lunes, 8 de noviembre de 2010

Cortos con el móvil

CORTOS CON EL MÓVIL
Llevados por la curiosidad, pero también para ver a Chantal Rodríguez, la protagonista de Modelo(s), en un nuevo corto, Laly y yo nos acercamos al TEA para ver qué se puede hacer con un móvil.
Se trataba de un Festival de Cortos realizados con un móvil, una iniciativa del director del Festival Internacional de Cortos de Miami quien, por lo que entendí, pretende ahora acometer la conquista de Europa, a través de Tenerife como puerta de acceso, desde donde tiene pensado trasladar el festival a Madrid el año próximo.
Lo primero que nos sorprendió, cuando ya estábamos casi a las puertas del TEA, fue la presencia de varias chicas de trajes vaporosos y el destello de las cámaras de fotos y de vídeo, que eclipsaba de algún modo la presencia con sus trajes oscuros y corte clásico de algunos políticos.
Tampoco advertimos (y sólo al final) la presencia de la inequívoca alfombra roja, que tapiza el suelo de la anhelada fama que acaricia a los incautos. Ya en el interior, la casi ausencia de caras conocidas (de los que acuden a las sesiones de cortos), y el aleteo y el frufrú de las faldas para los eventos especiales y alguna espalda desnuda nos advirtió de la necesaria tarjeta de invitación a mostrar en la puerta de acceso a la sala. De modo que asalté a Jorge Gorostiza, presidente del jurado, y nos ofreció las suyas para no tener la excusa de que no nos dejaran entrar.
En el interior nos esperaba la confirmación de mis más negros temores, y es que le tengo repelús al boato de las inauguraciones y al ritual del cine tomado de prestado de los Oscars y de los Goya (que imita a los Oscar), y más cuando de lo que aquí se trataba era de mostrar humildes cortometrajes rodados con herramientas diseñadas para otros menesteres, donde la baja resolución de la imagen se da de bruces con la alta definición que los cineastas persiguen con sus trabajos. Pero si cuentas con dineros públicos y privados, es lógico que se vean recompensados con una mayor visibilidad del evento, y un estreno o un festival siempre tiene ese lado festivo, que nos permite hacer gala de nuestro lado exhibicionista. Se notaba no obstante la ausencia de un festival como ya tiene Las Palmas de Gran Canaria, y aquí sin ir más lejos Guía de Isora, donde estos días seguían los debates entre cineastas y la proyección de documentales en MiradasDoc. Un festival, el de los móviles, tan extravagante (todo empezó en NY, el centro del mundo), era una buena excusa para quitarse esa espinita, extender la alfombra roja y exponerse antes los flashes.
En fin, que saltaba a la vista el contraste del costo de traerse a gente desde Miami o desde Madrid, la presencia de políticos y anunciantes, de fotógrafos y cámaras, de presentadoras y presentadores, que descubrían la genialidad de rodar un corto con un móvil de costo cero, cuando en otras circunstancias, cuando se estrena otro tipo de trabajos, detrás de los cuales hay el mismo esfuerzo o más, y se exhiben en la misma sala, no aparece ninguno de estos personajes para saludar el trabajo de los cineastas y darlo a conocer a través de los medios.
También me extrañó, aunque no tanto, la ausencia de algún representante de la Filmoteca Canaria o de Canarias Cultura en Red (por lo menos no los vi), pues de un festival de cortometrajes se trataba, y está claro que podía interesarles. Pero como si de enemigos se tratara, que compitieran entre sí, las cosas que organiza el Cabildo parecen pertenecer a otra galaxia de las que organiza el Gobierno de Canarias, aunque correspondan a la misma especie.
El llenazo de la sala debió sorprender a los propios organizadores (¡ay, el Víctor), así como la calidad de los trabajos presentados (así lo dijo el director del Festival de Miami). Se habían presentado más de 90 cortos, de los cuales se seleccionaron 6 para su proyección durante la gala. Creo que faltó una proyección, si no de todos, por lo menos de una buena representación de los cortos, que nos hubiera satisfecho la curiosidad de qué se puede contar con un móvil que no se pueda contar de otra manera, pues si yo tengo a mi alcance una buena cámara en HD y a mi lado un móvil de nueva generación, qué me lleva a utilizar uno u otro, a no ser que se trate de un esnobismo más, como el de la cámara de vídeo que simula la textura y las imperfecciones del Super8 y que está causando estragos (creo que voy a desenpolvar mis rollos de super8).
En este sentido, el único corto que se planteó una reflexión sobre el instrumento de captura fue San Martín, un primer cortometraje de ficción (ya había realizado otros trabajos audiovisuales) de Rodrigo Cornejo, donde se jugaba con la textura del corto con la de imágenes tomadas por un móvil y que la protagonista contemplaba, y aunque ambas estaban tomadas por un móvil, las primeras mantenían los parámetros propios de un corto y las segundas se construían más frágiles, tanto en un color más devaluado como en el constante movimiento y la presencia "inadvertida" de un dedo sobre el objetivo.
Gone, de Katherine Villari, y que procedía de Miami, se planteaba con un estilo más clásico, de cámara fija montada sobre trípode, la representación de la nostalgia y la fragilidad del amor.
Afortunada Coincidencia, de los tinerfeños Javier Gil, Patricia Delponty y Rafael Zamora, establecieron un curioso dispositivo distanciador mediante unos carteles que comentaban la acción "pintados" sobre un muro que formaba parte del paisaje.
Severlasalreves. del madrileño Pablo Arreba Sánchez, que fue la película ganadora, consistía en un plano secuencia que, como el propio título, funcionaba en los dos sentidos: se proyectaba del derecho y a continuación, sin solución de continuidad, se proyectaba al revés, de tal manera que siendo la misma acción cambiaba el sentido de lo que veíamos, porque no es lo mismo una puerta que se abre que una puerta que se cierra o decir te quiero antes de que después de. De una sencillez abrumadora, Pablo Arreba nos ofrece una lección de cine, a partir de una intuición genial por lo simple.
Si los cuatro cortos comentados se ciñen a las siempre complicadas relaciones de pareja, un tema que se aviene muy bien a la brevedad de las propuestas, dentro de un tono melodramático, La casa en la que nunca estuve, del valenciano Juan A. Cerezuela, se plantea como documental y Te escucho, del tinerfeño Darío López Ruiz, como comedia.
En el primero la cámara es la protagonista, indagando en el valor de las piedras y de las ruinas, moviénose sin cesar y acercándose a los muros pendiente de las texturas, con una voz en over que apela al recuerdo y a la memoria de unos tiempos de iniquidad y desasosiego.
Te escucho se ganó el favor del público, y Darío siguió deleitando a los espectadores cuando salió a recibir el premio, hilando anécdotas y comentarios sin parar.
Lo dicho, nos faltó ver otras propuestas, y sigo preguntándome qué diferencia estos cortos de los que se hacen con medios más convencionales.

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