jueves, 7 de diciembre de 2023

50 AÑOS DE LA DÉCADA DEL SUPER 8

El Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias ha organizado unas jornadas dedicadas al cine de los años 70, con la proyección de algunas de las películas significativas del movimiento amateur.  Hace 50 años que en la cafetería Corinto de la avenida Anaga de Santa Cruz de Tenerife se reunieron varios cineastas, en esta reunión informal decidieron juntar esfuerzos y crear una asociación, que pasó a ser conocida como A.T.C.A. 



Las sesiones van a celebrarse los días 18, 19 y 20 de diciembre, en la sala de actos de la calle Quintana, en pleno centro del Puerto de La Cruz. El lunes se abordará el cine amateur en Tenerife, el martes el de Gran Canaria y el miércoles Vasni Ramos establecerá un puente entre aquel cine en celuloide y el cine digital del ahora, y abordará los límites entre lo amateur y lo profesional en Canarias, la existencia de un cine independiente a mitad de camino entre ambos conceptos, los rodajes exprés y el cine de guerrilla, el entusiasmo de los cineastas del ahora frente a la permanente escasez de medios. 


En los años 70 estalló en todo el mundo un movimiento cinematográfico sobrevolado por la palabra amateur. Los cambios tecnológicos siempre han propiciado cambios telúricos, pero la emergencia de multitud de cineastas entusiasmados por el nuevo juguete, los tomavistas compactos de Super8mm, llenó las calles de rodajes improvisados, se consolidaron agrupaciones de amantes del cine y las cintas se proyectaron por todo el mundo en ciclos, muestras y concursos.  


Cuando arribé a Tenerife un día de diciembre de hace exactamente cincuenta años, diversos astros debieron alinearse en el firmamento, Menos de veinticuatro horas después de que un taxi me depositase delante de un hotel de Santa Cruz, conocí a tres personas que establecieron los puentes y encarrilaron mi vida hacia derroteros impensados hasta aquel momento, transformando mi estancia pasajera en una promesa de futuro. 


Estas personas fueron, y por este orden, Eduardo Camacho, Toni Jodar y Teo Ríos. A Camacho me lo encontré en la sala de actos del Círculo de Bellas Artes, donde estaba ultimando el ensayo de una obra de teatro, cuyo estreno iba a tener lugar a los pocos días. Me presenté a él como un cineasta de Barcelona recién llegado a la isla, y resultó una buena tarjeta de visita, pues enseguida empezó a presentarme a más gente y al poco tiempo me encontré implicado en su proyecto cultural, acompañando a la compañía de sordos por los diversos pueblos de la isla. Vi la obra varias veces y conocí a los actores, fuimos de gira a La Gomera y empecé a rodar una versión cinematográfica de la obra teatral cámara en mano.


Toni Jodar era su ayudante de dirección, estudiante de Filosofía y procedente de Barcelona como yo, y a su vez me presentó a su círculo de amigos. Me apunté con él a un curso de teatro y danza en Garachico, organizado por Camacho, y también lo registré con la cámara. Toni se fue a Lanzarote con la bailarina venezolana Gladys Alemán y actuaron en el recién inaugurado centro cultural El Almacén. A partir de esta experiencia, decidió apuntarse a una escuela de baile en Barcelona, viajó hasta los Estados Unidos y se convirtió en un excelente bailarín. Él y su amiga Carmen Márquez me ayudaron en la realización de La estatua y el perro.


Teo Ríos me animó a participar en la Asociación Tinerfeña de Cineístas Amateurs, dentro de la sección de cine de reciente creación en el Círculo de Bellas Artes. 


Cada una de estas personas me fue abriendo un horizonte de posibilidades y a los pocos meses me hallaba rodando un corto con Teo Ríos como operador de cámara, situación extraña, pues cada cineasta se organizaba la vida por su cuenta.


                                         El vino de Cho Juan (F. Siliuto)

Estaba reciente el II Certamen Regional de Cine Amateur en Tenerife, organizado por la Caja General de Ahorros, y los cineastas, estimulados por los premios, tenían ganas de rodar más cortos, con la mira puesta en el siguiente certamen. Reunidos en el salón de actos de la entidad, con los nervios a flor de piel antes de conocer el veredicto del jurado, los cineastas seguramente hablarían de la necesidad de disponer de un local propio donde proyectar sus cortometraje, tanto los premiados como todos aquellos que se fueran realizando durante el año, a la búsqueda de un público más amplio 


En aquel segundo certamen, Talpa, de los hermanos Ríos, fue considerado el mejor film, pero también se había ampliado el número de premios, diferenciando los films narrativos de los documentales. De este modo, se concedió un premio al mejor documental a Destrucción de Herculano y Pompeya de Roberto Rodríguez, a la mejor fotografía para Ilusión de Enrique de Armas y a la mejor sonorización para Tiempo de corazón helado de Fernando H. Guzmán. 


Enrique de Armas procedía de la UCALA, la Unión de Cineastas Amateurs de La Laguna, un reducido grupo de amigos que habían estado rodando documentales en 8mm. durante la década anterior. Fernando H. Guzmán, hombre de teatro, iniciaba una serie de cortos muy sombríos sobre la situación de los españoles bajo la dictadura y años más tarde rodaría varios largometrajes en 35mm. 


Teo Ríos y Roberto Rodríguez serían el presidente y el vicepresidente de la primera junta de la ATCA, constituida formalmente el 10 de enero de 1974, con Antonio Casanova como secretario y Santi Ríos, Manuel Villalba y José Antonio de La Torre como vocales, a los que se añadirían Alonso Siliuto, Jaime Caballero, Antonio Salgado, Juan Cruz Ormazábal, Juan Puelles, Manuel Tauroni y tantos otros. 


La última folía (Roberto Rodríguez)


En las primeras reuniones se hizo evidente la necesidad de organizar cursos, tanto teóricos como prácticos, para el dominio del super8. Las cintas se presentaban en el salón de actos del Círculo de Bellas Artes ante un público exigente, que no dejaba de criticar las insuficiencias técnicas en artículos de opinión que se publicaban en los periódicos. La perfección tanto técnica como narrativa que exhibían los primeros cortos de ficción de Teo y Santi Ríos abrumaba al resto de los cineastas, y deseaban mejorar su técnica, pero resultaba muy complicado abordar un cine narrativo desde la individualidad del cineasta amateur, que manejaba el tomavistas, editaba la película en la moviola y llevaba a cabo la complicada sonorización en el proyector, todo ello en su propia casa y sin ninguna ayuda. 


Aquellos que tenían un mejor conocimiento en determines aspectos de la realización cinematográfica, se responsabilizaban de ayudar a los demás, de este modo Francisco Nóbrega se encargó de la iluminación, Roberto Rodríguez del montaje y Antonio Casanova, que escribía artículos técnicos para la revista Cinema 2002, de la sonorización. Además de conducir los coloquios posteriores a las sesiones de cine, intenté transmitir lo poco que sabía sobre la narrativa fílmica.


Ignoro qué ha sido de aquellos cineastas, algunos han muerto, otros simplemente se olvidaron de su etapa de superochistas, algunos ha cedido sus bobinas a la filmoteca para su digitalización y salvaguarda, otros las guardan como un recuerdo de juventud. Hay cortos que no se sabe donde se hallan, incluso algunos se deterioraron por tantas proyecciones en barrios y pueblos de las islas y no se han podido recuperar. Iniciaron un movimiento que abarcaría todas las islas, impulsados por la necesidad de capturar con sus cámaras un mundo que estaba a punto de cambiar. 

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