sábado, 24 de marzo de 2012

EL CINE CANARIO EXISTE

Acabo de recibir un correo apresurado de Pedro García que me avisa del fallo del jurado del 13º Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria, en relación al Foro Canario, que es lo que más nos puede interesar: Premio al mejor largometraje para Seis puntos para Emma (previsible) y una mención para David Delgado y su Pranyko (no tan evidente). En cuanto a los cortos, David Pantaleón se lleva el premio por su documental sobre la gira de su compañía por tierras americanas, con un mención a Un día en el paraíso de José Ángel Alayón.

Al mismo tiempo, escucho la noticia por la radio. Tras los titulares, un fuerte despliegue sobre el Harimaguada de Oro y el Harimaguada de Plata, así como la referencia explícita a los componentes del jurado de la Sección Oficial, presididos por el director Vicente Aranda.

Hasta ahí bien. Del Foro Canario, una mención, como de pasada, al premio del largometraje de Roberto Pérez Toledo.

Nada sobre los cortos, nada sobre el jurado del Foro Canario.


Rueda de Prensa previa a la proyección de los cortometrajes

En un estudio que hicimos Jairo López y yo para una revista universitaria, hace ya más de un año, detectamos la actividad de más de doscientos cineastas canarios, con más o menos obra, que estuvieron activos en esta última década. ¡Doscientos cineastas! Creo que es una noticia incluso para el Guinnes. Para los periodistas de Radio nacional en Canarias, que deben alargar las noticias para poder llenar su tiempo día tras día, el cine canario o hecho en Canarias no existe. Roberto Pérez Toledo, para que aquí lo conozcan, además de sus méritos propios, ha tenido que irse a vivir a Madrid. El nacionalismo que se estila en estas tierras yo no lo entiendo.

Por esta vez, estoy de acuerdo con el jurado. No he visto los largos y por esto no puedo opinar. En cambio, me gocé las cinco horas seguidas de los “cortos” del Foro de este año. Sin entrar (por ahora) en la valoración de las obras, compruebo que el jurado de este año no se dejó llevar por el fácil sentimentalismo de algún trabajo ni por la afortunada actuación de los actores ni por la única fuerza de los contenidos, sino que  supo equilibrar en la balanza de su criterio la conjunción de esfuerzos que acaban fundiéndose en el resultado final de las obras.

No me hubiera gustado estar en la piel de los miembros del jurado (y lo afirmo porque yo mismo me he visto en el mismo brete), al tener que valorar en el mismo saco a obras tan dispares, cortos muy cortos y cortos casi largos disfrazados de cortos porque así lo permite la norma, cortos de ficción y cortos documentales, cine ensayo y cine de género.

Por esta razón me congratulo por haberse inclinado hacia el documental, que es siempre la elección más difícil, que con sus 57 minutos de duración (en el mismo límite de la norma), fue proyectado el último, lo que llevó a que muchos espectadores, ya agotados, se perdieran la posibilidad de disfrutar de esta película, en su empeño de acercarnos al duro trabajo de las compañías de teatro, a los problemas a los que se enfrentan en cada uno de los lugares y locales donde deben representar la obra, al trabajo, siempre ninguneado, de los actores de repertorio.

El corto de Alayón, perfecto en su lento declinar de dos perdedores en los paraísos artificiales del sur, en línea de Geometría de invierno, aquel corto que ganó nuestras sensibilidades hace ya varios años, y que se demoraba en la descripción de un atardecer en la ciudad, mientras una mujer solitaria hablaba en su piso con su madre, entronca directamente con los mejores largometrajes de la sección oficial del festival. 

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