El jueves 5 de septiembre comienza Tenerife Shorts, un festival internacional de cortometrajes, a realizar en el TEA.
Lo insólito, por lo novedoso, es la sesión reservada para el visionado de cortometrajes rodados hace algunas décadas. Lo normal es que los cortos se hagan viejísimos a los dos años de su producción y caigan en el olvido, un limbo del que quizás lleguen a rescatarlos los estudiosos del cine del futuro.
No queda muy claro que los límites para esta selección se encuentre entre los años 1974-1986, no recuerdo ningún evento importante que justifique tales jalones, aunque algunas cosas relacionadas con el cine sí ocurrieron.
En 1974 se constituyeron formalmente la Agrupación Tinerfeña de Cine Amateur y el Grupo de Cineastas Amateurs de Las Palmas, la Caja General de Ahorros de Tenerife organizó este año su tercer Certamen Regional de Cine Amateur, que aglutinaría a todos los cineastas amateurs del archipélago.
Coincide con el año de mi llegada a Tenerife por cuestiones laborales (aunque en realidad aterricé en el aeropuerto de Los Rodeos en el mes de diciembre anterior). Fue para mí el año 74 un año crucial, pues conocí a un montón de gente, entre ellos a Laly, con quien me casaría al año siguiente, y establecí relación con la mayoría de los cineastas en activo, en especial los integrantes del equipo Neura (Juan Puelles, su hermano Fernando, y Alberto Delgado) y a los hermanos Ríos, a Santi y a Teo, con quien rodé mi primer cortometraje en Tenerife.
1986 fue el año en que cerró el Cinematógrafo Yaiza Borges ante el embate de las multisalas y el desplazamiento del público hacia un cine de consumo fácil.
Sea como sea, los cinco cortometrajes seleccionados, me afectan de una u otra forma. Desde “Sexoquemado”, un cortometraje que vi y me impresionó en su momento, hasta “Los barrancos afortunados”, el corto que dirigí en solitario, pues “Crónica histérica: la conquista de Tenerife”, es un corto que se rodó antes de llegar yo a las islas, pero entré a formar parte del colectivo en su nuevo proyecto y les hice la fotografía de “Vamos a desenmascarar al padre Manolo, bueno, vamos”, una auténtica locura que duraba una hora y se proyectó en el Festival de Benalmádena el año que se murió Franco.
En la “La tarjeta de crédito” comparto la autoría con Juan Puelles, Javier Gómez y Alberto Delgado, y es el germen del colectivo que se formaría años más tarde, los locos por el cine de Yaiza Borges, y que produjeron en la década de los 80 varias películas en 16mm. con la colaboración de Televisión Española en Canarias, la primera de las cuales fue “El fotógrafo”, dirigida por Luis Sánchez-Gijón Cañete, y en la que también colaboré como ayudante de dirección.
Desconozco los criterios de la tal selección. En su momento brillaban los nombres de Teo y Santi Ríos, Roberto Rodríguez (ambos acaparaban todos los premios en festivales locales e internacionales), Antonio Casanova, Enrique de Armas o Manuel Tauroni, por citar solo a algunos de los cineístas de la A.T.C.A. (la asociación tinerfeña de cineístas amateurs), más pendientes de la técnica (tipo de cámara, objetivos, etc.) que de la puesta en imágenes, pues se valoraba la brillantez y el ingenio antes que cuestionar la manera de hacer cine.
Los del equipo Neura no tenían ni idea de hacer funcionar una cámara cuando les dio por rodar su “Crónica histérica”, pero se convirtió en poco tiempo en la película más proyectada y, andando los años, en un film de culto. Como todas las películas realizadas en el formato Super-8, solo existía una única bobina y cada vez que pasaba por un proyector las posibilidades de un accidente se incrementaban (una raya vertical que podía dañar la película en su totalidad, roturas, quemaduras de un fotograma).
Las imágenes de “Sexoquemado” se salían por completo de la fotografía convencional de los amateurs que solían documentar las fiestas tradicionales (romerías, carnaval, corpus) o eran simplemente paisajistas (las bellezas del Teide, por poner un ejemplo). En cambio, el pintor Miró Mainou consiguió impregnar a sus imágenes de la isla de Lanzarote, a través de la obra de Pepe Dámaso, de una fuerza telúrica sobrecogedora en un film modesto pero poseedor de una mirada propia, algo de lo que carecía el resto de los cineastas de aquella década.
La selección de títulos da un paso adelante y presenta “El fotógrafo” como único representante de la siguiente década (o de la primera mitad de la década de los 80). En esta coproducción de Yaiza Borges y TVE en Canarias, perteneciente al programa Cine Canario que se emitiría a altas horas de la noche, con proyección y coloquio posterior con el director, los componentes del colectivo se repartían las diversas funciones en la dirección de fotografía (siempre Juan Antonio Castaño detrás de la cámara), la producción propiamente dicha o el diseño artístico, mientras que el sonido, el revelado del material y el montaje estaban a cargo de personal de la televisión.
Este fue el primer rodaje de las cinco producciones que recayeron en Yaiza Borges, y a mi me me metieron en el equipo de dirección, aunque no sabía muy bien en qué consistía esto. Menos mal que Luis Cañete estaba en todo, desplegando una energía que le fue minando avanzado el rodaje, tal como se evidenciaba en un making of que yo iba grabando con mi voluminosa cámara Betamax (el grabador se llevaba al hombro, conectado con un cable a la cámara).
Como se trataba de simular un suicidio, un especialista se avino a quedarse quieto al fondo del barranco con los miembros retorcidos y unos sesos de vaca derramados sobre la roca junto a su cabeza. Los curiosos mañaneros que se juntaron a tomarse el desayuno en el bar más cercano escuchaban las noticias sin que se mencionase al nuevo suicida del puente Serrador, por lo que rumoreaban por lo bajo que seguramente se trataba de alguien con la suficiente influencia para que los medios no lo publicitaran.
Los de producción consiguieron que por un rato se cortara el tráfico y una ambulancia y varios coches de policía aparecieran zumbando en contradirección. Yo lo rodé en vídeo cámara en mano y a Luis le gustó mucho más que el sofisticado plano que había diseñado con una grúa que montaron sobre el puente, seguramente porque resultaba más “periodístico” y la vibración de la cámara transmitía mejor el nerviosismo del momento.
Luis y Mengue se las ingenieran para realizar con éxito un efecto final de una cámara de fotos cayendo en cámara lenta, sin que la cámara se dañase. Para ello construyeron una estructura metálica en cuyo interior se mantenía la cámara de fotos girando sobre un eje. Dispusieron un travelling horizontal y desplazaron la cámara de filmar, inclinada en un eje de 90º, sobre la cámara de fotos, de modo que parecía que ésta era la que se desplazaba, y no de derecha a izquierda sino de arriba abajo.
Como la cámara de 16mm. de que disponíamos no era silenciosa no pudimos tomar el sonido directo, ni tampoco pensar en un posterior doblaje en la península por evidentes razones presupuestarias. Se tomó una decisión de lo más extraña: grabar primero los diálogos y rodar luego los planos intentando que los actores hicieran coincidir los labios con el texto, algo así como lo que se hace en los videoclips en la actualidad.
Algunas escenas se rodaron en la cocina de mi casa. Era la época en que los directores artísticos querían poner su impronta y lo modificaban casi todo, de modo que pusieron nuestra cocina patas arriba. Como siempre fallaba algo el rodaje se alargaba, y nuestras hijas tendríán por entonces pocos años y no había manera de que se acostasen.
Comparándolo con el Cine Leve de ahora, aquello sí que era Hard Cinema. Ahora llegamos a una casa y decimos, por favor, no toquen nada. Creo que ganamos ne verosimilitud. Y en rapidez. Y nos evitamos muchos quebraderos de cabeza.
En otro post hablaré de “Los barrancos afortunados” y de “La trajeta de crédito
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