Con no poco esfuerzo hemos iniciado la andadura de un nuevo proyecto. Siempre me ha gustado tomar prestados algunos códigos del cine de género, no para hacer una película de terror, una comedia o un trhiller, ni tampoco para parodiarlos o darles la vuelta. En la economía de medios, tanto de producción como semántica, en la que suelo moverme, los códigos genéricos tienen la ventaja de ser inmediatamente reconocidos y decodificados por el espectador. En Reflejo en Rojo, un simple intercambio de frases entre un hombre y una mujer, que se han citado de hurtadillas en un museo, eran suficientes para anclar el relato en una turbia historia de adulterio y remordimientos. Como esta historia ya se ha contado muchas veces, aprovecho que el espectador ya la conoce para centrarme en lo que más me interesa y pasar de esas escenas de las que el cine narrativo está lleno, que simplemente enlazan, conducen, explican, ralentizan o rellenan. ¿y qué es lo que más me interesa?
Nube9 se plantea como un corto de ciencia ficción. La anécdota es muy simple, y es el sustrato narrativo de muchas películas: un personaje se desplaza a un planeta, a una zona o a una existencia alternativa, y allí se enfrenta a un mundo con unos códigos distintos, deberá resolver un misterio y salvar a la chica. En general, este esquema narrativo ha servido, tanto en la literatura como en el cine, para proyectar el mundo actual sobre un futuro más o menos cercano, para así especular sobre una serie de males de nuestra sociedad actual, que se muestran, al sobredimensionarlos en este mundo imaginado, de una manera más clara y diáfana.
Uno de los escollos a los que me enfrento, al definir mi corto como de ciencia ficción, es el nivel técnico de este tipo de películas al describir estas sociedades alternativas, que deben ser creíbles antes que nada. Los efectos especiales, tanto en el rodaje como en la postproducción, parecen ser imprescindibles.
Aclaro ya que mi intención no es hacer un corto de ciencia ficción, tan solo me apropio, como en cortometrajes anteriores, de la anécdota, para poder concentrarme en otros aspectos: la puesta en sentido de la narración, la arquitectura del relato, la textura visual del film, la exploración de las emociones, el trabajo sobre el cuerpo de los actores.
Tenía en mente la secuencia inicial de Lemmy contra Alphaville, donde Godard recurre a una misma anécdota y ambienta su film de ciencia ficción en un París reconocible y nocturno, construyendo un film surreal e inverosímil, en el que Eddie Constantine se enfrenta a una camarera que es al mismo tiempo una Seductora de Primera Clase, encargada de vigilarle durante su estancia en la fría y racional Alphaville, un lugar donde la palabra amor está prohibida.
En mi corto, llamo Viajero al personaje principal, y lo adentro por una autopista hasta un lugar denominado Nube9, del que solo conoceremos el interior de las habitaciones, siempre idénticas, y las mujeres que la habitan. ¿Qué es Nube9? Este lugar al que nos abocamos donde la comunicación será instantánea y no precisará de ningún tipo de aparato ni tecnología como ahora. Es, eso sí, una proyección especulativa de este lugar que sí es real, que alberga ya un mucho de nosotros mismos, la suma de conocimientos, verdades y mentiras, este lugar al que enviamos pensamientos, imágenes y vídeos y que nunca se borran, sino que van configurando una imagen del mundo real, construyendo un pasado alternativo más fiable que nuestros recuerdos.
En esta sociedad post-tecnológica bastaría con cerrar los ojos para verlo todo, la intimidad dejaría de existir y las relaciones humanas quedaría reducidas a simples apariencias. De tanto mirar, dejaríamos de ver.
Bajo este sustrato genérico, se agazapan dos mitos antiguos que se me desvelaron nada más empecé a trabajar con los actores: el mito de Pigmalión y el de Ariadna y el Laberinto. Ambas historias nos ayudaron a configurar las relaciones entre el Viajero y las dos mujeres con las que se relaciona en la Nube.
De nuevo, como en Fantasmas, regresaba al Puerto de La Cruz y a los laberintos de un hotel como espacio mental donde ubicar el relato. De nuevo iba a trabajar con Miguel Ángel Rábade, que se ha convertido en mi alter ego a lo largo de estos últimos años, y con las actrices Chantal Rodríguez y Leonor Cifuentes, protagonistas de Modelo(s), y con un equipo técnico similar al de otras ocasiones: Laly Díaz en la producción, Elena de Vera en arte, Verónica Galán diseñando un maquillaje ad hoc para los habitantes de la Nube (como el sencillo vestuario pero efectivo pensado por Elena), Aitor Padilla en el montaje, René Martín con el sonido y la música, y Ramón Santos repitiendo con el diseño visual del film (es el responsable de la fotografía de Reflejo en Rojo), con la ayuda de Eduardo Gorostiza, que se ha implicado a través de la productora La Mirada Gorostiza y la actuación de Marina Delgado en una de las escenas del film.
Bajo este sustrato genérico, se agazapan dos mitos antiguos que se me desvelaron nada más empecé a trabajar con los actores: el mito de Pigmalión y el de Ariadna y el Laberinto. Ambas historias nos ayudaron a configurar las relaciones entre el Viajero y las dos mujeres con las que se relaciona en la Nube.
De nuevo, como en Fantasmas, regresaba al Puerto de La Cruz y a los laberintos de un hotel como espacio mental donde ubicar el relato. De nuevo iba a trabajar con Miguel Ángel Rábade, que se ha convertido en mi alter ego a lo largo de estos últimos años, y con las actrices Chantal Rodríguez y Leonor Cifuentes, protagonistas de Modelo(s), y con un equipo técnico similar al de otras ocasiones: Laly Díaz en la producción, Elena de Vera en arte, Verónica Galán diseñando un maquillaje ad hoc para los habitantes de la Nube (como el sencillo vestuario pero efectivo pensado por Elena), Aitor Padilla en el montaje, René Martín con el sonido y la música, y Ramón Santos repitiendo con el diseño visual del film (es el responsable de la fotografía de Reflejo en Rojo), con la ayuda de Eduardo Gorostiza, que se ha implicado a través de la productora La Mirada Gorostiza y la actuación de Marina Delgado en una de las escenas del film.
Verónica Galán y Elena de Vera
Un momento del rodaje de una de las realidades paralelas del film
Verónica maquillando a Leonor Cifuentes
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