miércoles, 8 de marzo de 2023

CORTOS QUE DIALOGAN ENTRE SÍ.

En el mes de febrero de 2020 la vida se detuvo repentinamente, de un modo brusco y definitivo, a nivel planetario. En los meses siguientes, se establecieron medidas draconianas que dificultaron la realización de películas e impidieron su proyección en espacios públicos. En estricto cumplimiento del protocolo previsto, pudimos realizar dos cortometrajes durante ese interregno, uno cada año: Después del diluvio, rodado el 29 de septiembre de 2020, y Aguavivas, el 26 de marzo del año siguiente. Por fin, el jueves 9 de marzo se proyectan por primera vez en el TEA junto a nuestra última producción, el cortometraje Si quisieras buscarme.



El primer corto se rodó a lo largo de un día con un equipo de seis personas, incluyendo a la pareja de actores, Cristina Piñero y Norberto Trujillo: Daniel león Lacave y yo en la dirección, René Martín en el sonido directo y Facun Pérez detrás del a cámara. Emma Vilageliu dispuso para nosotros un menú individualizado y tan solo los actores se quitaban la mascarilla para el rodaje de los planos. En Aguavivas el equipo se redujo todavía más: Facun en la cámara, yo dirigiendo a distancia, los dos actores y Laly tras nuestros pasos a través del bosque, mientras la luz declinaba y se hacía de noche. 



Cada uno de estos cortos se relaciona de un modo subterráneo con cortos anteriores. Después del diluvio conforma una trilogía involuntaria junto a Página en blanco y Teatro de sombras, ambas rodadas en 2018), tal como lo desarrolló Daniel León Lacave en su blog Algo que se parece al cine, y que denominó “Trilogía de la soledad”. Las dos primeras, vistas a distancia, parece que vislumbran un confinamiento obligado, pues el personaje que interpreta Cristina Piñero abandona una vida social intensa en la primera parte del corto para recluirse en su casa sin que se sepa la causa. En el siguiente corto, la reencontramos encerrada en la casa, rodeada de los recuerdos corporeizados de anteriores relaciones, el exterior de una blancura resplandeciente, como resultado de una catástrofe innombrada.


De una manera más premeditada, Después del diluvio intenta reflexionar sobre el después del confinamiento, en pleno confinamiento. Mientras vivíamos en aquella permanente suspensión de la incredulidad, entreteníamos las horas y los días especulando sobre cómo podrían cambiar nuestras vidas, las de todos, una vez hubiera acabado todo, si es que alguna vez terminaba.  Así, yo me imaginaba a una mujer regresando a su casa, y si en el anterior corto no podía abandonarla, en esta ocasión no puede entrar en ella, fijando la imposibilidad de regresar a la vida de antes. Hay en el film una dislocación temporal, el hombre que la espera no se encuentra en el mismo plano que ella, o por lo menos lo parece, y si bien al principio establezco un encuentro, es tan solo para evidenciar un olvido, una incapacidad, en un eco cinematográfico resneriano, ese recuerdo que no llega de aquello que ocurrió el año pasado en Marienbad.




Aguavivas es otra cosa, un juego, ver qué pasa si hay una voz en over que no cuadra con la imagen, un texto que se opone a la lógica del relato visual y lo trasciende, llevándonos a consideraciones sobre la especie humana, como parte indisoluble del ecosistema. Es un corto que se emparenta con la serie de las naturalezas muertas: Naturaleza muerta (2009), Naturaleza viva (2011) y Paraísos (2013), otro juego sobre el mito de la manzana, una manzana que une y separa a la pareja, eros y mundo natural, y que en Paraísos es un limón, pues la pareja es expulsada del paraíso (en el corto un desahucio), una pareja que en Aguavivas quizás sigue disfrutando del paraíso, del juego erótico y de la vida contemplativa, sin más preocupaciones que seguir viviendo. La imposibilidad de tocarse me llevó a imaginar el juego erótico con los espejos.




En Si quisieras buscarme lo que une (o separa) a la pareja es un libro de poemas, en cuyos versos ellos quieren encontrar la respuesta a sus problemas y a los del mundo. Recuperé a Miguel Ángel Rábade, con quien hacía tiempo que no rodaba, y a la actriz Cathy Pulido, actriz en Teatro de sombras.





Si Aguavivas fue tomando cuerpo a lo largo de varios paseos con las nietas por una zona boscosa de Las Barreras, en el bosque de La Esperanza, hasta un pino descarnado o hasta una puerta a ninguna parte, que me llevó a documentarlo con un actor y una actriz, Si quisieras buscarme surge a partir del deseo de hacer una película a la manera de Matías Piñero, ese director argentino que rueda a sus actrices recitando a Shakespeare en plena naturaleza, a sabiendas de que es imposible acercarse a su estilo inimitable. Y sin embargo, allí estaba yo, en la búsqueda de unos textos para que fueran recitados por mi pareja de actores, cuando una noche en Los Silos, una persona depositó en mis manos un par de poemarios. Por la mañana temprano, antes de acudir a los lúdicos actos programados en un improvisado Télex-1 por un grupo de poetas alucinados, reunidos bajo un aparentemente estrambótico Amigos del Telégrafo, abrí uno de los libritos y a las pocas páginas ya veía uno de los poemas recitados por Rábade y otro por Cathy Pulido y ya me sentí feliz porque el corto había encontrado su camino. Ese personaje misterioso, traído hasta mí de manera azarosa, era el poeta Isidro Hernández.




Aunque los dos primeros cortometrajes ya se exhibieron en Los Silos y en el Festivalito, proyectarlos junto a Si quisieras buscarme, de riguroso estreno, establecen un azaroso diálogo, quizás incluso una continuidad narrativa. Son cortos de una sola pareja, rodados en una jornada, cuyo escueto argumento gira alrededor de una liviana anécdota. En Después del diluvio, autoconsciente del artificio, la mujer se pregunta si en realidad son personajes de una película minimalista en la que apenas pasa nada.





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