Como cada año, Objetivo Canarias presentó al público en
general los cortos seleccionados para su distribución nacional e internacional,
el llamado Catálogo Canarias en Corto, en ambas capitales de las dos provincias. En Santa Cruz de Tenerife se celebró en
el Espacio Cultural CajaCanarias, en la sala de proyección que albergó, hace ya
algunos años, el festival de cortometrajes organizado por esta entidad.
El acto que tuvo lugar en Tenerife, al que asistí junto a
otros cineastas (más bien pocos), actores y amigos de los participantes de los
cortos a proyectar, contó con la presencia de la directora general de Cultura,
que dio cuenta de la transparencia en la selección de los cortos, tanto en la elección del Comité de Expertos (que se renueva cada año) como en la de la empresa
encargada de la distribución de los cortos (Digital 104, que ya dispone de una
buena cartera de cortos y largometrajes que han obtenido premios en diversos
festivales).
Me llama la atención que solo se hubieran presentado
dieciséis cortos, como si este año hubiera declinado sorprendentemente la
realización de cortos en las islas, cuando todos sabemos que ocurre todo lo
contrario.
El cine canario, dejado a su aire por la suspensión de ayudas a la producción, ha empezado a volar por su cuenta. Las productoras que habían sustentado trabajos anteriores, y que habían engrosado los catálogos de los anteriores nueve años, han desplazado su energía hacia la publicidad y otras actividades más lucrativas, como dar apoyo a las producciones nacionales e internacionales que acuden a las islas, atraídas no por sus paisajes o la calidad de sus técnicos y actores, sino por las desgravaciones fiscales del Gobierno Canario.
El cine canario, dejado a su aire por la suspensión de ayudas a la producción, ha empezado a volar por su cuenta. Las productoras que habían sustentado trabajos anteriores, y que habían engrosado los catálogos de los anteriores nueve años, han desplazado su energía hacia la publicidad y otras actividades más lucrativas, como dar apoyo a las producciones nacionales e internacionales que acuden a las islas, atraídas no por sus paisajes o la calidad de sus técnicos y actores, sino por las desgravaciones fiscales del Gobierno Canario.
Sea por esta razón o por otra, esta es la primera vez que no
han exigido el requisito del aval de una productora, sino que en esta ocasión
han podido presentarse todos los cineastas independientes, dados o no de alta
en la Seguridad Social, un requisito que cerraba las puertas a directores con
talento, que debían costearse la distribución después de haber sufragado todos
los gastos de producción de su bolsillo.
También el formato del acto cambió este año, al prescindirse
de la ritual presentación de los
cortos que hacía cada director, optándose por una posterior mesa redonda, en la
que Jairo López, en representación de Digital 104, oficiaba de moderador,
presentaba a los directores en su trayectoria fílmica y personal y les dirigía
preguntas individualizadas que aclarasen aspectos significativos de cada uno de
ellos.
Dos cuestiones reveladoras me parecieron interesantes, que
marcan de algún modo el devenir de este cine canario que pulsa para hacerse un
hueco, todavía inexistente, en la sociedad canaria.
Hace un año, desde este mismo blog, expresaba mi extrañeza
por la ausencia de la crisis, tanto económica como de valores, que nos estaba
atenazando, en el texto de este cine canario. Parecía como si, sobrecogidos
todavía por la ola de devastación que amenazaba por cambiar de manera
definitiva nuestro futuro, los cineastas hubieran optado por refugiarse dentro
de sí mismos, pulsando un íntimo malestar sentimental, quizás primera víctima
de la crisis, mientras que los aspectos más visibles, el paro, los desahucios,
aparecían en un segundo plano, relegados al fondo del encuadre.
Pues bien, los efectos de esta crisis, al cabo de un año, da
la impresión de que han alcanzado la visibilidad necesaria, tanto en el
contenido de las cintas como en el talante de muchos de los directores allí
presentes, al exponer un presente lleno de nubarrones, relacionado tanto con la
trayectoria vital de cada uno como referida directamente a la profesión de
cineasta, en su doble vertiente como técnicos y como artistas, y que
expresaron, con un sentido del humor acre y corrosivo, tanto Iván López como
Lamberto Guerra, cuyo rostro aparecía en cuatro de los siete cortos presentados
(“El criterio de selección no ha sido mi presencia”, afirmaba con hilaridad
Lamberto)
Iván López confesó cómo su último corto era el resultado de una doble crisis individual. Hace unos meses había decidido dejar de realizar cortos. Entonces se organizó un festival de cine expres muy cerca de su casa, y muchos actores acudieron a él para pedirle que rodara un corto con ellos. Fue tal la tentación (“siempre había querido hacer un corto con todos ellos”), que tuvo que aceptar, construir un guión a toda prisa a partir de una idea de la actriz Alicia Rodríguez, que guardaba en el cajón para mejores tiempos, y empezar a rodar.
“Estoy harto, voy a dejar de hacer cine” es esa frase que
todos le habremos oído decir a un cineasta., exhausto ya de tanto bregar sin
recibir apoyos ni palabras de aliento y, sin embargo, catapultado a otro corto
suicida por un impulso interior (“Hago cine como terapia”, Iván dixit), o por
el abrazo de un amigo actor que te anima de nuevo (Lamberto de nuevo).
El otro aspecto que me gustaría destacar lo expresaba muy
bien uno de los personajes del corto de Iván López, de nuevo en la voz de
Lamberto cuando afirmaba, después de una perorata alimentada por el sarcasmo
(“soy probador de alimentos para perros, una de las profesiones más raras del
mundo”), se da cuenta de que ha expuesto quince años de su vida en siete
minutos.
Pues bien, no sé si el corto dura exactamente estos siete
minutos, pero esto es lo que hicieron prácticamente todos los cortos, un
ejercicio de síntesis y contención narrativa, buscando las formas que pudieran
condensar toda la rabia que cada uno llevaba dentro. Desde la suavidad relamida de “La talega” al blanco y negro
sin matices de “El canto del monstruo”, los cineastas optaron por un relato
constreñido a una única situación, que se expresaba con la contundencia de un
axioma.
En “Nadie”, el acto de maquillarse y desmaquillarse delante
de un espejo contenía en forma de paréntesis la realidad de un vacío,
consecuencia lógica de haberse plegado a una realidad poliforma sin tomar nunca
partido, dejando que los demás piensen y decidan por uno, por la falta de
compromiso. Daniel León Lacave, más optimista que sus compañeros por haber logrado
terminar su segundo largo gracias a lo que él expresó como crowfounding
emocional, consigue en “Nadie” la perfecta conjugación de lo íntimo y privado
con lo social, quizás de una manera más suavizada que en “Ruido”, donde una
crisis sentimental se dirimía en medio de una manifestación, ahogada por las
consignas coreadas por la multitud.
En “Las tormentas son para el verano” Iván López levanta con
pocos mimbres una película coral, que se enuncia con contundencia en su intertítulo
inicial (“Nos dijeron que lo hiciéramos todo por amor y después nos engañaron”).
Los jóvenes de este corto no se sienten responsables de su fracaso, sino de que
se engañó a toda una generación prometiéndoles un futuro que se ha demostrado
falso. El corto se inicia abruptamente con un primer plano frontal de una chica
dejándose llevar por la melodía de Aretha Franklin, que está girando en un
tocadiscos. Así, la música como contendor de una nostalgia de futuro, el rostro
devastado por las emociones, los fondos amarillo fuerte iluminados por
bombillitas de colores, que contrastan con la alegría triste de estos amigos
que desgranan sus penas en secuencias aisladas, donde la ausencia, el paro, las
desdichas sin fin del presente, se diluyen en una cena compartida entre amigos.
César Yanes en "Las tormentas son para el verano"
“Nice song”, rodada en menos de cuarenta y ocho horas en el
contexto del concurso de cine expres “La Laguna Plató de Cine”, bajo el lema
“Todo por amor”, opta por el cine musical, dejando que la letra de la canción
que escribió Lamberto Guerra con arreglos de Jonay Armas (“le tarareé la
canción por la mañana y ya por la noche tenía la música”), se conjugara con
imágenes idílicas de La Laguna, una canción que a la mitad del corto se
convierte en diegética, cantada por el propio director actor y dirigida a
conseguir una dádiva de dos mujeres que, perteneciendo a las clases adineradas,
son las causantes de que los artistas tengan de mendigar en las calles. Cine
social y de denuncia, un SOS dirigido a un espectador cómplice que aplaude, un
mensaje envenenado envuelto en una música pegadiza que tanto gusta a las
señoronas y que les recuerda aquellos ratos viendo musicales de Hollywood pero
cuya letra nunca han entendido.
“En el banco” es otro corto resultado de un festival expres,
esta vez en Lanzarote, de un recién llegado a esto del cine, como tantos otros
que se acercan a este tipo de competiciones, donde la rapidez y la economía de
medios son destrezas indispensables para conseguir ese corto de 4 o 5 minutos
que se exigen. Iñigo Franco asumió el reto con inteligencia, dándole
protagonismo a un banco (“que tuvimos que transportar a la localización que
habíamos elegido, frente al Charco de San Ginés, en Arrecife“), que nos cuenta
de manera vertiginosa la vida de todos aquellos que se acercan al banco para
sentarse a charlar, descansar, dar de comer a un bebé o enamorarse, mediante un
único encuadre y la voz en off del narrador. Como era de esperar, la suma de
todas estas historias, que sintetizan a veces toda una vida proyectándose en el
futuro, da cuenta de la realidad del momento, de las penurias y alegrías de la
gente normal en un día cualquiera.
“El canto del monstruo”, el último corto de Armando Ravelo,
mientras trata de poner en pie otro relato épico de la conquista de Canarias,
toma distancia de este cine un tanto coyuntural donde los cineastas expresan en
forma de grito su particular desazón existencial, para profundizar en los
pliegues más oscuros del alma humana. Tomando el modelo de procesos
terapéuticos que se dan en EEUU, una mujer acude a visitar al asesino de su
pareja, como parte de su proceso curativo. Ravelo ejecuta un ejercicio de
contención narrativa, escrutando el rostro de los actores, dejando que las
miradas y los silencios puedan desvelar qué misterios inenarrables puedan
explicar la explosión de la violencia en contextos de normalidad ciudadana.
Otra desviación de este modelo social que la selección del
catálogo de este año nos ha deparado, es “La talega”, un corto de Beatriz
Fariña, que me ha recordado el cine de los años 70 y que hubiera firmado un Roberto
Rodríguez con su cámara de Super-8, al que solo le faltaban las rayaduras y las
solarizaciones aleatorias de aquel formato, que recrea un momento detenido en
el tiempo de un pasado feliz (el cabrero, el paisaje rural de Teno, aunque
hubiera podido ser en cualquier otro lugar, el ambiente festivo, el sonido del
folclore), sedimentado en nuestro imaginario colectivo y que contrastaba, por
la contigüidad en la proyección, con la nostalgia compartida de los jóvenes de
“Las tormentas son para el verano”.
Dejo para el final (y no solo porque se proyectó en último
lugar), la sorpresa de la tarde, la estrambótica “Melodrama”, que dejó al
auditorio perplejo, frente a Melo y Drama, dos personajes fascinantes, cuyas
cabezas consistían en dos artilugios demodées, un televisor y un tomavistas con
tres objetivos de los años 50, que debían pasar un test de normalización ante
el personaje Society (de nuevo Lamberto Guerra), y cuyo críptico mensaje fue
desvelado por un whatsapp que las directoras enviaron para paliar su ausencia en
la mesa.
Hay en Melodrama un discurso metacinematográfico sobre la
muerte de una determinada manera de mirar el mundo, a través de los medios de
comunicación. Melo y Drama se comunican a través de sus cabezas videntes, la
una captando con sus objetivos la realidad circundante, la otra mostrando en su
pantalla esa misma realidad. Melo y Drama podrían ser también las dos
directoras. Cristina Noda (detrás de la cámara) y Cayetana H. Cuyás (directora
de Arte) dirigen al unísono (“son como las plantas, se comunican a través de
las raíces“ afirmaría Lamberto), y controlan a la perfección hasta el último e
insignificante detalle, consiguiendo el efecto de extrañamiento deseado.
Me doy cuenta de que seguimos inmersos en la política de
autor, confiriendo a los directores su presencia física en las mesas redondas,
como últimos responsables de cada corto, cuando todos sabemos que una película
la hace un montón de gente, desde ámbitos artísticos distintos. Así, me
gustaría destacar el sólido ensamblaje de algunos de los artífices de los
cortos, apoyando y colaborando en las obras de los colegas. Ya he hablado de
Lamberto Guerra, delante y detrás de la cámara, presidente de la Unión de
Actores de Canarias, y alma mater detrás de muchos proyectos. Por otro lado,
Iván López le hace la fotografía y la edición en “Nice Song”, y lo encontramos
detrás de la cámara en proyectos de otros actores que se deciden por dirigir su
propio corto.
¿Qué le pasa a este cine canario, que parece que todavía no
ha encontrado un huequecillo en la gente de a pie, los posibles destinatarios
de este cine? ¿De qué pie cojea? ¿Hay algo que lo haga distinto o que lo
minusvalore respecto al cine que nos viene de fuera?
Penélope Acín en "Nadie"
He visto en este catálogo una mayoría de edad en el campo de
la interpretación, unos actores y actrices que se dejan la piel, que consiguen
hacernos querer u odiar a tal o cual personaje. ¿Qué decir del trío
protagonista de “Nadie”, de los minúsculos gestos, miradas, medias sonrisas de
Penélope Acín? ¿O de las risas, las lágrimas, los besos que se suceden en “Las
tormentas son para el verano”? ¿O de la dureza tanto de Marta Viera como de
Mingo Ruano en su emocional
enfrentamiento cada uno en un extremo de la mesa en el interior de una
cárcel.
Marta Viera en "El canto del monstruo"
La sobria fotografía del también director David Delgado
Sanginés en “Nadie”, o la más colorista del fotógrafo Ja Doria en “Las
tormentas…” (aprovechando los pocos elementos con los que se contaba, en un
trabajo casi improvisado), la partitura musical de Jonay Armas en “Nadie” o en
“Nice song”, ayudan a crear las atmósferas emocionales, visuales y sonoras, que cada corto
precisa. Nombres que se repiten en otros cortos, como el de Luis Adern, otra
presencia indispensable en el cine canario, aquí oficiando de director de
fotografía en “La talega”, animando a jóvenes cineastas con su proyecto Ópera
Prima, produciendo cortos a todo aquel que se le acerca con un proyecto.
me encanta este post, gracias por sintetizar lo que representa cada uno de estos cortos. Estupendo análisis de la situación del cine en Canarias
ResponderEliminarEstimado Josep, muy buen análisis y reflexiones. A mí me gusta este catálogo y me gustó el encuentro en el Guiniguada (a pesar de la muy pésima proyección de Las Palmas city, y ya cansa, pasan los años y seguimos arrastrando el tema). Se entabló cierto e interesante debate en torno al hecho cinematográfico de las islas, no sólo con temas repetitivos, también con otras nuevas reflexiones del nuevo y frágil paradigma.
ResponderEliminarPara aportar mi granito de "nada", diré que la crisis ha sido una gran excusa para "machacar" al pueblo, creadores incluidos. Cada día veo más un sistema con patente para crear esclavos y desgraciados. No me creo nada de lo que nos venden, tampoco me lo creía antes, respecto al sector industrial audiovisual de Canarias (lo otro, la zona especial con los incentivos fiscales, es otra cosa, otro juego donde muchos no pinchamos ni cortamos, aunque pensé muy seriamente en trasladarme a Fuerteventura cuando rodó el señor Scott, para dejarme atropellar por uno de sus jeeps. Así también yo tendría algo que ver con la "zona especial"). Bromas aparte, estoy muy contento con la creatividad de los nuestros, cada día me gusta más lo que veo, a pesar de la pobreza económica evidente de la mayoría de los trabajos actuales: actores, guiones, fotografía, montaje, sonido. Quizás pondría un pero en algunas producciones —fuera o dentro del catálogo—: el uso de la música (¿mejor un poco más moderado y ponderado?). Pero esto es una cuestión de gustos. Sí, hay talento, mucho. Quiero animar especialmente a Iván: no te vengas abajo, sigue sacando lo que tienes que decir, las cosas, en realidad, han sido siempre igual, sólo cambian las apariencias (ahora nos dejan movernos y hablar, pero hay otros costes). ¡Ánimo para todos/as!
Un abrazo, Josep.
Como tu dices, David, nuestro sector audiovisual siempre se ha ido arrastrando, intentando sacar la cabeza. Cuando ha habido dinero, éste se ha ido hacia grandes producciones mediocres o a cortos estupendos que han ido cosechando premios por doquier pero que no han ayudado a consolidar una mínima industria, son como fuegos de artificio, que han dejado boquiabiertos al personal, pero que se han olvidado a la vuelta de la esquina.
ResponderEliminarLas producciones foráneas son otra forma de colonialismo, donde solo unos cuantos se beneficia.
En cuanto a la música en los films, ya lo hemos hablado y conozco tu opinión. Creo que hay cortos que necesitan cierta música, y no a veces la que los compositores con la mejor intención del mundo regalan a los directores, y cortos que no deberían llevar música. La música a veces está ahí para ser oída y otras para que pase desapercibida. Estoy de acuerdo contigo en que las mayoría de los cortos tiene un exceso de música, como si desconfiaran de la propia narrativa. En "La talega" por ejemplo, el corto se hubiera beneficiado de una banda sonora solo con el sonido ambiente (el viento, el balido de las cabras, las pisadas), que le hubiera dado mayor realismo, y la música solo la estrictamente diegética, como la que suena en la ermita.