lunes, 30 de abril de 2012

EL ESTADO DEL CORTOMETRAJE EN ESPAÑA. La MIDEC 2012

La muestra de cortos que cada año promueve el Vicerrectorado de Relaciones Universidad y Sociedad de la Universidad de la Universidad de La Laguna, y que produce, gestiona y organiza la productora Digital104, es siempre un buen motivo para radiografiar el estado del cortometraje en nuestro país. Un estado que, dicho de buenas a primeras, es más bien exangüe y empobrecedor y que nos obliga a la reflexión.


La visión de El barco pirata, el espantoso cortometraje que se llevó el Goya este año, es ya un dato para el escalofrío. Más cuando es distinguido como el mejor cortometraje exhibido en la MIDEC 2012. En la elección desconozco si influyó el brillo conferido por los miembros de la Academia de Cine o por convencimiento propio de las personas del jurado.


En el caso de la Academia, es por todos sabido que en la concesión de los premios se da una extraña mezcla de amiguismo y oportunismo, y que gana quien consigue más votos de amigos y conocidos. Un perverso método que pasa por democrático y que inunda los concursos de toda índole en la red, donde quien más quien menos ha recibido la petición de darle a un “me gusta” a una determinada obra y que beneficia a fin de cuentas a la web en concreto (más anunciantes) y permite mayores ganancias en la bolsa a los lobbies del ciberespacio.

 El barco pirata es una zafia comedia de roma puesta en escena y sonrojante historia que transcurre durante la noche de los Reyes Magos y recuerda el peor cine español.

 No pude ver todos y cada uno de los cortos pero sí la mayoría. Eran todos subvencionados por las diversas comunidades y exhibían un poderío en la puesta en escena digno de mejores causas. Ambientada una durante la segunda guerra mundial en Rusia y hablada en ruso, imitando otra las texturas del cine mudo para describir una carrera de caballos en un hipódromo muy concurrido o reproduciendo un rescate en alta montaña por miembros de la guardia civil.

 Otros eran cortos intimistas que nos sumergen en dramas familiares, diversas soledades y encuentros concertados en el anonimato de la gran ciudad.

 ¿Qué cuentan todas estas historias? ¿Qué nos dicen de sus autores, del mundo en el que viven? Dentro de diez, veinte años, ¿nos dirán algo retrospectivamente del tiempo en el que estuvieron hechos?

 En general, se corresponden al corto de manual: contar una historia con final sorprendente. La conversación que sostiene un hombre mayor con su expareja por el móvil que seduce a los pasajeros durante el trayecto de un autobús, prendidos por una historia que se desarrolla veraz frente a ellos, no es más que una falaz puesta en escena para pedirles dinero. La supuesta historia bélica de un soldado atrapado no es más que una paranoia inducida por un videojuego. Una entrevista de trabajo se transforma en un juego perverso donde se invierten los roles de dominación dominado.


Pocas cosas se salvan del naufragio. El sutil juego actoral en Morir cada día, que transcurre durante una cena familiar, y donde se sugieren las causas de la quiebra de las relaciones mediante las miradas y una planificación cuidadosa. La difícil convivencia de dos adolescentes inadaptados en un instituto americano, rodado a la manera del cine independiente y acogiéndose a los tics, signo de la modernidad, de un Gus van Sant. La delirante mezcla de un dibujo animado, inspirado en Woody Allen, que convive en el mundo real y es sometido a un psicoanálisis donde asume su peculiaridad.


La muestra se exhibió por primera vez en una sala de cine, en condiciones óptimas de proyección, con una presencia moderada de jóvenes espectadores que acudieron al Espacio Cultural Aguere movidos por la curiosidad de conocer los trabajos de otros jóvenes y que salían satisfechos.


Supongo que en España se hacen otro tipo de cortometrajes, realizados por otros jóvenes que seguro que ven otro tipo de cine, más allá del cine americano, y que saben que otro cine es posible. Los cortometrajes que hemos visto estos días se parecen demasiado al adocenado cine español, como si sus guionistas y directores estuvieran haciendo méritos para conseguir la preciada meta del largometraje. 

No se trata tan solo de tener una buena idea y disponer de un buen guión. Es más bien una cuestión de dominio de la puesta en escena, del virtuoso conocimiento del poder de la composición del encuadre cinematográfico. Hacer cine no consiste en una plana transcripción de un guión, en narrar pura y sencillamente una historia sino en la búsqueda de imágenes potentes que queden prendidas en la imaginación del espectador.

Estas muestras de cine se retroalimentan de manera perversa. Se sale con la impresión de que este es el mejor cine que se hace, y que este es el cine que hay que seguir haciendo. Como es el cine que más premios recoge, los jóvenes aspirantes a cineastas imitan estos modos y aspiran a sus vez a amasar premios y galardones con cortos impactantes y sin alma.

martes, 10 de abril de 2012

UNA PELÍCULA AGRIDULCE. Otros tiempos, otras vidas

Hace unos días estrenamos el documental OTROS TIEMPOS, OTRAS VIDAS con el salón de actos de Cajasiete casi lleno. Allí estaban todas las personas que habían intervenido, dejando que la cámara explorara sus vidas. Habían venido acompañados de familiares y amigos, de hijos e incluso de nietos. Eran ellos los que daban la cara, los que se exponían a la crítica o al aplauso, como los actores que han confiado en el director y ahora, cuando el telón se alza, deben afrontar el calor o la frialdad del público.


El documental había alcanzado los 104 minutos, y esto no dejaba de preocuparme. Ya en un anterior pase de prueba, alguien en Madrid había comentado que resultaba demasiado largo. Yo, sin embargo, me aferraba a la idea de que una película con tantos personajes, necesitaba de tiempo para que cada uno de ellos calara en el espectador, para que este los fuera conociendo uno a uno y los reconociera más adelante.

Conocerlos era estar en sus casas, escuchar el tono de su voz, alegre o despreocupada, mientras hablaban de sí mismos o de lo que hacían. Seguirlos cuando se dirigen al lugar donde realizan sus actividades, ver con quien se relacionan, sentir su entusiasmo por las cosas que hacen para poder transmitirlo.


Luego, mucho más adelantado el film, los personajes reflexionan. La reflexión conforma un hilo que se entrecruza. La reflexión individual se convierte en una reflexión coral, la de un colectivo que ha trabajado junta en el mismo medio durante muchos años. Y que ha sido expulsada de este medio. Que ha debido construirse una nueva vida.

Manuel Díaz Noda, en un reportaje que subió a la red con motivo del estreno, comentaba que el film intenta atrapar el instante, como si los acontecimientos se sucedieran al margen de la cámara. En realidad, sí existe un guión previo, que fuimos modificando, adaptándonos a cada realidad que surgía frente a nosotros, pero siempre ciñéndonos a la estructura del guión.

Así, intentaba que la primera parte resultase mucho más libre, siguiendo a unos u otros personajes un poco al azar. La segunda parte tiene una construcción más sólida, los bloques son más extensos y la acción se hace más reflexiva. En medio, un falso cortometraje titulado El volcán tranquilo, que describe la visita de un grupo de jubilados a la isla de El Hierro para visitar a un compañero y de paso contemplar el burbujeo del volcán de La Restinga.


Nunca había vivido un estreno tan emotivo. La gente se rió, aplaudió y se sintió totalmente identificada con los personajes y con las situaciones, incluso los espectadores más jóvenes. Habrá que reflexionar sobre lo que hemos hecho. Sobre cómo se recibe. En próximas proyecciones veremos la reacción de otro tipo de público, de las personas ajenas al entorno de los jubilados. ¿Puede interesar este documental a un público más amplio? Se dice que si partes de lo local, de lo que conoces, puedes llegar a lo universal. Si lo que cuentas es verdadero, puede haber empatía.

Chema, que es el promotor del proyecto y coguionista, está más preocupado por los contenidos, por el mensaje que se transmite. A mí me interesaba el aspecto formal, el cómo estos mensajes se encarnan en las situaciones de una manera natural, sin forzarlas. Me planteaba el documental como una obra de ficción. Primero son los personajes, me decía. Y desarrollar situaciones.



Un amigo me comentó que si en el Cine Leve el trabajo sobre los actores consistía en procurar que no actuaran, como si fuera un documental, qué decir entonces cuando el trabajo se realiza sobre no actores, cómo acercarnos a ellos. Colocar una cámara frente a lo real es ya transformarlo en otra cosa. El observador modifica lo observado. Decirles olvídense que les estamos filmando es una falacia. Le damos al espectador una falsa impresión de que todo sucede sin más. Es un falso realismo. Siempre hay puesta en escena.

Manuel Díaz Noda habla de una película agridulce. Quizás sea esta la impresión final, sin haberla buscado. Sí existe una intencionalidad mayormente optimista, que se subraya en el momento en que Esteban introduce un personaje femenino en la obra de teatro que está escribiendo (el texto es de Esteban), y se pregunta cuál debe ser su función en la obra, ¿pesimista u optimista? Optimista, le responde Chema a través del teléfono. Chema es el co-guionista del documental. Lo que hicimos fue reconstruir algo que había ocurrido, cuando leímos el texto y nos dimos cuenta de que faltaba un personaje femenino y le sugerimos que rehiciera el texto de la obra, añadiendo un nuevo personaje.



La película documenta también el propio proceso del colectivo de jubilados para llevar a cabo un cortometraje que, en la ficción, deciden no realizar y sustituirlo por una obra teatral. Así, ficción y realidad se cruzan en un juego metacinematográfico, en el cual, las personas se representan a sí mismas.

A fin de cuentas, el documental es el resultado de una creación colectiva.
En el envite de llevar a cabo un proyecto que los reúna a todos, el objetivo se ha cumplido antes incluso del estreno del film. El documental no hace otra cosa que refrendar el esfuerzo colectivo, es la prueba de que lo han logrado