Acudo al Aguere Espacio Cultural y encuentro el vestíbulo
atiborrado de gente joven. Esta vez no están allí para disfrutar de un
concierto de rock o de una velada teatral, sino que se han reunido para
compartir unos cortos que realizaron hace algunos meses en las calles de
Gáldar, en la isla de enfrente, durante un concurso de cine expres. Busco a mi
alrededor alguna cara conocida y me siento un tanto extraño entre gente de cine
que parece conocerse de toda la vida.
El festival de cine de Gáldar ha alcanzado ya su cuarta
edición, sorteando las dificultades que entrañaron sus puesta en marcha,
pequeñas desavenencias entre los cineastas locales y de liderazgo, y que en
esta ocasión se han solventado con el desembarco de cineastas tinerfeños ya muy
curtidos en lo de hacer cine a salto de mata, que se llevaron la mayoría de los
premios.
Después de un buen rato de espera, marca de fábrica de los
Aguere, sin que nadie de los presentes diese signos de nerviosismo por el
retraso, la multitud desaloja el hall y se escurre escaleras arriba hasta
llenar casi al completo la antigua sala de cine. Como en otras ocasiones,
percibo buen rollo, la gente se saluda de un extremo al otro de la sala, se
escuchan risas y veo que algunos llevan encima los botellines o los vasos de
cerveza que han estado consumiendo en el bar, una imagen que me retrotrae a lejanas
sesiones golfas de cineclub en Andorra con películas prohibidas por el régimen,
fuera nevaba y las botellas de coñac o whisky pasaban de mano en mano para
calentarse.
Vasni Ramos, con su habitual energía, organiza sobre las
marcha el asunto de las presentaciones: en primer lugar los cortos a concurso y
luego un segundo bloque con los cortos realizados ad hoc en el apartado Gáldar
Rueda. El lema de este año fue “En un lugar de Gáldar”, en referencia al
insigne quijote, y el reclamo para la sesión de esta noche, vía Facebook, ha
sido “Lost in Gáldar”.
Nos cuentan que tenían muchas ganas de ver sus cortos en
buenas condiciones. En Gáldar cambiaron el lugar de proyección y el nuevo local,
por la mañana, no reunía condiciones, la luz se filtraba e incidía sobre la
pantalla. Así que aunaron esfuerzos, Aguere Espacio Cultural cedió la sala como
tantas veces y así es como estoy a punto de ponerme al día en el cine que se
hace.
Las presentaciones de este nutrido grupo de cineastas son
siempre divertidas y displicentes, como si se avergonzaran un tanto de la ocurrencia
que les llevó a rodar su corto, como si pidieran perdón por haberlo rodado con
tanto apresuramiento y sin medios. Pero así es esta modalidad de cine de aquí
te pillo aquí te mato. Ya puedes llevarte una idea más o menos desarrollada,
los actores con los que van a poder contar son los que son, y cuarenta y ocho
horas pasan muy deprisa si además de rodarlo tienes que editarlo en la
habitación del hotel o en la casa de un conocido, mientras los demás duermen.
Me doy cuenta de que estos cortometrajistas, los que ahora
mismo están hablando debajo de la pantalla de cine, empiezan a darse cuenta de
que no todo vale. No puedes coger al primero que pasa y convertirlo en el
personaje principal de tu corto, no puedes rodar al tun tun y a ver qué sale,
no puedes contentarte con un sonido mierdoso si quieres seducir al espectador
con tu historia. Adaptar tu historia a lo que tienes y no al revés, afirmaba
uno de ellos, como un eco de los postulados del cine leve. Si no dispones de un
buen micro, cuenta tu historia con la imagen, si solo tienes dos o tres
actores, pues compártelos, si tus efectos especiales son artesanales camúflalos
en el fuera de campo, si el límite son tres minutos sácale partido a las
elipsis. El espectador reconstruye la historia rellenando los huecos,
embelésale con tus dotes para la narrativa como Scherezade y no le des tiempo
para percibir los trucos.
Hace poco participé en un curso de la UIMP sobre cómo lo
digital había cambiado el escenario del cine. Recuerdo que Javier Gómez afirmó
que en nada ha cambiado, pues todo se reduce a un rectángulo, a las productivas
tensiones que se establecen entre lo que está dentro y lo que se queda fuera, a
gestionar los tiempos y los espacios.
Se perciben ya las maneras de cada cineasta, ves unas pocas
imágenes y uno ya identifica a un autor con un estilo que se va amartillando en
sucesivos trabajos. Y también identificamos rostros que se repiten, actores y
actrices que se prodigan y se desperdigan por las islas, aceptando el reto de
trabajar para muchos otros y atreviéndose a desplegar una obra propia, como es
el caso de Norberto Trujillo, austero y minimalista, capaz de transmitir
emociones muy sutiles con su magnética mirada mediante un imperceptible
movimiento de cejas o del labio, pero capaz igualmente de un humor simple pero
efectivo, en su saga como escocés desubicado, que ha ido desarrollando en el
seno de las diversas citas cinematográficas de este año con “El escocés
enamorado”, “Escocés exiliado” y “Escocés encontrado”, este último un falso
documental, según sus palabras,
donde juega con la superposición de dos lenguajes, la del escocés en el
plano y la voz en over que relata lo sucedido en las calles de Gáldar, un barco
de juguete, y la intromisión
dentro del encuadre del microfonista, que hicieron las delicias de los
espectadores.
"Escocés encontrado"
Lo curioso es percibir una continuidad en la sucesión de los
cortos, un algo que los aúna en su diversidad, que confiere una cierta
coherencia en el relato fragmentado. Me vienen a la cabeza aquellos
largometrajes que se construían a base de cortos de diversos realizadores, a
veces cosidos por una misma temática, en otras ocasiones aprovechando el
reclamo de los nombres de ilustres directores.
Algunos cortos han sido colocados en un cierto orden para
provocar la risa. Hay muchas escenas parecidas en los cortos, muchas puertas
que se abren y se cierran, rostros que se repiten. En "Cervantes Dog", de Jonathan González, alguien llama a la puerta y les recibe el propio director, muy popular entre el público de la
sala. Varios cortos más adelante, en el corto “Frestón” de su amigo Ja Doria,
director de fotografía de su corto, se abre otra puerta y reaparece
Jonathan, como en la repetición de los gags de la comedia clásica. Leo en los títulos que “Frestón” has
ido editado por Víctor Outon, director del corto “From Inside”, en este cíclico
intercambio de roles y colaboraciones fructíferas.
Me vuelve a sorprender encontrarme con personajes
solitarios, desengañados, que deambulan por calles solitarias y nocturnas. El desamor es un leit motiv que uno no esperaría encontrar en el cine de jóvenes cineastas en
plena crisis social. Un desamparo que se respira entre risa y
risa, que duele en las costuras de una puesta en escena que se pretende
desenfadada.
Quizás porque el segundo corto de la noche fue
“Luminiscencias”, tras el corto de animación "The Idea Thief" de Dani Álava. "Luminiscencias" procede de los cursos de FP de La
Guancha y había obtenido varios premios en el concurso para escolares FilmFest de este año. Con una pantalla dividida que aísla la vida cotidiana de
dos personajes condenados a encontrarse y compartir el mismo encuadre, Samara
Cuadrado parece recordarnos que la vida es un ritual de situaciones que se
repiten, de despertadores, cafeteras, puertas que se abren y cierran y nos
conducen a otras puertas, de salas de fiesta idénticas unas a las otras, de
parejas que no satisfacen ni a uno ni al otro. Es un corto que quizás hemos
visto otras veces, pero la química de Norberto Trujillo y Cristina Piñero con
sus miradas fuera de cuadro, el contraste de los virados de color y la
geometría de los encuadres, demuestran
un dominio de las herramientas del cine inusual en una primera obra.
"Luminiscencias"
A Norberto Trujillo lo reencontraremos tendido en otras camas
en más cortos, como si se tratase del mismo personaje, y Cristina Piñero dirigirá su propio
corto, “En un lugar de Gáldar… una pareja”, el más corto de todos, en el que
repite pareja con Norberto, y que no cuenta sino el pedido de una comida a un
restaurante chino, reforzando lo absurdo cotidiano.
"En un lugar de Gáldar... una pareja"
"The bonfire"
Ese dolor domina la puesta en escena de “The Bonfire”, de
Ruth Angielina, con la ausencia del ser amado presente en los objetos
cotidianos, en el vacío que impera en el otro extremo del encuadre.
"R&J"
Dolor y
muerte, y también ausencia es el tema de R&J, el último trabajo de Cándido
de Armas, así como en Héroe, un oscuro corto de ciencia ficción de Vasni Ramos, en el que el héroe, abrumado por los remordimientos, intenta
suicidarse en una playa protegida por un roque en forma de dragón.
"Héroe"
Se sabía que el lema de este año iba a estar referido a
Shakespeare y a Cervantes, y algunos cineastas llevaban ya una propuesta de
trabajo. Finalmente, el lema “En un lugar de Gáldar”, aunque referido al
Quijote, no limitaba la temática sino que la abría a otros horizontes.
La más insólita fue la referencia tarantiniana a Recervoir
Dogs que perpetró Jonathan González con “Cervantes Dogs”, con Sancho the Dog y
Dog Quijote, que no pasó de una idea brillante pobremente ejecutada.
Cándido Pérez de Armas recupera en su corto de nombre
escueto, “Dulcinea”, la frescura de sus primeros trabajos, y en el que
encontramos, a pesar de la premura del rodaje, el rigor de su estética, con el
cuidado que siempre pone en la iconografía de los personajes, aquí con muy
pocos elementos, unos aerogeneradores, un rostro envejecido, un casco, un avión de papel, la juventud y alegría que emana de la Dulcineas adolescente,
filmado todo con el preciosismo habitual de sus encuadres.
Ruth Angielina también fuerza la estética, en el intento de
recrear otra iconografía, con sus planos precisos y una puesta en escena
estilizada, en su versión flamenca del quijote que titula “Donde se prosiguen
las finezas que de enamorado hizo don Quijote”.
Para Vasni Ramos, ese “lugar de Gáldar” son su calles y
plazas y punto. Siguiendo la fructífera colaboración con el actor José Ramallo,
intenta ir un poco más allá del divertimento que llevó a cabo en otras calles
en “La Laguna rueda”, y rueda “Shitty morning”, cuya inspiración, en este caso,
yo encuentro en los personajes de Peter Sellers, en especial en esta obra
maestra que fue “El guateque”.
Toda la fuerza cómica se apoya en la gestualidad
de los actores, llevando al límite la idea del ridículo en situaciones
cotidianas que a todo el mundo podrían haberle sucedido.
Qué opina usted del amor y la soledad, temas recurrentes en
esta fría noche de cortos, constituyen el escueto cuestionario que María
Navarro, cámara y micrófono en mano, lleva a las calles de Gáldar. “Si se lleva
bien el amor puede durarte bastante”, afirma un vecino. Al final, nos quedamos
con los pececitos dando vueltas en la pecera al que se refiere el título “Pececito
busca pececita para compartir la pecera”.