la existencia de estas imágenes, tomadas por Eduardo Charif, uno de los destacados cineastas de los años 60, que junto a Enrique de Armas y otros aficionados, constituyeron la UCALA (Unión de Cineastas amateurs de La Laguna), pero recelaba de cedérselas a la Filmoteca Canaria, y no había manera de poder verlas.

Después de muchos años he podido ver el cortometraje y conocer a su autor. No se trata de imágenes apresuradas como yo había pensado, sino de un documental memorable, muy bien filmado desde puntos de vista distintos y con un montaje que sabe transmitir el drama humano y el esfuerzo en sofocar inútilmente las llamas, en un intento de salvar cualquier objeto u obra de arte. Me contó que vivía en la calle Heraclio Sánchez, que en aquel entonces era una zona rodeada todavía de campo, y estando en la azotea vio una espesa columna de humo. Tenía, como siempre, su arma cargada (el 8mm. era muy delicado y a la mínima se podía velar el contenido), rodó un plano general  desde allí y salió hacia la calle de San Agustín para ver qué pasaba.



En 1973, dos años antes de la muerte del dictador, el iconoclasta equipo Neura rodó una fulgurante recreación en clave de farsa de la conquista de Canarias. El paso de un grupo de estudiantes, ataviados en plan carnavalesco como las huestes conquistadoras, con un Fernández de Lugo a la cabeza, a todo lo largo de la calle de La Carrera, ante la mirada de los curiosos, hizo trizas la sucesión de imágenes de La Laguna (tan serias siempre, tan magnificadas), en este montaje un tanto apresurado que la Filmoteca Canaria ha confeccionado para la ocasión, donde una música de fondo unificaba imágenes extraídas de distintas fuentes con el fin de hacer más digerible su carácter silente.

En este fragmento de la “Crónica histérica, la conquista de Tenerife”, los personajes pasan por delante de aquellas imágenes emblemáticas, las de la Catedral y la torre de la Concepción, desacralizándolas.

Las imágenes idílicas de la “I Fiesta de la Cometa”, con los niños jugando y construyendo casas y cosas con material reciclado, en la verdeante ladera de la Mesa Mota, rodada en 1983, construyen otro imaginario, opuesto a La Laguna rural idealizada, cuyo añorado recuerdo anida en la romería que todos los años se celebra, con su recorrido de vacas, bueyes y cabras por las calles de la ciudad. 

Ahora, la gente de la ciudad vuelve al campo para ser de nuevo felices, aunque sea por un rato volando cometas. Es el vivo retrato de una España que daba la espalda al franquismo y vivía ilusionada en la naciente democracia. 





lunes, 30 de noviembre de 2015

UNA PELÍCULA DE INTRIGA. RODANDO DE NUEVO

Así pues, nos encontramos de nuevo en plena faena. Rodando un corto. Y digo rodando, y no grabando, porque aunque hayamos sustituido el celuloide por lo digital, la operación sigue siendo la misma, lo que importa es aquello que ocurre entre las mágicas palabras “acción” y “corten”, que actúan como un conjuro.


de izq a dcha: Enzo Scala, J.Vilageliu, Jesús Estrada, Bibiana Rodríguez y Mack en pleno rodaje de Del amor y otras necesidades 
(fotos making Françoise Mascaraque)

Y sí, habían pasado unos meses, yo creo que demasiados, entre Paraisos, rodado en el verano de 2013 y estrenada en el 2014 (por lo que figura como un corto del año pasado), y el comienzo de otro corto, en abril de este año, que quedó inconcluso porque no nos pusimos de acuerdo en hallar otra fecha propicia para quitárnoslo de en medio.

Y así estaba yo, esperando respuestas que no llegaban, y fue entonces cuando me di cuenta que estaba terminando un ciclo y debía dar un salto e iniciar otro. Me sentía como que estaba repitiendo una fórmula, y los cortos no eran más que variaciones de una misma idea.

Es lo que ocurre cuando uno va dejando décadas atrás, acumulando etapas que ya algunos críticos van delimitando, en esta manera que tienen los historiadores de contabilizar el tiempo. El alpha y el omega, describió hace unos años un crítico de cine, ante la aparición conjunta de dos cineastas en algún evento olvidado. El alpha, como se habrán dado cuenta, era yo.

Hacía tiempo que quería rodar un corto con Enzo Scala, un corto de texto, no como en Rondó o las “Naturalezas muertas”, donde exploraba los tiempos muertos, las sugerencias de sentido que se agazapan en los pliegues de un corte del montaje.


Pensé enseguida en Bibiana Rodríguez, que había actuado en un corto de escuela que yo coordinaba, y en el que me sorprendió cómo había trabajado su personaje y su exquisita interpretación en unas condiciones extremas por la premura de tiempo, unas condiciones de estrés que me pareció oportuno que los estudiantes conocieran, porque iba a ser parte de su trabajo futuro.


Me senté a escribir, y volví a experimentar el placer de la creación que había sentido varios años antes cuando escribí los diálogos del largometraje En los arrozales, ver cómo surgían y se desarrollaban las situaciones casi como bajo el dictado de una misteriosa voz, como si mi voluntad no tuviera nada que ver con el desenvolvimiento de los personajes. Y así, regresaba una y otra vez a la pantalla del ordenador, ansioso por saber qué iba a suceder a continuación, sintiendo ya el placer del futuro espectador.

Como siempre que termino un guión, no puedo reprimir mi impaciencia y lo envío casi sin corregir a los actores y a las personas que espero formen parte del equipo de producción, para ver qué piensan ellos del futuro proyecto, y de los personajes que tendrán que hacer suyos.

Era un texto lleno de sugerencias, donde los personajes se ocultan detrás de varias máscaras, y en el que la verdad resulta ambigua.  Pero los actores necesitan conocer a fondo a sus personajes, saber qué hay de verdadero en las sucesivas y cambiantes versiones que dan de sí mismos, encontrar una base sólida para, desde ahí, construir un personaje verosímil. Y no obstante, el guión estaba escrito para ellos.



Empieza entonces la tarea de fijar su imagen externa, decidir para ella el vestido apropiado, color, falda más o menos corta o pantalón, maquillaje excesivo o simplemente sugerente. Y en cuanto a él, color de la camisa, ¿negra, lisa, a rayas? Me envían fotos, dudo, Enzo se remite a la imagen de gente conocida de su Nápoles natal, un medallón en forma de crucifijo que destaca sobre la camisa abierta, anillos. Hace más de un mes que se prepara para este personaje, se ha dejado crecer una perilla y parece otra persona.

¿Dónde rodar? Esta es otra decisión importante, que va a condicionar, combinado con la imagen externa de los actores, la apariencia última del film. Me acordé de la zona ajardinada de la casa de Chema y Françoise en Tegueste, donde ya habíamos rodado unas escenas de “Rondó”. Junto a unos pequeños arbolitos habían colocado una mesa de jardín y dos sillas que siempre me habían llamado la atención, como un minúsculo decorado que pedía a gritos la presencia de unos personajes de principios del siglo XX tomando el té.

A pesar de las reticencias de René, que veía complicado la toma de sonido directo tan cerca de la carretera general, sentí que aquel era el decorado perfecto para un guión que se sustentaba en la idea de la teatralización de la vida, donde los diálogos derivaban enseguida hacia lo literario y el espacio vacío del comienzo se iba enriqueciendo con nuevos elementos escenográficos, un biombo, un espejo, luces de colores que transformaban el espacio.

Miro las imágenes grabadas en la pantallita del programa de edición, donde destaca el exquisito trabajo fotográfico de Jesús Estrada, delimitando los distintos espacios lumínicos, y los rostros de Enzo y Bibi casi en éxtasis, transfigurados también ellos, y de alguna forma me acuerdo de Ripstein, con sus diálogos imposibles, el barroquismo de su puesta en escena, los personajes tan en el límite, una inspiración no buscada. Disfruto con las distintas entonaciones de Bibiana, el rostro torturado de Enzo (el rodaje le pilló muy cansado y eso redundó positivamente) y su sonrisa sardónica. Espero que el espectador también lo disfrute. Es esta una película de actores.

Ya en el momento de rodar me fijé en la imagen de Bibi en el espejo, la presencia del rostro de Enzo penetrando en el espacio imaginario de ella, y le pedí a Jesús que la fijara con su cámara porque me pareció muy cargada de sentido.


Ahora la veo en el ordenador y me acuerdo de “Venus vegetal”, un mediometraje en el filo del documental y la ficción que rodamos en los 90, donde el fotógrafo Jaime Ramos, que se representaba a sí mismo, se ve reflejado en el espejo donde se mira una modelo que representa a la “Venus del espejo” de Velázquez y que él, fotómetro en mano, está a punto de fotografiar para una exposición.



Es una imagen pregnante, que me lleva a mi infancia. En Alella, el pueblo donde pasábamos los veranos, teníamos una casita que hacía esquina con dos calles. Una noche salí a dar una vuelta y cuando regresé me detuve frente a una ventana abierta a través de la cual veía a mi familia, a mis padres, abuelos y tíos inmersos en el discurrir de la vida cotidiana, como si fuera el espectador de una película de la que yo estaba de algún modo excluido. Poco después me enviaron  a estudiar fuera y pasé varios años lejos de la familia.

 Laly Díaz, Mack García, René Martín, Eduardo Chamorro, Jesús Estrada




  



jueves, 22 de octubre de 2015

COSECHA 2015: CORTOS CANARIOS INDEPENDIENTES

Como cada año, Objetivo Canarias presentó al público en general los cortos seleccionados para su distribución nacional e internacional, el llamado Catálogo Canarias en Corto, en ambas capitales de las dos provincias.  En Santa Cruz de Tenerife se celebró en el Espacio Cultural CajaCanarias, en la sala de proyección que albergó, hace ya algunos años, el festival de cortometrajes organizado por esta entidad.



El acto que tuvo lugar en Tenerife, al que asistí junto a otros cineastas (más bien pocos), actores y amigos de los participantes de los cortos a proyectar, contó con la presencia de la directora general de Cultura, que dio cuenta de la transparencia en la selección de los cortos, tanto en la elección del Comité de Expertos (que se renueva cada año) como en la de la empresa encargada de la distribución de los cortos (Digital 104, que ya dispone de una buena cartera de cortos y largometrajes que han obtenido premios en diversos festivales).



Me llama la atención que solo se hubieran presentado dieciséis cortos, como si este año hubiera declinado sorprendentemente la realización de cortos en las islas, cuando todos sabemos que ocurre todo lo contrario.

El cine canario, dejado a su aire por la suspensión de ayudas a la producción, ha empezado a volar por su cuenta. Las productoras que habían sustentado trabajos anteriores, y que habían engrosado los catálogos de los anteriores nueve años, han desplazado su energía hacia la publicidad y otras actividades más lucrativas, como dar apoyo a las producciones nacionales e internacionales que acuden a las islas, atraídas no por sus paisajes o la calidad de sus técnicos y actores, sino por las desgravaciones fiscales del Gobierno Canario.

Sea por esta razón o por otra, esta es la primera vez que no han exigido el requisito del aval de una productora, sino que en esta ocasión han podido presentarse todos los cineastas independientes, dados o no de alta en la Seguridad Social, un requisito que cerraba las puertas a directores con talento, que debían costearse la distribución después de haber sufragado todos los gastos de producción de su bolsillo.

También el formato del acto cambió este año, al prescindirse de la ritual  presentación de los cortos que hacía cada director, optándose por una posterior mesa redonda, en la que Jairo López, en representación de Digital 104, oficiaba de moderador, presentaba a los directores en su trayectoria fílmica y personal y les dirigía preguntas individualizadas que aclarasen aspectos significativos de cada uno de ellos.

Dos cuestiones reveladoras me parecieron interesantes, que marcan de algún modo el devenir de este cine canario que pulsa para hacerse un hueco, todavía inexistente, en la sociedad canaria.
Hace un año, desde este mismo blog, expresaba mi extrañeza por la ausencia de la crisis, tanto económica como de valores, que nos estaba atenazando, en el texto de este cine canario. Parecía como si, sobrecogidos todavía por la ola de devastación que amenazaba por cambiar de manera definitiva nuestro futuro, los cineastas hubieran optado por refugiarse dentro de sí mismos, pulsando un íntimo malestar sentimental, quizás primera víctima de la crisis, mientras que los aspectos más visibles, el paro, los desahucios, aparecían en un segundo plano, relegados al fondo del encuadre.

Pues bien, los efectos de esta crisis, al cabo de un año, da la impresión de que han alcanzado la visibilidad necesaria, tanto en el contenido de las cintas como en el talante de muchos de los directores allí presentes, al exponer un presente lleno de nubarrones, relacionado tanto con la trayectoria vital de cada uno como referida directamente a la profesión de cineasta, en su doble vertiente como técnicos y como artistas, y que expresaron, con un sentido del humor acre y corrosivo, tanto Iván López como Lamberto Guerra, cuyo rostro aparecía en cuatro de los siete cortos presentados (“El criterio de selección no ha sido mi presencia”, afirmaba con hilaridad Lamberto)

Iván López confesó cómo su último corto era el resultado de una doble crisis individual. Hace unos meses había decidido dejar de realizar cortos. Entonces se organizó un festival de cine expres muy cerca de su casa, y muchos actores acudieron a él para pedirle que rodara un corto con ellos.  Fue tal la tentación (“siempre había querido hacer un corto con todos ellos”), que tuvo que aceptar, construir un guión a toda prisa a partir de una idea de la actriz Alicia Rodríguez, que guardaba en el cajón para mejores tiempos, y empezar a rodar.

“Estoy harto, voy a dejar de hacer cine” es esa frase que todos le habremos oído decir a un cineasta., exhausto ya de tanto bregar sin recibir apoyos ni palabras de aliento y, sin embargo, catapultado a otro corto suicida por un impulso interior (“Hago cine como terapia”, Iván dixit), o por el abrazo de un amigo actor que te anima de nuevo (Lamberto de nuevo).

El otro aspecto que me gustaría destacar lo expresaba muy bien uno de los personajes del corto de Iván López, de nuevo en la voz de Lamberto cuando afirmaba, después de una perorata alimentada por el sarcasmo (“soy probador de alimentos para perros, una de las profesiones más raras del mundo”), se da cuenta de que ha expuesto quince años de su vida en siete minutos.

Pues bien, no sé si el corto dura exactamente estos siete minutos, pero esto es lo que hicieron prácticamente todos los cortos, un ejercicio de síntesis y contención narrativa, buscando las formas que pudieran condensar toda la rabia que cada uno llevaba dentro.  Desde la suavidad relamida de “La talega” al blanco y negro sin matices de “El canto del monstruo”, los cineastas optaron por un relato constreñido a una única situación, que se expresaba con la contundencia de un axioma.



En “Nadie”, el acto de maquillarse y desmaquillarse delante de un espejo contenía en forma de paréntesis la realidad de un vacío, consecuencia lógica de haberse plegado a una realidad poliforma sin tomar nunca partido, dejando que los demás piensen y decidan por uno, por la falta de compromiso. Daniel León Lacave, más optimista que sus compañeros por haber logrado terminar su segundo largo gracias a lo que él expresó como crowfounding emocional, consigue en “Nadie” la perfecta conjugación de lo íntimo y privado con lo social, quizás de una manera más suavizada que en “Ruido”, donde una crisis sentimental se dirimía en medio de una manifestación, ahogada por las consignas coreadas por la multitud.



En “Las tormentas son para el verano” Iván López levanta con pocos mimbres una película coral, que se enuncia con contundencia en su intertítulo inicial (“Nos dijeron que lo hiciéramos todo por amor y después nos engañaron”). Los jóvenes de este corto no se sienten responsables de su fracaso, sino de que se engañó a toda una generación prometiéndoles un futuro que se ha demostrado falso. El corto se inicia abruptamente con un primer plano frontal de una chica dejándose llevar por la melodía de Aretha Franklin, que está girando en un tocadiscos. Así, la música como contendor de una nostalgia de futuro, el rostro devastado por las emociones, los fondos amarillo fuerte iluminados por bombillitas de colores, que contrastan con la alegría triste de estos amigos que desgranan sus penas en secuencias aisladas, donde la ausencia, el paro, las desdichas sin fin del presente, se diluyen en una cena compartida entre amigos.

César Yanes en "Las tormentas son para el verano"



“Nice song”, rodada en menos de cuarenta y ocho horas en el contexto del concurso de cine expres “La Laguna Plató de Cine”, bajo el lema “Todo por amor”, opta por el cine musical, dejando que la letra de la canción que escribió Lamberto Guerra con arreglos de Jonay Armas (“le tarareé la canción por la mañana y ya por la noche tenía la música”), se conjugara con imágenes idílicas de La Laguna, una canción que a la mitad del corto se convierte en diegética, cantada por el propio director actor y dirigida a conseguir una dádiva de dos mujeres que, perteneciendo a las clases adineradas, son las causantes de que los artistas tengan de mendigar en las calles. Cine social y de denuncia, un SOS dirigido a un espectador cómplice que aplaude, un mensaje envenenado envuelto en una música pegadiza que tanto gusta a las señoronas y que les recuerda aquellos ratos viendo musicales de Hollywood pero cuya letra nunca han entendido.





“En el banco” es otro corto resultado de un festival expres, esta vez en Lanzarote, de un recién llegado a esto del cine, como tantos otros que se acercan a este tipo de competiciones, donde la rapidez y la economía de medios son destrezas indispensables para conseguir ese corto de 4 o 5 minutos que se exigen. Iñigo Franco asumió el reto con inteligencia, dándole protagonismo a un banco (“que tuvimos que transportar a la localización que habíamos elegido, frente al Charco de San Ginés, en Arrecife“), que nos cuenta de manera vertiginosa la vida de todos aquellos que se acercan al banco para sentarse a charlar, descansar, dar de comer a un bebé o enamorarse, mediante un único encuadre y la voz en off del narrador. Como era de esperar, la suma de todas estas historias, que sintetizan a veces toda una vida proyectándose en el futuro, da cuenta de la realidad del momento, de las penurias y alegrías de la gente normal en un día cualquiera.



“El canto del monstruo”, el último corto de Armando Ravelo, mientras trata de poner en pie otro relato épico de la conquista de Canarias, toma distancia de este cine un tanto coyuntural donde los cineastas expresan en forma de grito su particular desazón existencial, para profundizar en los pliegues más oscuros del alma humana. Tomando el modelo de procesos terapéuticos que se dan en EEUU, una mujer acude a visitar al asesino de su pareja, como parte de su proceso curativo. Ravelo ejecuta un ejercicio de contención narrativa, escrutando el rostro de los actores, dejando que las miradas y los silencios puedan desvelar qué misterios inenarrables puedan explicar la explosión de la violencia en contextos de normalidad ciudadana.



Otra desviación de este modelo social que la selección del catálogo de este año nos ha deparado, es “La talega”, un corto de Beatriz Fariña, que me ha recordado el cine de los años 70 y que hubiera firmado un Roberto Rodríguez con su cámara de Super-8, al que solo le faltaban las rayaduras y las solarizaciones aleatorias de aquel formato, que recrea un momento detenido en el tiempo de un pasado feliz (el cabrero, el paisaje rural de Teno, aunque hubiera podido ser en cualquier otro lugar, el ambiente festivo, el sonido del folclore), sedimentado en nuestro imaginario colectivo y que contrastaba, por la contigüidad en la proyección, con la nostalgia compartida de los jóvenes de “Las tormentas son para el verano”.



Dejo para el final (y no solo porque se proyectó en último lugar), la sorpresa de la tarde, la estrambótica “Melodrama”, que dejó al auditorio perplejo, frente a Melo y Drama, dos personajes fascinantes, cuyas cabezas consistían en dos artilugios demodées, un televisor y un tomavistas con tres objetivos de los años 50, que debían pasar un test de normalización ante el personaje Society (de nuevo Lamberto Guerra), y cuyo críptico mensaje fue desvelado por un whatsapp que las directoras enviaron para paliar su ausencia en la mesa.

Hay en Melodrama un discurso metacinematográfico sobre la muerte de una determinada manera de mirar el mundo, a través de los medios de comunicación. Melo y Drama se comunican a través de sus cabezas videntes, la una captando con sus objetivos la realidad circundante, la otra mostrando en su pantalla esa misma realidad. Melo y Drama podrían ser también las dos directoras. Cristina Noda (detrás de la cámara) y Cayetana H. Cuyás (directora de Arte) dirigen al unísono (“son como las plantas, se comunican a través de las raíces“ afirmaría Lamberto), y controlan a la perfección hasta el último e insignificante detalle, consiguiendo el efecto de extrañamiento deseado.


Me doy cuenta de que seguimos inmersos en la política de autor, confiriendo a los directores su presencia física en las mesas redondas, como últimos responsables de cada corto, cuando todos sabemos que una película la hace un montón de gente, desde ámbitos artísticos distintos. Así, me gustaría destacar el sólido ensamblaje de algunos de los artífices de los cortos, apoyando y colaborando en las obras de los colegas. Ya he hablado de Lamberto Guerra, delante y detrás de la cámara, presidente de la Unión de Actores de Canarias, y alma mater detrás de muchos proyectos. Por otro lado, Iván López le hace la fotografía y la edición en “Nice Song”, y lo encontramos detrás de la cámara en proyectos de otros actores que se deciden por dirigir su propio corto.

¿Qué le pasa a este cine canario, que parece que todavía no ha encontrado un huequecillo en la gente de a pie, los posibles destinatarios de este cine? ¿De qué pie cojea? ¿Hay algo que lo haga distinto o que lo minusvalore respecto al cine que nos viene de fuera?

Penélope Acín en "Nadie"

He visto en este catálogo una mayoría de edad en el campo de la interpretación, unos actores y actrices que se dejan la piel, que consiguen hacernos querer u odiar a tal o cual personaje. ¿Qué decir del trío protagonista de “Nadie”, de los minúsculos gestos, miradas, medias sonrisas de Penélope Acín? ¿O de las risas, las lágrimas, los besos que se suceden en “Las tormentas son para el verano”? ¿O de la dureza tanto de Marta Viera como de Mingo Ruano en su emocional  enfrentamiento cada uno en un extremo de la mesa en el interior de una cárcel.

Marta Viera en "El canto del monstruo"


La sobria fotografía del también director David Delgado Sanginés en “Nadie”, o la más colorista del fotógrafo Ja Doria en “Las tormentas…” (aprovechando los pocos elementos con los que se contaba, en un trabajo casi improvisado), la partitura musical de Jonay Armas en “Nadie” o en “Nice song”, ayudan a crear las atmósferas emocionales,  visuales y sonoras, que cada corto precisa. Nombres que se repiten en otros cortos, como el de Luis Adern, otra presencia indispensable en el cine canario, aquí oficiando de director de fotografía en “La talega”, animando a jóvenes cineastas con su proyecto Ópera Prima, produciendo cortos a todo aquel que se le acerca con un proyecto.