lunes, 4 de diciembre de 2017

YAIZA BORGES: LA EDAD DE LOS HOMENAJES

Hace unos días me llama Jairo López por teléfono, lo cual ya es una novedad, pues en la era del whatsapp a quién se le ocurre llamar por teléfono, y me dice que han decidido darnos el premio que su asociación concede anualmente. ¿Darnos?, ¿a quién? Al colectivo Yaiza Borges en el cual milité en los años 80 y del que hace poco celebramos los 25 años de su creación, en 1987. Jairo López es ahora presidente de la Asociación de Cineastas de Canarias Microclima, una asociación que comienza su difícil andadura (se creó a principios de 2016), siguiendo los pasos de sus antecesoras, o más bien rehaciendo un camino abandonado tantas veces y empezado de nuevo por la voluntad de cineastas en pro de unas metas comunes a lo largo del siglo pasado.

Hace apenas un año, la Asociación Microclima acordaba conceder su primer galardón, destinado a reconocer el esfuerzo individual o colectivo a favor del cine,  a la Asociación de cine Vértigo, “por su extenso y riguroso trabajo en pos de la promoción y la difusión de la actividad cinematográfica en el  contexto insular de Gran Canaria”.
Algunos miembros de la Asociación Microclima
El premio de este año al colectivo pionero Yaiza Borges “quiere destacar la intensa labor desplegada por los miembros de aquella asociación y luego cooperativa, tanto en el terreno de la producción, como la exhibición, divulgación, distribución, formación y también en el debate de las políticas audiovisuales en los años de formación de la Comunidad Autónoma de Canarias”.
Vértigo es una asociación viva, fecunda en proyectos cinematográficos, como la Muestra de Cine Iberoamericano Ibértigo o la imaginativa muestra de cortos de un minuto y medio de duración, en relación al concepto de ciudad, Muestra Visionaria.
Yaiza Borges, por el contrario, pertenece ya a la historia del cine canario, y se halla embalsamada en publicaciones, tesinas y todo tipo de reseñas, y sus restos de naufragio (boletines, hojillas, propuestas, libro negro, revista Barrido, películas, carteles y sueños), metidas en cajas depositadas en algún rincón oscuro del fondo documental y audiovisual de la Filmoteca Canaria, recientemente traspasado al archivo provincial.


La otra noche, a la entrada de una de las sesiones del Festival Internacional de cortometrajes Tenerife Shorts, alguien me felicitó. ¿Y eso? le dije. Por el premio, el premio a YB, es que el premio es a los miembros del colectivo y no tanto a esa Yaiza Borges, con nombre de mujer misteriosa (un nombre que llevó a mucha gente a la confusión, pues pensaban que esa mujer existía), a los diez fundadores, aquellos cuyos nombres se grabaron en las escuetas páginas del Libro Negro, fundidos con las proclamas y propuestas que constituyeron su manifiesto por un cine posible (e imposible).
Reflexionando más tarde, advertí el paso de los tiempos, cómo en aquellos años pasábamos de los premios (nos contentábamos con que salieran los proyectos, los miembros del colectivo eran muy radicales, ya se sabe), y ahora la sensibilidad es otra (se mide el éxito en el número de festivales en que has sido seleccionado).
Juan Antonio Castaño, Fernando Gabriel Martín, Lales Alonso, Josep Vilageliu, Aurelio Carnero
La tarde del sábado 16 de diciembre, en la sala del TEA, se proyectarán las dos bobinas de super8, único testimonio de la inauguración del Cinematógrafo Yaiza Borges una noche lluviosa del mes de octubre de 1981 (y que siguió lloviendo en cada uno de los siguientes aniversarios), en una sala de cine cerrada de la calle General Mola (ahora avenida de las Islas Canarias) que el ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife utilizaba para mítines político y es en la actualidad un gimnasio.

Dos bobinas que rodó por su cuenta Antonio Jarque, un compañero de Telefónica que nos ayudaba en los rodajes, intentando obtener una perspectiva adecuada para encuadrar a tanta gente que desbordaba el hall de entrada y se perdía por los pasillos y demás espacios de la sala de cine, con su nuevo look en blanco y negro, que hacía juego con “Solo ante el peligro”, el western de título alegórico con el que se inauguraba una inacabable (eso esperábamos) sucesión de estrenos de películas clásicas y modernas que atraería a los amantes de cine de la isla, ahítos de tantos títulos que se les habían escamoteado y que empresarios apegados a lo seguro no se atrevían a programar.

El comienzo y el final. La proyección de las dos bobinas y la de “The end”, la inclasificable película que rodaron los miembros del colectivo tras el cierre de la sala, obligados por la deuda que se iba acumulando, y que constituye un climax emotivo, la constatación de un fracaso, la suma de una serie sketchs individuales que pretendían ser una reflexión sobre los casi seis años de lucha (dos primeros años espléndidos y luego un ir perdiendo espectadores e ilusiones), dominados por una pasión casi enfermiza que los mantenía unidos en la adversidad (las películas que les hubiera gustado hacer, los proyectos que los gobiernos de turno, de izquierda o de derecha, fueron rechazando)


¿Qué fue de Yaiza Borges? Tras el cierre del cine volvieron a juntarse en un proyecto colectivo, que se pretendía por un lado pedagógico y por otro remontar la deuda y cerrar la hipoteca sobre unas tierras. Una oportunidad en forma de cursos para parados de 440 horas, dos de Producción de Vídeo y otras dos de Animación de cine-clubs, pues ingenuamente se pensaba que las salas de los pueblos, una vez cerrados los cines y abiertos de nuevo como salas de cultura de los diversos ayuntamientos, se pondrían en marcha nuevos cine-clubs cuyos animadores se necesitaba formar, para organizar los ciclos, confeccionar las hojillas y conducir los coloquios.
Y luego unos se marcharon (Fernando Gabriel Martín a Brasil, tras su jubilación como catedrático de Cine, Bolaños a Marruecos, Javier Gómez a Valencia,  Pep a Argentina) y otros nos quedamos, cada uno en su historia, mientras los años han ido trayendo a nuevas generaciones de cineastas, que apenas saben ya nada de Yaiza Borges ni falta que les hace.




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