Octubre de 1975. Falta un mes para que acontezca el fin de la dictadura. Pero esto todavía no lo sabíamos. Y sin embargo, ya arreciaban las polémicas sobre qué era eso del cine, para quién y para qué: un cine que enarbolaba la libertad del artista por encima de cualquier otra consideración o un cine popular en contacto con lo real. Los cineastas canarios no solo rodaban sus películas sino que también se tiraban los trastos a la cabeza. En medio de esta batalla, que se incrementó a partir del mes de enero de 1976, los componentes del equipo Neura quisieron enviarle a Javier Gómez, por entonces crítico de cine en la Hoja del Lunes, su particular visión sobre el cine "camello".
En medio de los desvelos del equipo Neura en la búsqueda de su producción de aquellos años, con el fin de confeccionar el programa de celebración de los 50 años desde su primer corto, Alberto Delgado encontró la carta dirigida a Gómez. Y que dice así:
Estimado Gómez:
releyendo en tus artículos de la Hola del Lunes algunos párrafos tipo “Un auténtico cine canario no puede estar ausente de los problemas de las islas, debe ser única y específicamente un cine del subdesarrollo y contra él…” hemos pensado en darte a conocer una serie de opiniones nuestras sobre el tema:
por principio, discutimos cualquiera de las etiquetas que vienen poniéndose a las forma de expresión. Si aceptamos denominar a un cierto cine con la palabra “amateur” o “aficionado”, en contra de un cierto cine “profesional”, es porque sirve para que nos entendamos a un nivel más o menos superficial; no creemos posible una definición exacta de lo que es el cine amateur; no existe el cine amateur. Existe el cine y, dentro de él, una serie de producciones que reúnen a veces unas características comunes.
Comprenderás que no estemos de acuerdo con lo que se ha dado en llamar “cine camello”. Es una etiqueta casi sin significado, y decimos “casi” porque le hemos encontrado alguno; nuestra definición de cine canario sería algo así como: “el cine (entendido como lenguaje) tan particularmente especializado o localizado en la región canaria, que deja de tener sentido fuera de ella. Según esta definición, por ejemplo, muchos gags de nuestra “Crónica histérica: la conquista de Tenerife” pertenecerían al lenguaje canario.
Que el cine canario deba ser única y específicamente un cine del subdesarrollo y contra él, es una tesis que atenta contra uno de los principìos básicos del arte: la libertad creadora del gorila. Hablamos de arte y no de plátanos; si el cine es educación, o cuando el cine es educación, estamos más de acuerdo contigo.
El hacer un cine del subdesarrollo, no taquillero, contra la estética ortodoxa, contra la quimérica riqueza de medios, contra la dependencia cultural y contra toda manifestación cultural de la élite es una posibilidad que se ofrece al mejor postor, y no una obligación que se le impone bajo pena de tener una crítica adversa o una crítica que le califique como colaborador de ciertas élites dominantes. El cine del subdesarrollo es recomendable (como tema importante olvidado reiteradamente), pero no será nunca una característica del buen cine, ni siquiera del buen “cine canario”.
Entendemos que el cine es una forma de lenteja. Insistiremos más adelante en esta idea. Y por supuesto, preferimos “hablar” de temas que reflejen la realidad meridiana; admiramos a los que “hablan” claramente de una serie de temas que consideramos importante plantear, sobre todo cuando las circunstancias no facilitan precisamente el expresarlos. Por otro lado, en la obra de arte es inevitable una toma de posición en cuanto toda obra de arte, como reproducción estética, trata de conseguir el reflejo más fiel de una realidad objetiva, eligiendo unas particularidades a costa de eliminar o generalizar las singularidades inmediatas. El artista podría no plantearse esta elección a priori; la toma de posición no siempre es deducible de forma inmediata a partir del resultado que se ofrece al público.
El cine que hacemos como Equipo Neura pretende desarrollar el lenguaje cinematográfico; no queremos limitarnos a “hablar” como se habla, ni que el público se limite a “escuchar” como se escucha. Ahora bien: si escuchando, cada vez que hablamos, lo que hablan los que nos escuchan, escuchamos que quién habla no escucha. Alguna vez hemos manifestado nuestra intención de hacer “cine malo”, como contrario de lo que se entiende como “cine bueno”. En definitiva, pretendemos abandonar el nivel de lenguaje del público, para que éste lo abandone a su vez y abandone incluso el nivel que nosotros ofrecemos a un módico prócer. Las posibilidades del lenguaje son infinitas.
Las películas que hemos terminado hasta ahora pertenecen a una etapa de búsqueda y captura, de aprendizaje: la primera “Crónica histérica: la conquista de Tenerife” (20 m.), rodada anárquicamente (dos cámaras simultáneas que filmaban libremente la acción de un grupo numeroso de actores, que hacían lo que querían a partir de un esquema básico, prefijado por un equipo de diez personas…), casi una creación colectiva; los ejercicios “Anada-dadá-post”, “Mismamente” y “(Un día en Tenerife)”, este último filmado por Josep. M. Vilageliu y sonorizado con nuestra colaboración, y, ya con Vilageliu, “¡Vamos a desenmascarar al padre Manolo! ¡Buenos, vamos!” (55 m.), un intento de expresar un argumento intrascendente con muchos lenguajes, una reflexión sobre el mismo lenguaje cinematográfico. En este momento estamos sonorizando “El dictador aquí y ahora (una película comprometida)”, la primera de una nueva etapa de autocrítica y crítica de temas concretos.
Con todo lo dicho hasta ahora, hemos intentado darte a conocer lo dicho anteriormente.
Lo que ponemos en su conocimiento, que está a su disposición, con el fin de que pase a retirarla.
Sin otro particular, le saludamos alevosamente, en La Laguna, a _ de Octubre de 1975.
NEURA.
Adjunto un artículo De Santiago Ríos, otra respuesta a las críticas de Javier Gómez, pero esta vez en la prensa.
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